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El Buscón en Dos Torres

Antonio Campos interpretando al Buscón, anoche en Dos Torres [Foto:Facebook del actor].

Yo me imagino a Antonio Campos llegando ayer por la mañana a Dos Torres para participar en el Festival de Teatro y preguntando a cualquiera por la calle: ¿Quién gobierna en este pueblo? El PP, le dirían. Ah, el PP, apuntaría él en su memoria, para recordar luego que las alusiones satíricas a la actualidad política debería hacerlas esa noche en sentido contrario. Y sabiendo que todos los pueblos tienen su rival, curiosearía después: ¿Y a qué pueblo le tenéis vosotros especial tirria? Como Añora, el enemigo tradicional, les parecería ya poca cosa, los usías señalaron a Pozoblanco y Pozoblanco cargó con la invectiva del comienzo. En apenas tres minutos al inicio del espectáculo el actor se atrajo al público local con tan solo estos dos guiños: criticó a Podemos y a Pozoblanco. La captatio benevolentiae, el pilar donde al decir de Cicerón se sustenta toda la oratoria, estaba conseguida. Este es de los nuestros, pensaría la concurrencia. A partir de ahora todo sería más fácil.


Antonio Campos, un buen actor de repertorio que lo mismo interpreta al Cid que a la Celestina, se subió anoche durante hora y cuarto al escenario, con los soportales a sus espaldas, sin más compañía que unos ropajes, para contarnos suo modo la vida del Buscón llamado don Pablos que Francisco de Quevedo escribiera como novela allá por el siglo XVII. Sobre la actualidad de los clásicos, qué vamos a decir, el Buscón no es una excepción. Por eso Campos pudo intercalar en su discurso alusiones a Rosalía, a Mario Vaquerizo o a Puigdemont, porque personajes extravagantes han existido en toda época y lugar, aunque entonces se llamaran Lope, Francisca Baltasara o el manco aquel, que también se llevó lo suyo. Luego, el cómico se limita a interpretar el relato, con 36 personajes por banda, intercalando alusiones al presente (que siempre resultan cómicas, porque descolocan) y tergiversando la narración para comprobar si el público continúa despierto. 


Más que la vida del Buscón, Antonio Campos, dirigido por Juanma Cifuentes, nos cuenta la vida de los personajes que le rodean en ese universo de picaresca dorada que fue la gloriosa España imperial. Viene a resultar que todos los personajes son repugnantes al decoro más básico, desde su propia madre al dómine Cabra, pasando por el matemático que hipotenusó el cielo, el poeta de los mil sonetos o su tío de Segovia. El trovador se extiende en unos episodios y resume con una frase otros, lo que concede cierta cadencia rítmica a la composición del espectáculo y mucho margen a la improvisación: se puede ajustar cuando tocan las campanas del reloj del ayuntamiento de Dos Torres al efecto sonoro de la representación y, si no, se fuerza para que calce con cucharón. Más vale integrar los elementos ambientales que luchar contra ellos. El actor se ríe de sí mismo, que es la mejor forma de reírse, y todo lo que pensamos los demás lo ha pensado ya él antes. Que se nos parece al Brujo, porque es el referente que tenemos más a mano para este tipo de representaciones, y qué pasa -parece decirnos-. Hasta que no me ponga la capa no termina el espectáculo, así que a aguantarse y les planteo un reto mientras tanto: a ver quién de los que están comiendo bacalao con salsa verde sentados en la terraza de la Cervecería Plaza es capaz de escuchar el episodio de los gargajos sin vomitar. No hay noticias, pero cabe.


Tal sarta de caricaturas satíricas, como espejo sincero de la realidad, no podía terminar sino con una reflexión moral: "No mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres". La frase marca el final y el tal Campos la suelta cuando ya está cansado de la representación o comienza a ver demasiadas bocas abriéndose. La noche de ayer en Dos Torres era calurosa y el enlosado de granito salvaje de la hermosa plaza de la villa no había sido regado, quizás por ahorrar agua, convirtiéndose en una trampa mortal. Aún así, el espectáculo se hizo corto, hubiéramos resistido todavía las andanzas de don Pablos como galán de monjas y sus intimidades con la Grajales. Por lo menos los que no estábamos en la terraza del Hotel Los Usías comiendo el tartar de atún con guacamole.

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