Vista general de la comida en "Homenaje a nuestros mayores" durante la Feria de Pozoblanco [Foto: Ayuntamiento de Pozoblanco].
La Feria de Pozoblanco ha sido siempre también la feria de todos los pueblos de alrededor. En Añora la esperábamos como la propia, conscientes además de que en ella íbamos a poder gozar de incentivos no disponibles en la nuestra. Cuando niños, allí disfrutábamos por primera vez de atracciones que nos parecían entonces exóticas y fascinantes, desde los hoy vulgares coches de tope hasta el siempre seductor "látigo", tan violento como adictivo. Cuando jóvenes, el mayor atractivo eran los conciertos de la caseta municipal y de la juventud, donde cada día (sí, cada día) actuaba una de las figuras punteras del pop y del rock nacional, en presentaciones que ahora nos parecerían insólitas: sería como ver hoy una actuación de Ana Mena sentado en una mesa con la familia mientras te comes una ración de calamares.
Las ferias ya no son lo de antes.
Miguel Ángel quiere fomentar el debate en torno a la estructura de la de Hinojosa del Duque, pero se olvida de que las ferias llevan décadas con respiración asistida.
Ya hace veinte años que reflexionamos sobre ello en Solienses: "Las ferias (...) ya hace tiempo que, fusionadas o reconvertidas en fiestas patronales, han perdido aquella primitiva funcionalidad y hoy se presentan como una mera sucesión de festejos sin ninguna individualidad local ni especial interés cultural o antropológico (...) cada vez incluso tiene menos importancia el componente social de reagrupamiento de población local dispersa. Hoy las ferias son meras celebraciones festivas de carácter lúdico, con un elevado componente consumista, cargadas de nostalgia y a un peldaño de la anacronía", decíamos entonces.
Uno de los elementos capitales para la desintegración del sentido de la feria (como ocurre con casi todas las fiestas populares), además de los profundos cambios sociales experimentados también en nuestros pueblos, es su adueñamiento por parte de los ayuntamientos: "Las ferias de los pueblos han desarrollado en los últimos tiempos una importante función política. Los ayuntamientos se han convertido en los organizadores casi exclusivos de los festejos y, al modo de los antiguos magistrados romanos, la ocasión es utilizada por los ediles locales como promoción y propaganda de su gestión política en el pueblo",
escribíamos hace veinte años, y desde entonces la cosa no ha hecho sino ir a más.
La manipulación política de la feria llega a extremos paradigmáticos con la gran comida festiva sufragada por el Ayuntamiento de Pozoblanco
con motivo del llamado "Homenaje a nuestros mayores", durante el cual el consistorio invita a unas seiscientas personas sin que falten actuaciones musicales y bailes. Lo más obsceno del acto viene cuando el propio alcalde y la teniente de alcalde recorren todas las mesas departiendo brevemente con los invitados, como si de los novios de una boda se tratara, con el trasfondo de control y advertencia que tal gesto implica.
El alcalde y la teniente de alcalde de Pozoblanco recorren las mesas de la comida en homenaje a los mayores saludando a los asistentes [Foto: Ayuntamiento de Pozoblanco].
De las ferias hace ya años que se ha expulsado a la cultura, si es que acaso alguna vez ambas fueron compatibles. En Pozoblanco
estuvo de nuevo El Brujo y el Círculo de Bellas Artes pone su nota de intención con la exposición de artistas locales. Quizás no sea el momento para más. Pero hemos de concluir, ampliando el foco, que la cultura prácticamente ha desaparecido de las programaciones veraniegas de nuestros pueblos, entregadas definitivamente a la pachanga y al espectáculo más populachero. Otro día hablaremos de ello.