
Ensayo del grupo de teatro de adultos de Azuel, ayer en el Tejar [Fotos: José Ruiz].
El miércoles se inauguró en Villanueva del Duque su vigésima Feria del Turismo Rural, todo un triunfo de perduración en el tiempo. Es uno de esos encuentros que conforman el verano festivo de Los Pedroches, como las Olimpiadas Rurales de Añora o El Gran Juego de la Oca de Dos Torres, o los teatros populares cuando toca (la
Vaquera, el
Halcón, la
Asonada...). Son convocatorias multitudinarias, bien arropadas económicamente por las instituciones y con gran aparato publicitario a su alrededor. Constituyen una forma de cultura registrada que mezcla el ocio, el espectáculo, el deporte y la tradición, que goza de la simpatía de las administraciones públicas porque resulta inofensiva, no deja arañazos tras de sí, todo es espuma y algodón, aplausos y abrazos, éxito y satisfacción.
Luego está la otra cultura. Aquella de la que apenas se habla en los medios porque arranca silenciosamente del impulso particular de tres o cuatro personas, a veces de una sola, y no logra apuestas de brillo y relumbrón con las que se pueda presumir frente al presidente de la provincial, sino proyectos de torpe factura artesanal con el único logro de reunir afanes dispersos y reconstruir con esfuerzo y entusiasmo las viejas emociones de la cultura en un pueblo, tan eternas, el teatro, una exposición de pintura, un recital, una charla sobre cualquier asunto a la que solo acudirán los organizadores y cuatro despistados que pasaban por allí o este y aquella que se apuntan a todo. En el verano de Los Pedroches, ese tan cuajado de eventos patrocinados por la Diputación, la Fundación y el Ayuntamiento, también se ocultan estas formas antiguas de ilustración que consiguen el fascinante milagro de conjugar el juego y la amistad, el aprendizaje y la disciplina, el placer y la poesía, en la construcción de un logro colectivo a partir de lo meramente particular.
El grupo de Teatro de Adultos de Azuel está preparando la representación de la obra Milagro en el convento de santa María-Juana, del dramaturgo francés Jean-Pierre Martínez, con adaptación y dirección del activista cultural José Ruiz. El estreno se llevará a cabo el 20 de junio en el Tejar de Azuel (21:30 h.) y también podrá verse luego el 28 de junio en la Casa de la Cultura de Conquista (21:00 h.). La obra, publicada en 2017, gira en torno a la tienda de un convento cuyas ventas financian las buenas obras de las hermanas herbolarias: el famoso elixir de Santa María-Juana ha perdido todo el esplendor que tuvo tiempo atrás, hasta el punto de poner en riesgo la economía de esta peculiar comunidad. Una monja novicia revolucionaria se las ingeniará para renovar la fórmula del brebaje añadiéndole una hierba misteriosa. El espectacular éxito del nuevo preparado dará mucho que hablar y atraerá al convento a los jóvenes del pueblo, a algún que otro comerciante de dudosa reputación y hasta a un agente del orden.
El grupo de aficionados ensaya todas las tardes en el teatro al aire libre del Tejar o en el salón de la Casa de la Cultura, entre risas y férrea disciplina teatral. Todos los actores y actrices son de Azuel, una aldea de Cardeña que cuenta con unos 200 habitantes. Mantienen el taller de teatro del Centro de Educación de Adultos desde hace más de treinta años, cuando en 1992 se atrevieron con La zapatera prodigiosa de Lorca. En sus carteles no aparecen logos institucionales ni en la primera fila del estreno se sentarán las autoridades. Pero quien se acerque el 20 de junio podrá revivir en su más pura esencia la pasión ancestral por el teatro, la afición por el arte de representar la realidad, la resistencia de una comunidad rural para que la cultura no desaparezca definitivamente de su espacio.
Otro momento del ensayo.