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Cosmopoética, con campanas al fondo


De izquierda a derecha, Luis Antonio de Villena, Pablo García Baena, Guillermo Carnero y Fernando Delgado, el sábado por la noche antes de comenzar el acto de homenaje a Vicente Núñez.

En Córdoba se escuchan campanas al fondo durante todo el día. En cualquier punto que te encuentres, como un sonido más de lo cotidiano, a cada momento se oye su quejumbroso tañer desde alguna de las muchas torres de la ciudad. En el silencio de una sala, mientras el látigo de un verso restalla el aire, el sonido de una campana que no había sido convocado a la ceremonia penetra como una invitación al abandono total, a la aceptación completa de que la percepción lírica no pertenece a los poetas que se dan cita en Córdoba estos días, sino a la ciudad misma en su conjunto, a su alma, si es que la tuviera.

Mi experiencia en Cosmopoética es la de unos ejercicios espirituales laicos, de los que uno sale con su conocimiento literario renovado y el entendimiento más despierto. Tantas horas en contacto con la verdad y la belleza producen efectos alucinógenos, quién va a remediarlo.

Se inició la jornada del sábado con la primera mesa redonda en torno a las "Poéticas femeninas de la generación del 27 en las poetas de hoy", que tomaba como punto de partida la antología Peces en la tierra de Pepa Merlo. A la primera llegué con retraso, justo a tiempo para escuchar los versos de Juana Castro (que durante dos días ha participado en tres actividades del festival), pero la segunda (protagonizada por unas Pepa Merlo, Ana Isabel Conejo, Sara Mesa, Marta Agudo y Marta Jiménez en estado de gracia) la disfruté con el ansia del raro discípulo insaciable que pide más. Una lúcida visión del papel de la mujer en la transmisión literaria, de la perdurabilidad de los roles heredados y del largo camino que aún queda para limpiar las telarañas acumuladas durante siglos.


VÍDEO: Juana Castro recita el poema "Espejos", de su libro "Los cuerpos oscuros", ayer en la sala Orive de Córdoba.

La editorial El Páramo había programado dos mesas, ambas moderadas por Antonio de Egipto, en torno a "Poetas que cuentan. La perenne presencia de la naturaleza", en cada una de las cuales participaba un escritor de Los Pedroches. En la primera, que contó con la presencia de Julio Llamazares, Antonio Colinas, Alejandro López Andrada y Sara Mesa, se reflexionó sobre las relaciones entre poesía y novela, al haber todos ellos cultivado ambos géneros. Tenía interés por escuchar a los dos primeros, admirando su obra, aunque sus intervenciones -improvisadas, ligeras- me defraudaron un tanto, no obstante que Llamazares, quien se calificó a sí mismo como un "poeta póstumo", puesto que hace años que no escribe poesía, distinguió con fineza una sutil diferencia entre los géneros al afirmar que "la poesía exige la verdad y la novela permite la mentira". Alejandro, también improvisando, se definió como "una sombra que camina, un trozo de la naturaleza", con la cual se identifica de tal modo que la considera no ya su fuente de inspiración sino la propia autora de su escritura. Por parte de algunos de los intervinientes se manifestó un desdén hacia el fenómeno literario de masas que acabó resultando ridículamente presuntuoso.


De izquierda a derecha, Julio Llamazares, Antonio Colinas, Sara Mesa, los editores Antonio de Egipto y Ricardo González Mestre y Alejandro López Andrada, el sábado antes de participar en la mesa "Poetas que cuentan".

Los dos actos más atractivos de los presenciados tuvieron como marco sendos escenarios cargados de encanto. El sábado por la noche, en la terraza del Museo Arqueológico, con unas impresionantes vistas sobre la ciudad nocturna, se desarrolló el homenaje a Vicente Núñez con la concurrencia de Pablo García Baena, Luis Antonio de Villena, Guillermo Carnero y Fernando Delgado, muy bien presentados por el periodista Jesús Cabrera. Las intervenciones fueron brillantes, desde la solvencia académica de Carnero, la mesura de García Baena (quien leyó un poema inédito de Vicente Núñez dedicado a Ricardo Molina), la torrencial oralidad de Villena (en quien no se sabe si apreciar más su profunda cultura literaria o su admirable capacidad para exponerla de una forma amena y desenfadada) y la complicidad de Fernando Delgado. En suma, se recuperó al poeta de Aguilar de la Frontera para el grupo Cántico con todas las bendiciones necesarias, entre ellas las del numeroso público que desbordó el alojamiento.


De izquierda a derecha, Luis Artigue, Fernando Delgado, Pablo Guerrero, Antonio de Egipto y Francisco Onieva, esta mañana en el patio del Museo de Bellas Artes de Córdoba.

Esta misma mañana, en un lugar tan acogedor como el patio del Museo de Bellas Artes, que parece diseñado para la poesía, Pablo Guerrero, Fernando Delgado, Luis Artigue y Francisco Onieva nos descubrieron de nuevo la difuminada línea que separa los géneros desde su propia experiencia artística. Nos deslumbraron especialmente Pablo Guerrero, con su voz profunda y llena de sustancia, quien dedicó sus palabras a un fabricante cordobés de guitarras que sólo terminaba cinco ejemplares al año, y la honda reflexión de Artigue en torno a la poesía como auténtica transmisora de la verdad. Onieva señaló los cuatro elementos que exigen el poema y el relato ("emoción, sugerencia, brevedad y precisión") y destacó la importancia del paisaje de Los Pedroches en su obra.

Al final, cuando ya los sentidos apenas podían asimilar más verdad y más belleza (Orive, el Potro, los paseos nocturnos por el puente romano y el entorno de la Mezquita...) partimos hacia casa con la satisfacción de haber cumplido el propósito, disfrutar y aprender, y la promesa de volver el año próximo, si acaso se obrara el milagro de que tan rara iniciativa cultural siguiera gozando del beneplácito de las instituciones. Antes de abandonar la ciudad, todavía alcanzamos a escuchar por última vez las campanas de cualquier torre de Córdoba, que continuaban impertérritas en su salmodia purificadora, ajenas al tiempo y sus circunstancias.


Juana Castro y el periodista Luis Miranda, al terminar uno de los actos de lectura.


Luis Antonio de Villena, la exministra de Cultura Carmen Calvo y Pablo García Baena, el sábado por la noche en el Museo Arqueológico de Córdoba.


Pablo Guerrero, esta mañana en la Plaza del Potro de Córdoba.


De izquierda a derecha, Sara Mesa, Marta Agudo, Ana Isabel Conejo, Marta Jiménez y Pepa Merlo, esta mañana en la sala Orive de Córdoba.

1 comentarios :

Anónimo | martes, octubre 09, 2012 6:09:00 p. m.

Felicidades a Cosmopoética, y gracias por la crónica estimado Don Antonio, que hasta hoy, no he podido saborear con gusto.
Sin duda alguna, uno de los eventos culturales del año en la provincia.
Gracias y saludos.
EUMANCIO ELVIRA.

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