Dentro de la reunión científica "La Meseta Sur entre la Tardía Antigüedad y la Alta Edad Media" [
ver programa] que viene desarrollándose en Almadén (Ciudad Real) desde el pasado miércoles, ayer intervino el arqueólogo Jerónimo Sánchez Velasco para exponer brevemente una visión general de los trabajos realizados en el yacimiento de La Losilla de Añora durante las campañas de 2013 y 2014. Jerónimo Sánchez junto con Fedor Schlimbach, del Instituto Arqueológico Alemán,
dirigen la excavación que durante los dos últimos años viene realizándose en este paraje noriego, donde se ha localizado un asentamiento visigodo de proporciones aún desconocidas.
Jerónimo Sánchez Velasco (derecha) durante su intervención ayer en Almadén.
Jerónimo comenzó situando geográficamente el yacimiento y detallando su contexto arqueológico. Destacó su ubicación estratégica junto a importantes vías de comunicacióm que unían Córdoba y Toledo y lo puso en relación con las localidades de El Germo y Majadalaiglesia-Solia, ambas también importantes centros de la cultura visigoda provincial.
En cuanto al sitio de La Losilla, señaló tres núcleos principales en el yacimiento: la iglesia, como elemento central; una puerta monumental cercana y una concentración anexa de edificios aún sin definir. Durante la
campaña de 2013 se realizaron operaciones de limpieza y un análisis topográfico de la zona, partiendo de los trabajos iniciados por Antonio Arévalo, quien había realizado anteriormente una pequeña excavación que se detuvo al identificar los muros de la iglesia.
En 2014 se realizó una intervención consistente en varios sondeos a fin de dotar de un significado global a un yacimiento disperso y hasta cierto punto desordenado por la acción previa de excavadores clandestinos. Los materiales obtenidos de estas actuaciones comenzarán a estudiarse durante este mes.
Trabajos en la Losilla el pasado mes de septiembre.
En el primer sondeo se intentó descubrir el ábside completo de la iglesia, adosado al cual se ha encontrado un contrafuerte y un muro de cierta entidad. Por otro lado, se exploró la zona de la nave lateral norte de la iglesia, donde se hallaron algunas tumbas con clavos y restos óseos dispersos, así como un objeto metálico que pudiera ser interpretado, aunque con grandes reservas, como una lámpara colgante. El sondeo 3 tuvo como objetivo determinar las dimensiones del edificio, que resultó ser mayor de lo inicialmente supuesto. Todas estas intervenciones permiten aventurar la existencia de una iglesia de tres naves separadas por pilares alrededor de la cual se distribuirían otras estancias aún sin determinar.
Entre los escasos materiales encontrados, destacan un
imbrex entero, cerámica de cocina, algunos fragmentos de
sigillata, la posible lámpara metálica y, especialmente, un vaso de vidrio con pie que ofrece una tipología singular con muy pocos paralelos conocidos (entre ellos,
este ungüentario de la
basílica visigoda de Alcalá de los Gazules, que pudo contener sangre de los mártires).
Fedor Schlimbach y Jerónimo Sánchez, en La Losilla durante la campaña de 2014.
Lo que más me llamó la atención de toda la exposición de Jerónimo fue su afirmación de que a partir de los estudios realizados hasta el momento y de las primeras excavaciones puede concluirse que en el yacimiento de La Losilla no hay indicios de ocupación previa (romana) ni posterior (islámica), lo que convierte al lugar en una isla cultural cuyo sentido histórico deberá ser determinado cuando próximas campañas arqueológicas vayan descubriendo mayores evidencias.
En el coloquio que siguió a la exposición, algunos de los participantes relacionaron la iglesia de La Losilla con otra recientemente descubierta también en las proximidades de Almadén, conformando una red de asentamientos religiosos entre Toledo y Córdoba articuladores de espacios rurales cuya finalidad habrá de determinarse a partir de futuras excavaciones (se insinuó su vinculación con la producción de vidrio e incluso de sarcófagos). Alguien se aventuró a fijar la cronología de La Losilla entre los siglos VI y VII.
El coloquio se entregó luego al habitual (y necesario) lamento gremial por las dificultades administrativas y materiales de la dedicación arqueológica. Jerónimo, finalmente, insistió en su preocupación por la posible acción destructiva de expoliadores y excavadores clandestinos, que pudieran afectar con sus intervenciones furtivas a la comprensión cabal del yacimiento.