Función social de la crítica
Esta mañana he visitado un pueblo de Los Pedroches y lo he visto sucio. Sucias las calles, sucios los edificios particulares y sucios también los públicos. Quizás haya tenido algo que ver la tormenta de ayer, que limpió tejados y manchó suelos. Al pronto he pensado tomar fotos y colgar la denuncia en Solienses, pero enseguida me he retraído. ¿Tiene algún sentido airear estas situaciones? Hay personas que me acusan de plasmar aquí aspectos poco brillantes de nuestra realidad que convendría mejor ocultar, porque tal revelación, al parecer, nos perjudica. Hay (pero no es cosa de ahora, sino que ya trae historia) como un deseo de acallar cualquier crítica, lanzando en tromba la artillería contra todo el que se atreva a levantar el dedo.Considero un error esta negación a la visión crítica de nuestra realidad. Entiendo que, por ejemplo, a los alcaldes les guste que sus vecinos elogien la gestión realizada, pues a todos nos apetece que nos valoren. Pero encerrarse exclusivamente en las opiniones de quienes nos rodean y atender solo a su criterio puede derivar en un alejamiento de la situación real que en nada beneficia a la gestión pública. Hay pueblos en los que la oposición política está dormida, neutralizada, y un plácido conformismo se ha instalado entre los ciudadanos, quizás escarmentados en cabeza ajena, o en la propia, y entregados ya a la rendición.
A la larga, esto se paga. Si no hay una exigencia externa, el gobernante no se estimula a emprender nuevos proyectos y se complace en un estado alcanzado que todos sus consejeros le aplauden, por convicción interesada o estrategia. La crítica, por el contrario, actúa como aguijón para permanecer alerta y no dormirse en el conformismo de lo conseguido. Es probable que al alcalde de este pueblo al que me refiero nadie le diga que sus calles están sucias y que la imagen que ofrecen es de decadencia y abandono, y dormirá tranquilo pensando en el éxito de su gestión, pues no escucha opinión contraria. Y si algún abejorro aparece, se le aplasta con la paleta y a seguir con la siesta. Pero quien llegue con ojos no contaminados verá la cruda realidad y quizás no vuelva. Y todos saldremos perdiendo.
Con frecuencia, algunos lectores me espetan: "Es que criticar es muy fácil". No es cierto. Lo fácil es adular. Se obtienen muchas más recompensas y aplausos diciendo lo bien que está todo en un pueblo que señalando lo que se podría mejorar. Las jaurías de perros rabiosos solo se lanzan contra el que disiente, no contra el que pasa la mano por el lomo. Criticar no es fácil. Tiene riesgos. Podría señalar algunos.
7 comentarios :
No se llevan ni la humiladad ni la aceptación de la crítica.
Se llevan la suficiencia, la autocomplacencia, la soberbia, creerte que eres la o el mejor, que te mereces los aplausos y los premios...
Creo que la crítica, siempre que sea bien intencionada, objetiva, ecuánime y noble, es saludable. Naturalmente.
También sería saludable que se intentara no ser sectario y se ejerciera la crítica siendo más objetivo e imparcial,teniendo la misma vara de medir y la misma manera de enfocar los asuntos tanto para aquellos que son más afines con nuestra manera de pensar como para aquellos que difieren de nuestras ideas o "ideología". Porque lo contrario es la ley del embudo, esto es, lado ancho para los que me caen bien y lado estrecho para los que me caen mal.
Por último, creo que también es muy saludable ejercer la autocrítica, es decir, mirarnos antes que nada a nosotros mismos, y ver si no estaremos incurriendo nosotros en lo que sabiamente aparece en la descripción bíblica, esto es, ver y señalar la paja en el ojo ajeno y no encontrar la viga que llevamos en el propio.
Critica, que algo queda. Se podrán enfadar, se sentirán heridos en su amor propio etc. Pero, después, algo queda dentro. Uno no puede dejar de reconocer en su fuero interno que algo va mal cuando te lo dicen. Por ejemplo, el alcalde de Dos Torres, que se ha sentido apoyado por su partido, que muchos habrán compartido su desasosiego, su familia, amigos etc., no dejará de admitir interiormente lo que no se debió hacer y lo que sí estaba dentro de la norma. Hay que airearlo todo, que primero viene el cabreo y después la reflexión. Eso sí, con educación. Como hace Antonio. Si Antonio fustiga es porque le duelen Los Pedroches.
Tiene razón el Sr. Merino, la critica no es fácil. Y menos en nuestros pueblos. ¿hay alguien capaz de criticar al alcalde de Añora, de Alcaracejos o de El Viso por poner algún ejemplo dando la cara?. Motivos de crítica seguro que no faltan. Pero para eso hay que ser libre.
Una cosa es la crítica y otra la ofensa. Al comentario de las 11,07 no olvide usted que la justicia se ha manifestado así que si antes estaba claro ahora y si Ud. cree en ella más.
En el tema del homenaje en Dos Torres ante la cruz de los caídos franquista, la justicia no se ha manifestado, simplemente ha archivado la denuncia de IU basándose en unos argumentos que hacen sonrojar a cualquiera. Según la fiscalía, honrar a los que cayeron "por Dios y por España" no implica ninguna discriminación, porque la religión cristiana está amparada por la constitución y porque España es la patria de todos los españoles. Ole ahí tus cojones, señora fiscalía. Es como decir que enarbolar una bandera con la cruz gamada no constituye exaltación nazi, porque para los pastores preiranios de Djowi la esvástica representaba un número, y qué delito hay en honrar a los números. Es una vergüenza.
Los ofendidos no son los vecinos de Dos Torres que apoyan a su alcalde ellos sabrán por qué, ni el primer edil llorando bajo un crucifijo en el salón de plenos, sino los ciudadanos que luchan porque se haga justicia ante esta ignominia de desprecio hacia los defensores de la legalidad que se mantiene así que pasen los años.
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