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Recuerdos de La Fragua, sin renunciar a la esperanza

Gabrielle Mangeri y Javier Orcaray en su establecimiento comercial Jugo, en Córdoba [Foto: Álex Gallegos para Cordópolis].


Resulta estimulante levantarse un domingo por la mañana con esta magnífica entrevista de Juan Velasco en Cordópolis a Javier Orcaray y Gabrielle Mangeri. Aquí en Los Pedroches pocos los reconocerán por sus nombres, pero quizás les refresque la memoria saber que fueron los impulsores de aquel utópico proyecto de residencia de artistas que se llamó La Fragua y que se desarrolló básicamente en el convento de Santa Clara de Belalcázar entre 2010 y 2017. Su propuesta era tan radicalmente rupturista en el medio rural que tardó en ser comprendida e incluso aceptada, pero finalmente resultó demasiado desafiante para una clase política que lo mide todo en plazos más cortos. En Solienses -cuyo premio literario se entregó allí en 2012- ha quedado un generoso archivo de parte de lo que ocurrió en La Fragua durante esos años y, siendo ahora todo aquello un precioso recuerdo lleno de melancolía, he creado la etiqueta "La Fragua" para reunir en ella todo lo que escribí en aquellos días tan esperanzados como temerosos de que ocurriera lo que finalmente ocurrió. El devenir de aquella insólita experiencia de artistas en un medio político hostil se resume en una estremecedora circunstancia:  la escultura de Hisae Yanase que un día celebramos con alborozo hoy sirve de caseta para un perro, según se desvela en la entrevista.


Gaby y Javi (ella oriunda de Nueva York, él de Barcelona, aunque vinculado familiarmente a Belalcázar) han abierto ahora en Córdoba capital un local dedicado al comercio comunitario y, especialmente, a los vinos naturales llamado Jugo y otro enfocado de nuevo a la experiencia artística, bajo el nombre de Plata. En la entrevista hablan de todo ello y de su vivencia sobre el conflicto que suele plantearse entre la cultura del artista y la institucional. Pero también se refieren a su aprendizaje en La Fragua de Belalcázar. Todo ello desde un poso de melancolía no exento, contrariamente a lo que pudiera pensarse, de cierto anhelo de esperanza. 


Los responsables de La Fragua, Gabrielle Mangeri y Javier Orcaray (segunda y tercero por la derecha), junto con algunos de los artistas residentes, en una foto tomada en el Convento de Santa Clara de Belalcázar en 2011 durante la celebración del primer aniversario de la residencia de artistas [Foto: Solienses].

Ambos parten de una filosofía de vida contracorriente, por cuya exposición algunos los crucificarían en Los Pedroches: "La Covap ha destruido toda la biodiversidad que había en Los Pedroches y lo que genera son cultivos para alimentar a las vacas. Estamos alimentando vacas. En mi pueblo no hay garbanzos ya. Los garbanzos famosos del pueblo, ya no se cultivan. Lo que se cultiva es mucho cereal para la vaca. Mucha hierba", dice Javier, que apuesta por recuperar el cultivo hortofrutícola en el espacio periurbano.


Pero enseguida recalan en La Fragua. Gaby recuerda su primer contacto con Belalcázar: "Cuando llegué por primera vez fue: ¿qué hago con este hombre en este sitio tan horroroso que huele a mierda de vaca? Pues mira, de Belalcázar me fui llorando. Nos fuimos los dos llorando. Fue durísimo venir los dos aquí a Córdoba. Teníamos ese contacto, los amigos, la huerta, la gente que venía, la naturaleza, el silencio (...) Yo jamás pensé que iba a poder echar tanto de menos aquello". 


Y luego, este pasaje de la entrevista:


Pregunta. ¿Y ahora qué sentís cuando volvéis a Belalcázar?

JAVI. Estamos pasando el trauma. Yo ya me estoy recuperando un poco.

GABY. Es que fue muy difícil. Creo que necesitamos unos años más para ver en qué metimos la pata con La Fragua. Evidentemente no fuimos perfectos, pero fue muy doloroso la forma en que terminó. Además, es todo como muy metafórico. Javi hizo toda la mudanza solo en un brote de locura. Y cuando volvimos dos semanas después a coger esquejes de la huerta -y en La Fragua recuperamos todo el espacio exterior hasta convertirlo en un huerto jardín increíble- habían arrasado con toda la huerta. Todo, tío, todo. Estaban echando herbicida, quemando ramajes… Fuimos con Uma (una de sus hijas), que cuando vio aquello empezó a llorar. Y yo solo decía: “No me lo puedo creer”. Hoy me pregunto qué problema de comunicación tan profundo tuvimos con el Ayuntamiento, sobre todo con el alcalde. O sea, mi sensación fue que el alcalde necesitaba tener el poder y, por una cuestión de celos hacia nosotros, se chafó todo. O sea, todo fue muy triste. Y ahora, después, ha acabado allí una asociación de cetrería que tiene aquello lleno de jaulas con pájaros atados. Más metafórico imposible. Allí hay una escultura de Hisae Yanase para hacer de casa de un perro. 


Pregunta. Entiendo que todavía estéis pasando el duelo.

GABY. Hostia, el duelo y un enfado… Un desprecio absoluto hacia un trabajo que hizo. 

JAVI. Yo lo veo ahora un poco más desde la tranquilidad y la equivocación es que necesitas saber comunicarte con la institución. Y si tú llegas con un brío y una energía y estás comiéndote el mundo como nos lo comíamos nosotros -y, de repente, venga peña a llegar al pueblo, venga creación, venga investigación, venga impulso económico-, la institución se queda como: ¿Cómo es esto? No me entero.


Pregunta. ¿La Fragua no era un proyecto municipal? 

JAVI. No, no. La Fragua fue un proyecto autogestionado. La ayuda primera -que fue donde creo que la cagamos-, fue que, tras conseguir la cesión del convento, para el que necesitábamos el papel de las monjas y el papel del Ayuntamiento, solicitamos una casa para que duerman los artistas. Allí, en el pueblo, hubo un intelectual que dejó para el pueblo una casa para uso cultural. Y nuestra propuesta fue: Déjanos la casa porque esto es lo que complementa el proyecto. Era una casa que estaba cerrada y que ahora está cerrada, pero que, insisto, se cedió al Ayuntamiento para uso cultural. Nosotros cometimos el error de cálculo de firmar un contrato económico. Y llegó un momento en que dejamos de pagar ese contrato económico porque era abusivo y porque era imposible sacar la actividad continuando con aquello y porque no tenía ni pies ni cabeza. ¿Al final qué queda? Pues que para irnos de allí, el alcalde dijo: “Vamos a decir que no tenéis deuda de la casa”. 


Javi y Gaby andan todavía preguntándose qué fue lo que falló, por qué aquello tuvo el final que tuvo. Hablan de "roces" con el Ayuntamiento y la Diputación, aunque en el fondo se trasluce algún tipo de desencuentro económico. "A los políticos les encantan los artistas. Hasta que piden cobrar por su trabajo", apunta el periodista. Y mientras Javi ríe, Gaby se muerde la lengua: "Yo no puedo hablar de esto, porque voy a meter la pata". Pero hablan de la fiebre que les entró a los ayuntamientos por crear museos, museos que están siempre cerrados y hay que pedir la llave para poder verlos: "Montar un museo, una estructura que después no tenga vida, es dinero público tirado al wáter", sentencia Javi. Del museo que iba a hacerse en la parte del convento que ocupaba La Fragua, nunca más se supo. Bueno, se supo que el Ayuntamiento ya ni siquiera dispone de ese espacio, porque las Clarisas lo han recuperado.


Y, sin embargo, no renuncian a la esperanza de un futuro de nuevo en Belalcázar. "Me encantaría volver a reorganizar todo -confiesa Javi-. Ahora se ha abierto una nueva oportunidad, que le toca a la Junta, que es diseñar el plan de uso del Castillo de Belalcázar. O sea, el castillo ya está abierto. Ahora sale en prensa que está aprobado el proyecto museográfico, pero eso no puede quedarse en visitas guiadas, sino que es más saludable apostar por una infraestructura que genere actividad cultural. ¿Nos enteramos o no nos enteramos? Que yo siempre lo he dicho: Nosotros no nos inventamos nada. A nosotros nos gusta copiar lo que funciona. Tienes allí un castillo que es un caramelo para organizar un pedazo de festival de verano, por ejemplo. Pero yo no oigo nada de eso". 


Ni lo oirás, querido Javi. Ni lo oirás.

3 comentarios :

Anónimo | lunes, junio 07, 2021 2:48:00 p. m.

Compaginar lo público con lo privado siempre ha sido difícil.
Cuando se trata de cultura, entonces, ¿todo vale?.
Simplificando, un filántropo belalcazareño entrega para al pueblo de Belalcázar un patrimonio, dentro de éste una vivienda, que usa y disfruta una entidad privada, La Fragua, a cambio de una renta. Dicha renta, se deja de pagar por excesiva ¿?. El espacio ahora en Córdoba es gratis? La Fragua no cobraba a sus residentes?.
Beneficio directo sobre el pueblo de Belalcázar, vamos a ver, no he sido muy consciente de ello, pero la vida cultural de Belalcázar no despegó por ello.
Suerte con esta nueva andadura, cuando termine otra habrá.

Anónimo | lunes, junio 07, 2021 2:53:00 p. m.

Cuanto me recuerda a los colectivos culturales que proliferaron por estos lares en los ochenta. Es o no es....

Anónimo | domingo, junio 13, 2021 10:55:00 a. m.

La Fragua vivió de espaldas a Los Pedroches sin hacerlos partícipes de las experiencia... Si preguntáis al público en general ¿Cuántos sabrían decir lo que fue? Era un proyecto para gente de fuera, para el lucimiento personal donde si ibas solamente veías a gente de Córdoba (amigos de los que la gestionaban), como un instituto, y ojo no veo mal la idea ni digo que algunos artistas intentaran interaccionar con el entorno, pero sí digo que como concepto no valió para nada a esta tierra. ¿A cuántos artistas de Los Pedroches se les informó o se les propuso una plaza? Si vuelven, pues más de lo mismo será, aunque si nos tienen en cuenta (a Los Pedroches) bienvenidos, si no continuará siendo un patio de instituto.

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