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se disipó el incienso
y se extinguió el sonido
de la última corneta,
el dinosaurio estaba aquí
todavía, por siempre.
Incendio en una alameda del término de Belalcázar
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Este mediodía se ha producido un Incendio agrícola que ha afectado a una
zona de Álamos, en el término municipal de Belalcázar, en el paraje del
Puente...
Hace 3 horas
8 comentarios :
Antonio emulando a Monterroso.
Encuentro también una referencia a Machado en el último verso.
Prometía El Reino, pero vino La Iglesia.
No entiendo nada de lo que queréis decir con este articulo y comentarios. Muchos de los que aquí participamos tenemos muy limitada la capacidad de comprender si no se explica claro ya que apenas pudimos ir a la escuela porque nos criamos en el franquismo y teniamos que trabajar desde muy niños para ayudar en casa . Maldita dictadura.
Pues es muy sencillo de entender, Antonio se basa en el microcuento del poeta guatelmalmeco Augusto Monterroso que dice:
"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí".
Tanto la versión original de Augusto Monterroso como la mejorada de Antonio están cargadas de gravedad y profundidad. Según se puede interpretar en las tres primeras líneas hay mucha solemnidad a la vez que algo pasado, extingido y etéreo como contraposición a la pesadez y gravedad de la cruda realidad, del dinosaurio. Corresponden a la Semana Santa y por extensión a la Iglesia. En ese tiempo hemos estado adormecidos y ya hemos despertado. En cuanto al dinosaurio, hay que darle libre interpretación: La contaminación, la ganadería intensiva, ...., sea como fuere es un dinosaurio con los pies de barro.
Quizá no sea tan fácil de entender.
Habla usted por Antonio,ustedes sabrán pero no lo haga por los comentaristas a menos que sea uno de ellos.
Por otro lado.
Víctimas y llorones hasta los cojo...
Agradezco su esfuerzo por aclarar lo de este artículo, pero nada, sigo sin entender nada. Que le vamos hacer... Gracias de todas formas maneras, estimado anónimo.
Cuando se apagaron los cirios,
se disipó el incienso
y se extinguió el sonido
de la última corneta,
el dinosaurio estaba aquí
todavía, por siempre.
Emergió como un nido de cianobacterias,
residuos tóxicos adheridos a su piel fósil,
exhalando una niebla densa
de memorias corruptas y promesas oxidadas.
Sus pasos, pesados como el juicio de los siglos,
retumbaban en un mundo sin testigos,
donde la fe era polvo,
y el eco, apenas un espasmo de lo que fue vida.
Nada quedaba sino su sombra,
extendida como un sudario sobre los escombros,
vigilando con ojos vacíos
el lento hundimiento de la última esperanza.
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