La reivindicación de un clásico
Viene apreciándose en los ultimos tiempos una feliz recuperación editorial de la obra de Andrés García de la Barga y Gómez de la Serna, Corpus Barga, que va unida a un creciente interés por su persona. El año pasado se reeditó su monumental autobiografía Los pasos contados (Visor/Comunidad de Madrid), a la que ya me referí en otro comentario, y este año aparece Viajes por Italia (Renacimiento), una colección de artículos periodísticos "modélicos, cultos, repletos de inteligencia, penetración y sabiduría, concisos y bienn escritos", en opinión de Rafael Conte, resultado de sus viajes a Italia entre 1920 y 1935. En 2002 se publicó otra colección de artículos bajo el título de Paseos por Madrid (Alianza Editorial), en los que describe, según la nota editorial, "desde perspectivas inéditas, calles y plazas tantas veces recorridas, y va dejando constancia de los cambios que observa, sin dejar de criticar aspectos de sorprendente perennidad".En 2001 Isabel del Álamo Triana publicó una completa biografía bajo el título Corpus Barga, el cronista de su siglo (Universidad de Alicante), en la que aporta documentos inéditos hasta la fecha. Reproduzco a continuación un fragmento del capítulo primero que se refiere a la estancia del autor en Belalcázar:
Su familia comenzó a alarmarse por el comportamiento radical del joven y por su simpatía con el movimiento anarquista. Corpus era, como muchos otros jóvenes escritores de los que surgieron aquellos años en la prensa madrileña, un dinamitante de la sociedad española. Para su familia, esta actitud fue muy difícil de soportar, pues iba frontalmente en contra de sus principios más arraigados.
Por ello, decidieron enviarle una temporada al pueblo en el que se encontraba su casa solariega, Belalcázar, situado “en la zona norte de la provincia de Córdoba, dentro de la comarca conocida popularmente como Valle de los Pedroches y limitando con Extremadura”. En este pueblo de la Andalucía de principios de siglo, que vivía fundamentalmente de la ganadería -un mundo de terratenientes, pastores y en el que su familia poseía algunos latifundios-, tomó notas para la redacción de la que sería su siguiente novela: La vida rota.
Corpus Barga nunca dejó de amar estas tierras cordobesas. Al pueblo de su familia, Belalcázar, viajaría en numerosas ocasiones a lo largo de toda su vida. Desde que era un muchacho hasta que fue un anciano. Corpus Barga necesitaba volver allí. Con todo lo cosmopolita que fue, Belalcázar siempre estuvo presente en su vida y le faltaba tiempo para ir a reencontrase con su pasado en aquellas tierras andaluzas.
El pueblo, en estos años de principios de siglo XX, representaba para el joven Corpus, ácrata y rebelde, recién despierto a una conciencia social, el atraso con respecto a Madrid, un lugar que no se había transformado, que no había cambiado. Sin embargo, al mismo tiempo, equivalía a un mundo de autenticidad que siempre valoró y necesitó. A pesar de ese atraso real en que el pueblo se encontraba con respecto a la capital, Corpus apreció lo que había de bueno en ese mundo. Además, le sirvió también para abrir los ojos a la realidad social de los campesinos y ganaderos de aquellas tierras, de su mundo, frente al del señorito burgués que venía que era casi el amo de todo el pueblo.
Este sentimiento de admiración y cariño por Belalcázar lo transmitió, a su vez, a su mujer y sus hijos, que apreciaron también la belleza de aquellas tierras, la hermosura que se desprendía de la rudeza, como recordaría Rafaela, la hija de Corpus, muchos años más tarde:
"Mi padre y su hermana Lala eran grandes jinetes, sobre todo ella, y Andrés y yo heredamos ese gran placer, montábamos a menudo a pelo, a cabalgar como salvajes en esos campos secos comparados con los franceses y que al atardecer se volvían violeta, a la hora en que las mozas iban con su cántaro en la cabeza o cadera, dependía de la habilidad de buscar agua al pozo y que los mozos las acechaban".
En el retiro de la Casa Grande, la familia esperaba que Corpus reaccionara y rectificara su rebelde actitud. Sin embargo, nada podía hacerle ya cambiar. Su vida se había decidido y determinado quizás ya en este momento.
Tras una temporada en Belalcázar, decidió escaparse de España. Se embarcó en Lisboa en un paquebote bordelés llamado “Magellan”, de las Mensajerías Marítimas francesas. Tras algunas escalas en Dakar, Río de Janeiro y Montevideo, llegó a su destino: Buenos Aires.
Por lo demás, en Internet pueden encontrarse dispersos por aquí y por allá algunos de sus artículos. Me ha resultado emocionante su crónica sobre el II Congreso Internacional de Escritores celebrado en Valencia en 1937.
0 comentarios :
Publicar un comentario