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Cuaresma, comienza el espectáculo

La frase, en el diario Córdoba de hoy, no tiene desperdicio: "La actividad más importante de la Cuaresma en Pozoblanco será este año el espectáculo que pondrán en escena Cantores de Híspalis el viernes 13, a partir de las 22.00 horas, en la Caseta Municipal". Hasta qué punto de degradación del sentido de las cosas hemos podido llegar para que alguien pueda escribir sin rubor algo así. Hay que darle la razón, pues, al comunicante anónimo del Foro de Pozoblanco que denuncia el espectáculo -en el peor sentido de la palabra- en que ha llegado a convertirse la Semana Santa en algunos pueblos.

En la mayoría de los pueblos de Los Pedroches, donde han alcanzado un mayor desarrollo las fiestas populares relacionadas con la exaltación de la naturaleza y la fecundidad de la tierra, la Semana Santa no ha constituído tradicionalmente en su manifestación externa una celebración destacable dentro del ciclo festivo. La sencillez y la sobriedad castellana eran las notas más sobresalientes de sus rituales, como corresponde a una comarca donde la expresividad estética del barroco dominante en la Semana Santa andaluza no ha conseguido imponerse en ninguno de sus ámbitos. Sólo desde hace unos pocos años, debido a influencias foráneas que tienden a una estandarización no sólo de los usos y costumbres sino también de los modos de exteriorizar los sentimientos, incluidos los religiosos, la actividad externa de la Semana Santa ha iniciado un nuevo desarrollo, con la creación de nuevas hermandades o la revitalización de las ya existentes y, sobre todo, con la adopción de las formas externas propias de una Semana Santa andaluza que aquí sólo había empezado a ser mayoritariamente conocida gracias a la televisión.

Con ello, se ha dotado a la Semana Santa de una dimensión de espectáculo muy poco acorde ni con la sensibilidad religiosa de la comarca ni con las formas estéticas propias de nuestros pueblos. Una vez más, lo autóctono ha sido vencido por lo foráneo. Esos vítores, esos aplausos, esos bailes por las calles de Pozoblanco y otros pueblos de Los Pedroches producen vergüenza en muchos de quienes los contemplan, por sentir que asisten a algo impuesto por la moda, que no surge de sentimientos sinceros ni de una tradición arraigada, sino que viene de la mano de un comportamiento imitativo superficial y frágil.

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