Cambio de sede
Cerro del Cuerno/15Aunque la actual Mancomunidad de Municipios de Los Pedroches se constituyó formalmente en 1993, me gusta pensar que su germen primigenio nació de aquellos convulsos días de abril de 1988 en los que un pacto, que alguien bautizó como el “espíritu de Añora”, por haberse forjado en este ayuntamiento, llevó a todos los alcaldes de la comarca, con el apoyo expreso de la población, a encerrase durante tres días en el ayuntamiento de Pozoblanco como protesta, entre otras precariedades, por el estado de las carreteras y por la situación del hospital comarcal. Rafael Moreno López, entonces alcalde de Añora, fue el portavoz de aquella unión y, como representante de una nueva generación de políticos surgida a finales de los ochenta y procedente en buena parte de colectivos culturales de mente inquieta y muy abierta, fue luego el primer presidente de la Mancomunidad, que precisamente celebró en Añora su acto de constitución el 23 de diciembre de 1993. Que la sede de la Mancomunidad estuviera en Añora no era, por tanto, algo circunstancial: respondía a una vinculación histórica y emocional con sus orígenes y su espíritu, basados todos ellos en el deseo de unidad, diálogo y prosperidad.
El cambio de sede de la Mancomunidad, contrariamente a lo que algunos quieren sugerir, no es un hecho carente de significado, como nunca lo son los símbolos. Con él se resta identidad a la institución, que de este modo parece convertirse más en un apéndice de las funciones del alcalde que ostente la presidencia en cada momento que en una entidad autónoma representativa de los intereses comarcales. Ni criterios geográficos, ni históricos ni políticos justifican este cambio que, sin disculpar la actuación del Ayuntamiento de Añora al no haber sabido defender suficientemente algo que desde el punto de vista representativo era muy importante para el pueblo, demuestra ahora la primacía en la institución mancomunada de los criterios partidistas (y nótese que no digo criterios políticos, que son otra cosa) sobre los intereses comarcales. Pues el cambio, estimo, no sólo desvincula a la institución de sus orígenes sino que abre un peligroso precedente de inestabilidad para el futuro, si cada vez que cambien las mayorías (o, peor aún, cada vez que cambie el presidente) hay que trasladar la sede, con los perjuicios de administración e imagen que ello puede llevar consigo. Y, sobre todo, nos devuelve a un escenario innecesario de vencedores y vencidos, dividido y tenso, tan distinto de la unidad que, hace ahora dieciséis años, se logró en aquella Añora de los últimos ochenta.
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