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Quixote

Cerro del Cuerno/31

A pesar de que todos llegamos ya al cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote con una cierta saturación de celebraciones dado el temprano comienzo del aniversario, no estaría de más recordar la relación que la inmortal obra de Cervantes guarda con nuestra tierra. Aunque parece que el caballero manchego nunca llegó a cruzar en sus andanzas la frontera cordobesa, sabemos que anduvo cerca. En concreto, tras la “quijotesca” liberación de los galeotes (capítulo 22 de la primera parte), el caballero y su escudero se refugian en las sierras de Fuencaliente, donde don Quijote se entrega a la penitencia y al desatino. La zona era conocida por Cervantes gracias al Camino Real de la Plata de Madrid a Sevilla, que el escritor recorrió en varias ocasiones y que atraviesa por el este Los Pedroches, pasando por Conquista y Cardeña. Pero la gran relación de la novela cervantina con la comarca se encuentra ya en las primeras páginas del libro, en la dedicatoria. En unas líneas llenas de tópicos y copiadas en buena parte de Fernando de Herrera, Cervantes dedica su obra al Conde de Belalcázar, a la sazón también Duque de Béjar y marqués de Gibraleón, entre otros títulos. Ostentaba el señorío por entonces Alonso Diego López de Zúñiga y Sotomayor, al que también Góngora le dedicó su poema Soledades. A pesar de esta predilección hacia su persona por parte de tales príncipes de las letras españolas, no parece que el noble fuera muy aficionado a los libros y, habiendo muerto en 1619, ni tan siquiera se dio cuenta quizás de que su nombre encabezaba obras tan sobresalientes de la literatura universal. Esta displicencia del conde, sin embargo, no ha evitado que el nombre de Belalcázar (o Benalcázar, como aparece en la edición original) se haya relacionado durante mucho tiempo, siquiera a causa de tan indirecto motivo, con la novela mayor de Cervantes, con lo que ello supone de prestigio y difusión universal. Siendo, pues, el conde de Belalcázar el destinatario de la obra literaria a la que durante el año próximo se van a dedicar miles de actos conmemorativos en los que se invertirán probablemente millones de euros, muchos de ellos en pura pamplina y parafernalia inútil, me pregunto si, con el concurso de las administraciones local, provincial, autonómica y central, no podría dedicarse un pequeño esfuerzo presupuestario para la definitiva rehabilitación y puesta en valor del hermoso castillo que durante siglos sirvió de morada a los tenedores del condado, constituyendo ello una obra de justicia al reclamo actual de muchos pedrocheños que merecería sin duda la aprobación del andante caballero don Quijote.

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