Andaluces

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Bandera de Andalucía en el Ayuntamiento de Pedroche.
Foto: Pedro de la Fuente.

"Más de la mitad de los andaluces cree que se debe reformar el Estatuto para lograr más autogobierno", decía el titular de El País el sábado pasado al reseñar los resultados del Estudio General del Opinión Pública de Andalucía realizado por el Centro de Análisis y Documentación Política y Electoral de Andalucía, dependiente de la Universidad de Granada. En el cuerpo de la noticia, sin embargo, se dice luego:

El estudio revela que el Estatuto es una norma más bien extraña para los andaluces. Sólo un 3% asegura que lo conoce muy bien frente al 41% de los que eligieron la opción "poco bien" o el 37% que se encuadran en el "nada bien". A pesar de ello más de la mitad (el 52,3%) piden un grado de autonomía mayor que el actual y creen conveniente que se reforme para darle "una mayor capacidad de autogobierno".

Es el esperpento de las encuestas, forzadas siempre a decir lo que queremos. O sea, aunque el 78% de los andaluces conoce el Estatuto "poco o nada" bien, más de la mitad creen que se debe reformar. En realidad, en este aspecto sólo sería válida la opinión de 3% que asegura conocerlo "muy bien", puesto que cómo se va a pedir la reforma de una cosa que no se conoce. Pues, reformarla en qué sentido, para corregir qué, si no sabes si eso ya está o no. Y pudiera ocurrir, sencillamente, que no hubiera que reformar nada, sino simplemente aplicar lo que ya hay. Y conste que aquí yo también hablo por hablar, pues, aunque no me han preguntado, pertenezco al 37% que no conoce nada de nada.

Lo que veo es que, como en tantas otras ocasiones, los políticos andan en su mundo virtual absolutamente desligados de lo que preocupa realmente a la gente. Mientras ahí andan como si en ese tema de la reforma del Estatuto nos fuera el alma, no se percibe entre la población la más mínima preocupación por el asunto. Vamos, que nunca, absolutamente nunca, he sido testigo de ninguna conversación en la que se discuta sobre el estatuto de Andalucía o se haga a él la más mínima referencia. El Estatuto, y no sólo el andaluz, pertenece únicamente al limbo de la política, esa ucronía. Si los políticos bajaran a la tierra, si supieran, por ejemplo, lo que pasa en las escuelas, la situación a la que están sometidos maestros y profesores, el presidente no se habría quedado tan "perplejo" porque una profesora haya sido denunciada por enseñar en clase el himno andaluz.