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La niebla

Cerro del Cuerno/56

Alejandro López Andrada acaba de publicar un nuevo libro, Los años de la niebla. La obra, que estilística y temáticamente es continuadora de su anterior éxito editorial El viento derruido, está siendo objeto de una campaña de promoción inédita hasta este momento para autores comarcales o libros sobre la comarca: presentaciones en Madrid y Sevilla de la mano de escritores como José Manuel Caballero Bonald o Julio Llamazares, una entrevista en el diario El País, un reportaje en el informativo de mediodía de Canal Sur, además de los lógicos actos de presentación en nuestros pueblos y reseñas en los medios locales, comarcales y provinciales. Ya no hablamos, pues, de un autor local, aficionado a escribir y que con esfuerzo consigue que su ayuntamiento o su diputación le publique unas hojas pergeñadas en románticas noches de insomnio. Estamos, por el contrario, ante la obra de un autor ganador de numerosos premios de poesía otorgados por jurados presididos por los más insignes representantes de la literatura castellana del momento, que tiene como referentes a Rulfo, Magris y Handke, que se codea con la flor y nata de los narradores contemporáneos, algunos de los cuales escriben para sus libros afinados prólogos llenos de elogios sin matices.

Al juzgar la obra de Alejandro, por tanto, no podemos comportarnos con la generosidad y benevolencia reservada a la creación de aquel ingenuo aficionado a escribir versos sobre la virgen de su pueblo o a descifrar a su modo los enigmas de la historia de su localidad, sino que habremos de afrontarla con el rigor y las herramientas que nos proporciona la misma crítica literaria que utilizamos para analizar la obra de autores mayores, de escritores consagrados que al editar un libro se enfrentan a la opinión incierta de un público lector y especializado. Así debe entenderlo también el autor, encontrando en la crítica rigurosa y severa de su obra un aliciente para continuar, un estímulo para mejorar. Entonces, cuando se analice Los años de la niebla, no debería hablarse de los pastores, de sus infrahumanas condiciones de vida, de su sometimiento al amo y de su amor a la naturaleza, sino de la pertinencia del estilo que utiliza el autor para contarlo, de si existe emoción en las situaciones que presenta, de la posible o imposible sensibilidad de sus palabras, de la sinceridad o no de su discurso, en fin, de los mimbres que tejen la crítica literaria. Así estaremos enfrentándonos con rigor a la creación artística de un escritor consolidado. De otro modo, estaremos practicando la misericordia que sólo merecen los balbuceos del erudito local que vuelca en un elogio inmoderado a su tierra sus deseos de gloria literaria.

1 comentarios :

Anónimo | sábado, octubre 29, 2005 9:32:00 p. m.

No sé,no sé, D. Antonio, pero atisbo que está preparando el terreno para una crítica que se supone feroz.
Está en su derecho, ya sabe lo que opino de lo políticamente correcto, pero su comentario parece -es- una advertencia de cómo hará su juicio literario.

Es usted una buena persona - al igual que Alejandro-, por eso nadie dudará de su única intención literaria de la misma forma que Alejandro comprenderá que el rigor crítico siempre no le será favorable. Sólo así será usted creíble y Alejandoro mejorará su escritura.

Un abrazo a los dos de este pelota.

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