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Cerro del Cuerno/55

Admiro el valor de la gente que abre caminos, que son los primeros. El ser humano, por naturaleza, tiende a lo conocido, a transitar por sendas trilladas, donde todos los peligros han sido ya censados y catalogados. Enfrentarse a lo nuevo exige siempre un grado de arrojo que no a todos ha sido dado, pues al otro lado de ese salto al vacío puede esperar tanto el éxito como el fracaso, y no cualquiera está preparado para afrontar esa angustia del porvenir.

En estos días de Hispanidad he leído la historia de Gaete, singular personaje, quizás legendario, del que sólo conocemos su apellido o sobrenombre, basándose en el cual Juan Ocaña lo hace natural de Belalcázar. Según Grandmontagne, se trata de uno de los colonizadores de Argentina, que contribuyó en buena medida al inicio de la cabaña ganadera de aquel país. En Los inmigrantes prósperos, se cuenta cómo Gaete condujo un rebaño de vacas desde las orillas del Plata al centro de Paraguay, atravesando desiertos y ríos como el Paraná, por lo cual es tenido en Hispanoamérica como símbolo del pastor insuperable. Hoy, desde la lejanía de los siglos, las proezas de aquellos esforzados conquistadores se contemplan con el severo juicio de otro modo de entender la historia y la sociedad, pero quienes acudieron a la llamada de las oportunidades que ofrecía el nuevo mundo eran sin duda las personas más intrépidas de su tiempo, las más arriesgadas, las que no dudaron en abandonar la comodidad de un mundo resuelto para aspirar a algo mejor, sin desconocer que esa búsqueda podía también finalizar con la derrota al otro lado del abismo. Pedro de Moya y Contreras, natural de Pedroche, abandonó su confortable puesto de inquisidor de Murcia para marchar a Méjico, donde, nombrado arzobispo, se puso al otro lado para comprender a los naturales del lugar y, habiendo aprendido su lengua, llegó a nombrar indígenas para ocupar cargos de oficiales, tan en contra de lo habitual en su tiempo. Y qué decir de Sebastián de Belalcázar, que con gran escasez de medios y apenas doscientos hombres logró conquistar amplios territorios de Ecuador hasta entonces no pisados por el invasor castellano. Son ejemplos de osadía feliz, de valentía necesaria para que el ser humano progrese en conocimientos y amplíe sus horizontes de libertad. Ejemplos de personas que con su paso adelante abren a los demás caminos nuevos por los que transitar, asumiendo el riesgo de ser los primeros en cruzar por lo desconocido. Como María Dolores y María Elena, las primeras también en transitar por terrenos inexplorados, pioneras en aventurarse en un mundo de riesgos desconocidos. Valientes.

1 comentarios :

Anónimo | domingo, octubre 16, 2005 11:35:00 p. m.

http://www.diariocordoba.com/noticias/noticia.asp?pkid=209685

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