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Escrita en su mayor parte bajo un modelo patriarcal, la Historia ha resultado muy injusta con las mujeres. Pero lo más grave de ello es que las lagunas y eclipses que aún arrastran las crónicas obedecían a una situación social de iniquidad y dominación. En realidad, el reflejo histórico de la pluralidad femenina sólo comienza a ser auténtico, libre de corsés, contaminaciones o tutelas, cuando por ellas mismas logran el reconocimiento como seres libres, con igualdad de derechos y ciudadanía plena. Antes de ese hito, ni siquiera las sobresalientes pudieron ser retratadas como se merecían -ya fueran de poderosas estirpes, ilustradas o pioneras de la libertad-, lo cual ayuda a medir la gigantesca deuda que se salda al incluir a las mujeres, la mitad del mundo, en la historia con mayúsculas.

Portada del libro MUJERES CORDOBESASCon estas palabras inicia Francisco Pulido, presidente de la Diputación de Córdoba, su prólogo al libro Mujeres cordobesas. Su contribución al patrimonio, editado recientemente por la institución provincial y la Asociación Cordobesa de Cronistas Oficiales. El libro, en dos tomos, está compuesto por una serie de semblanzas biográficas de mujeres cordobesas que han destacado por alguna razón a lo largo de la historia y, como suele ocurrir en este tipo de obras colectivas, la valía de los artículos que lo componen es diversa. Lo primero que me ha llamado la atención ha sido que, de los 50 artículos que se incluyen en la obra, tan sólo 8 han sido escritos, total o parcialmente, por mujeres, lo que quizás ínvalidaría en parte el objetivo inicial del proyecto, que sería, siguiendo las palabras del presidente de la Diputación reproducidas arriba, evitar el modelo patriarcal bajo el que tradicionalmente se ha escrito la historia.

Por lo que a Los Pedroches se refiere, en el libro se incluyen las biografías, por un lado, de tres mujeres ilustres: Sor Felipa de la Cruz (por Manuel Rubio Capilla), Marta Peralbo (por Manuel Moreno Valero) y Juana Castro (por Joaquín Criado Costa). Por otro, Ramón Campos Caballero se detiene en un grupo de "mujeres de Torrecampo", mujeres que "no hicieron nada extraordinario, digno de salir en la prensa. No fueron vidas heroicas. No alcanzaron fama ni dinero, pero su labor diaria, su entusiasmo en el trabajo y su profunda abnegación la pusieron al servicio de la sagrada profesión de enseñar, educar, sembrar". ¿No fueron vidas heroicas?. Veamos: en la escuela de doña Francisca, en los años cuarenta y cincuenta, estaban inscritas todas las niñas del pueblo de siete a catorce años, y algunas mayores. Total, más de quinientas. La asistencia media a clase era superior al cincuenta por ciento: más de doscientas cincuenta. "Pero ella con su paciencia franciscana, su bondad acogedora, su capacidad de aguante sin límites y dedicación plena conseguía armonizar aquel gallinero, jaula de grillos y casa de locos".

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