Mujeres
Escrita en su mayor parte bajo un modelo patriarcal, la Historia ha resultado muy injusta con las mujeres. Pero lo más grave de ello es que las lagunas y eclipses que aún arrastran las crónicas obedecían a una situación social de iniquidad y dominación. En realidad, el reflejo histórico de la pluralidad femenina sólo comienza a ser auténtico, libre de corsés, contaminaciones o tutelas, cuando por ellas mismas logran el reconocimiento como seres libres, con igualdad de derechos y ciudadanía plena. Antes de ese hito, ni siquiera las sobresalientes pudieron ser retratadas como se merecían -ya fueran de poderosas estirpes, ilustradas o pioneras de la libertad-, lo cual ayuda a medir la gigantesca deuda que se salda al incluir a las mujeres, la mitad del mundo, en la historia con mayúsculas.

Por lo que a Los Pedroches se refiere, en el libro se incluyen las biografías, por un lado, de tres mujeres ilustres: Sor Felipa de la Cruz (por Manuel Rubio Capilla), Marta Peralbo (por Manuel Moreno Valero) y Juana Castro (por Joaquín Criado Costa). Por otro, Ramón Campos Caballero se detiene en un grupo de "mujeres de Torrecampo", mujeres que "no hicieron nada extraordinario, digno de salir en la prensa. No fueron vidas heroicas. No alcanzaron fama ni dinero, pero su labor diaria, su entusiasmo en el trabajo y su profunda abnegación la pusieron al servicio de la sagrada profesión de enseñar, educar, sembrar". ¿No fueron vidas heroicas?. Veamos: en la escuela de doña Francisca, en los años cuarenta y cincuenta, estaban inscritas todas las niñas del pueblo de siete a catorce años, y algunas mayores. Total, más de quinientas. La asistencia media a clase era superior al cincuenta por ciento: más de doscientas cincuenta. "Pero ella con su paciencia franciscana, su bondad acogedora, su capacidad de aguante sin límites y dedicación plena conseguía armonizar aquel gallinero, jaula de grillos y casa de locos".
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