Sabores

Sabores

Durante la comida previa a la deliberación (¡ay!, se nos olvidó quitar la silla).

Si uno se plantea las cosas sin excesivas pretensiones, resulta todo más sencillo. Ayer nos reunimos a comer, por cortesía de La Puerta Falsa, y la junta se alargó hasta las siete de la tarde. Hablamos de literatura, de libros, pero también de arte, de viajes, de palabras, de Los Pedroches, del tren y del futuro. Los temas se enlazan con la cadencia que marca el paté de perdiz y la teja de carnes ibéricas. Cualquier recelo que pudiera existir al comienzo desaparece tras el cuarto sorbo de espontaneidad. Así se entrelazan los hilos de la cultura: personas diversas unidas para un mismo fin, gentes que son capaces de metabolizar las opiniones diferentes y sorprender por caminos inesperados.

Hubo disquisiciones sobre los libros candidatos y, siendo secretas las deliberaciones del jurado, no cumple aquí desvelar los misterios. El examen riguroso de cada obra no permitió unanimidad. Los relatos de la salamandra obtuvieron mayor favor, sabiendo que los demás autores tendrán también nuevas oportunidades en el futuro. El Premio Solienses suma así un nuevo título a su pequeña colección ya de tres. Tres títulos que son historia de Solienses, historia de Los Pedroches y de su literatura.


Un encantador rincón de "La Puerta Falsa".

El Premio en los medios

Pedro Tébar se alza con el galardón Solienses 2009 (Córdoba, 10/3/09)
Pedro Tébar obtiene con 'Canción de la madre del agua' el premio Solienses (El Día de Córdoba, 10/3/09)
"Canción de la madre del agua" de Pedro Tébar gana el Premio Solienses 2009 (Blog de Punto Radio Pozoblanco, 9/3/09)
Premio Solienses de Literatura para Tébar (Blog Siete Villas, 9/3/09)
El libro Canción de la madre del agua de nuestro paisano Pedro Tébar ha obtenido el Premio Solienses 2009 (Villanueva de Córdoba en la Red, 9/3/09)



Los arrieros y los buscadores de plata llegan a las ventas y no saben qué día es de la semana. Saben que viajan por un País donde las piedras afloran entre los encinares y las canteras aún están vírgenes. Junto a los arrieros y los mercaderes, los peregrinos y los ganaderos que se acercan a las posadas y a las ventas para comprar semillas y vender hortalizas, llegan también los que fueron mineros y ahora desentierran tesoros. Todos miran al frente. Es un camino largo que llega hasta Toledo. De vez en cuando, en las encrucijadas, les salen al encuentro cetreros medievales que llevan en la mano un gavilán. Los miran confundidos. Luego el cetrero desaparece y queda el gavilán sobrevolando el cielo, como el guardián más fiel de este País de la Piedra Vieja y Olvidada.

En la venta hay comida y hay vino. Hay bodega y hay cuadra. Duermen los animales y sus dueños sobre el mismo lecho de paja en las noches de frío. Cuando el mochuelo de las doce canta desde los roquedales, los arrieros oyen repiquetear en el cristal de la ventana piedras pequeñas que les quitan el sueño. Salen al exterior para desentrañar aquel misterio pero sólo ven las sombras y el ruido de los animales domésticos que el ventero alimenta. Cuando entran en la venta de nuevo, una mujer muy vieja, en el suelo empedrado de la cocina, junto a la chimenea, monda patatas y las va dejando caer con lentitud en la olla del agua que hierve. Cuando entran en la venta de nuevo y se dejan caer sobre la paja y se arropan con la manta raída y se duermen, alguien tira con suavidad de la manta y la va deslizando sobre sus cuerpos. Gritan de espanto los arrieros. Al día siguiente miran a las ventanas traseras de la cuadra y las ven abiertas, habrá sido el viento.

[Comienzo de Canción de la madre del agua]