Ganarse el cielo en Valdefuentes
La Virgen de las Cruces saliendo de su ermita de Santa Eufemia, ayer.
Dada la inabarcable oferta festiva de este domingo en Los Pedroches, había que elegir. Recuerdo que otros años ya estuve en la romería de la Antigua de Hinojosa del Duque, en el Domingo de Loreto de Dos Torres, en la romería de la Divina Pastora de Villaralto y la romería de Veredas en Torrecampo. De las celebradas hoy, sólo me quedaba por asistir a la romería de la Alcantarilla en Belalcázar y la de la Virgen de las Cruces en Santa Eufemia. Y acabé inclinándome, como casi siempre, por el eslabón más débil. Belalcázar goza de varios sitios web que nos informarán prontamente del traslado de la Chiquinina, pero las cosas de Santa Eufemia quedan siempre como más ocultas, quizás porque el propio pueblo se halla en los confines de la comarca y nos cuesta esfuerzo llegar hasta allí. Jugó a su favor, además, el hecho de que llevo tiempo queriendo visitar la ermita de la Virgen de las Cruces de Santa Eufemia.
La Virgen de las Cruces era antiguamente una devoción compartida por El Guijo, Santa Eufemia y Torrecampo, que celebraban sus cultos en la ermita de El Soto según viejas concordias mutuamente aceptadas. Cuenta la tradición que en el año 1897 los habitantes de Santa Eufemia no realizaron el primero de mayo la preceptiva visita a la ermita enclavada en el término de El Guijo, perdiendo así el derecho a compartir la imagen, por lo que decidieron construir la suya propia en el paraje de Valdefuentes, a unos 10 kilómetros de la localidad. Torrecampo también abandonaría, al parecer voluntariamente, esta devoción en 1916, cansada de los continuos altercados que causaban las rivalidades entre los dos pueblos.
Dos mujeres observan la imagen de la Virgen en la pequeña ermita.
A raíz de esta pérdida, según cuenta Miguel Torres Murillo, se reconstruyó una ermita que existía en los caseríos de Valdefuentes, llamada de Nuestra Señora de Atocha (como todavía figura en algunos mapas), rebautizándose con el nombre de Virgen de las Cruces. En 1898, la marquesa de Torrecilla cedió al pueblo un terreno para el servicio y expansión de la ermita. El lugar, con todo, goza de una antiquísima tradición de culto, pues junto a la ermita actual existen restos de lo que parece ser una modesta iglesia mozárabe de una nave con cabecera en forma de herradura.
En varias ocasiones había intentado sin éxito llegar a este lugar, dada la ausencia absoluta de señalización. Así que, aprovechando la romería, supuse, con razón, mejores indicaciones y no me resultó difícil llegar, a través de un dédalo de caminos de tierra, a un lugar remoto perdido en medio de la nada, en la ribera del arroyo Santa María. Uno se pregunta por qué los vecinos de Santa Eufemia decidieron edificar allí la ermita, tan a trasmano, y duda si en la decisión prevalecieron antiguas disputas por deslindes territoriales o sencillamente el azar de una donación coyuntural.
Ermita de la Virgen de las Cruces de Santa Eufemia.
La ermita de la Virgen de las Cruces de Santa Eufemia resultó ser una pequeñísima construcción de una sola nave con techumbre de madera a dos aguas y un pórtico (que Mª Ángeles Jordano juzga "desproporcionado") en la parte delantera. Fotografías antiguas que había visto de esta ermita mostraban un edificio con gran encanto precisamente por su tosquedad: las paredes aparecían con piedra directamente encalada, manifestando una rusticidad muy propia de la arquitectura tradicional. Recientes obras, sin embargo, han empañetado de cemento las paredes y convertido en ángulos rectos toda antigua imperfección, a la vez que añadieron un sencillo campanario, obras que, en su conjunto, han restado mucho encanto al edificio. El elemento artístico más destacado de la construcción es la fachada de piedra de granito labrada con arco apuntado y alfiz mudéjar.
Sabía que a las 19:30 horas se produciría el traslado de la imagen al pueblo, pero me temo que llegué demasiado temprano. Recorrí el paraje con morosidad, visité la ermita (donde sólo la imagen colocada en sus andas ocupaba casi todo el recinto), las ruinas de la visigótica, los antiguos caseríos, el arroyo y, finalmente, la verbena. Apenas a diez metros de la ermita, frente a su fachada principal, han construido una caseta para actuaciones musicales, baile y barra de bar. El grupo contratado se esforzaba por animar y lo conseguía, pues lo cierto era que, si no te lanzabas al waka-waka o al Paquito el chocolatero, allí no había nada que hacer. Esperé en vano alguna muestra de ritual en torno a la imagen, con afán etnológico más que devocional, pero durante las dos horas que estuve allí apenas una docena de personas se acercaron por la ermita a curiosear. Como, tras una noche sin apenas dormir, no tenía el cuerpo para cumbias, opté por sumarme a los que miraban.
La caseta ferial se encuentra a pocos metros de la ermita.
Cuando llegó la hora convenida, sin que el conjunto músico-vocal cesara en ningún momento de entonar sus salsas y bachatas, un tractor con un remolque mondo y lirondo, sin el menor atisbo de adorno que permita calificarlo como eso que ahora se llaman "carrozas", se acercó a la puerta de la ermita. Ni un rezo ni un cántico le precedió. Alguien de la hermandad se afanaba en buscar porteadores que cargaran la imagen, con poco éxito, pues incluso me lo ofreció a mí, que por un momento dudé entre ser testigo o protagonista. Una docena de caballistas aguardaban ya para escoltar el cortejo. Se formó al cabo un grupo de jóvenes que subieron la imagen en sus andas al remolque, envueltos en los ritmos de Juan Luis Guerra y contoneos de caderas, rituales, sí, pero de otra religión. Algún viva se escuchó, pero no gozó del beneficio de una respuesta coral. La barra seguía a tope llena de vasos de litro, o quizás eran sólo de medio.
Unas gotas de lluvia obligaron a proteger a la imagen con un plástico.
Seguí al remolque, donde, junto a la imagen, habían subido también algunos de los jóvenes porteadores, y al grupo de jinetes. A los pocos centenares de metros, sin embargo, los caballos tomaron un atajo y el tractor continuó lentamente ya solo hasta enfilar la carretera. Allí lo adelanté. Había leído que la imagen sería llevada al paraje de El Pocito, desde donde se trasladaría procesionalmente hasta la parroquia. Como lo que realmente me interesaba era la parte popular, y no la puramente litúrgica, decidí volverme ya a casa. Según me alejaba pensé en la naturaleza extraordinaria de tantas celebraciones populares como nos rodean. Venía de la fiesta de la Cruz de Añora, donde el madero es meramente una excusa para todo lo demás, tal como la Virgen de las Cruces justifica abiertamente la jarana comunal. Porque si esta romería es una fiesta religiosa, ganar el cielo resulta mucho más sencillo de lo que hasta ahora imaginaba.
Los romeros se dispersan por el paraje de Valdefuentes.
Un grupo de personas saca a la Virgen de las Cruces de la ermita.
La imagen colocada en el remolque para su traslado.
Restos de la iglesia visigoda.
Horno tradicional en el antiguo caserío.
Un grupo de caballistas acompañan el traslado.
2 comentarios :
lLos calabrese/as nos acordamos de nuestra virgen de las ca ruces todos los dias del año,no hace falta verla solo eldia de la romeria,podemos verla cuando queramos y vanerarla a todo momento porque la llevamos muy dentro de nuestro corazón.La acompañamos y recibimos con los brazos abiertos.su dia grande es otro dia más para los calabrese/as que ella está con nosotros.
Quizas usted no se informo bien del porque el pueblo de Santa Eufemia tuvo que renunciar a su Virgen que conpartia con el Guijo.No se quedo a ver la procesion ni la subida de la Virgen a la Iglesia.Esta romeria es para el pueblo de Santa Eufemia y todos los Hermanos que tiene que son muchos sabe donde esta la hermita si usted no lo sabe tal vez sera porque tampoco se informo de esto.Tal vez ya iva predispuesto a que no le gustase y claro no le gusto pero al pueblo de Santa Eufemia le gusta su Virgen y tambien su romeria siento muchisimo señor que a usted no le gustase intentaremos cambiar las cosas para que a usted le gusten señor.
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