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"El lilar de las monjas" o como el relato estropea la realidad


Huerto del Convento de la Concepción de Pedroche.

El escritor leonés Julio Llamazares ha publicado recientemente Tanta pasión para nada, una colección de cuentos en la que, como suele, se alternan procedimientos narrativos y contenidos muy diversos. Uno de los relatos que componen el libro está dedicado a Alejandro López Andrada y se titula "El lilar de las monjas" (leerlo aquí), redactado, a mi parecer, como una simple crónica periodística sin mucha inspiración.

En "El lilar de las monjas", el autor cuenta su viaje casual a un "pueblo de Andalucía" de cuyo nombre no se acuerda, pero que describe así: "en lo alto de una colina, arracimado como un enjambre de flores blancas y rojas (blancas por la cal brillante y rojas por los tejados, de barro árabe muy antiguo) a la sombra del castillo y la torre de la iglesia y dominando el mar de dehesas que cubría toda la llanura hasta donde la vista podía alcanzar". No obstante las licencias literarias, enseguida descubrimos que el pueblo en cuestión es Pedroche, "de estrechas calles, con caserones decimonónicos y plazas llenas de limoneros", un pueblo en el que el viajero distingue "su antigüedad, así como su decadencia".

Por sugerencia del alcalde del pueblo, el cuentista y su anfitrión acudieron a visitar el antiguo convento de clausura, un edificio ahora abandonado por las monjas y que, según el autor, estaba siendo objeto de su "demolición" para convertirlo en un hotel: "el interior del convento era un auténtico zafarrancho en el que, en lugar de armas, se usaban mazos y picos". Lo que le contaron al forastero fue, poco más o menos, que las monjas hubieron de abandonar el edificio urgidas por sus necesidades y que el ayuntamiento de la localidad, lleno de analfabetos sin escrúpulos, había entregado el edifico a la especulación inmobiliaria que estaba procediendo a arrasar en él cualquier vestigio de historia: "la construcción del hotel que sustituiría al convento seguramente no respetaría aquel sitio en el que durante cinco siglos encontraron sepultura y su destino las monjas que lo habitaron". A pesar de la brevedad del relato, se insiste varias veces en la escasa sensibilidad manifestada en la ejecución de las obras: "los antiguos objetos conventuales, incluidos los religiosos, se apilaban o rodaban entre el polvo y hasta las cacerolas de la cocina y el torno que durante siglos comunicó a las monjas con el exterior permanecían entre los escombros".

Convenimos en que la intención del autor al escribir este relato trasciende la mera anécdota particular del caso en concreto (para lo que Llamazares se abstiene de citar al pueblo con su nombre o se permite la licencia de ubicar en él un castillo), buscando una enseñanza más general de las vidas que se fueron, una metáfora sobre el paso del tiempo y el futuro que nos aguarda. El lector es condescendiente con el autor y acepta su licencia, la de convertir la restauración de un edificio histórico en una demolición, en favor de la creación literaria, que precisa modificar la realidad para adaptarla a las necesidades expresivas y persigue conmover mediante la plasmación de comportamientos agresivos que exciten la emotividad.

El problema viene cuando se pretende convertir en certeza esa distorsión de la realidad. En varias entrevistas periodísticas el autor se ha referido al fondo auténtico que sustenta su relato. En el diario ABC del pasado 3 de marzo Julio Llamazares afirma: "el cuento que está situado en Córdoba salió de una imagen, de un lilar florecido en el patio de un convento que estaban derribando". Hay más ejemplos, con los que el lector no puede ser tan indulgente, pues en tales declaraciones no hay ya una intención literaria, sino una interpretación de la realidad. Una interpretación errónea, en la que, tarde o temprano, acabará apareciendo el nombre de Pedroche y el del alcalde, paradigma de la inculta España profunda, que derribó un convento centenario para construir un hotel. Quizás a Julio Llamazares nadie se lo dijo, pero hubiera debido saber que el Ayuntamiento de Pedroche no estaba demoliendo el antiguo convento de la Concepción, sino salvándolo de la ruina y la destrucción. Que el edificio centenario no ha sido víctima de la especulación inmobiliaria, sino liberado de ella. Que fueron, precisamente, las monjas quienes quisieron vender el inmueble a un constructor para edificar viviendas sobre el compás, la biblioteca y el cementerio. Y que fue el Ayuntamiento el que lo rescató para el disfrute general de sus ciudadanos, para sacarlo del hundimiento y entregarlo de nuevo a su pueblo adaptado para usos turísticos y culturales. Todas estas cosas alguien, quizás el anfitrión, tuvo que habérselas dicho al viajero, al escritor, y quizás entonces el cuento hubiera sido otro. Y quizás, entonces, el nombre de Pedroche no hubiera sido aunado con la barbarie sino con la civilización.


Entrada al cementerio del convento, del que se habla en el relato.

[Leer completo el relato "El lilar de las monjas" de Julio Llamazares]

7 comentarios :

Anónimo | viernes, junio 17, 2011 9:33:00 a. m.

Flaco favor hace Llamazares a Los Pedroches con este relato. Buen escritor, por otro lado, que vive de las rentas.

Anónimo | viernes, junio 17, 2011 9:36:00 a. m.

¿Pero qué esperan? ese alcalde dando explicaciones de algo que ignora, esos alumnos del Taller de Empleo, émulos de Pepe Gotera y Otilio, comiendo un bocadillo de sardinas encima del torno del convento, y arrasando con el mazo todo lo que encontraban, pues el Llamazares se iría horrorizado.

¿ Alguien competente en el tema revisa esta restauración ?

Anónimo | viernes, junio 17, 2011 9:41:00 a. m.

Lo que no se puede hacer es jugar a dos bandas.Si es un cuento y sale de tu imaginacion genial!!! y si es una realidad documentada compruebala!!Pero esto de ni cuento ni realidad lo que consigue es crispar y ademas que cada uno sea consecuente con lo que escribe y comparte.
" me inspiro en una realidad, pero lo que escribo de ella me lo invento " ! que caradura!
Por cierto la capital del valle, es Pozoblanco.

Anónimo | viernes, junio 17, 2011 10:19:00 a. m.

"Por sugerencia del alcalde del pueblo, el cuentista y su anfitrión acudieron a visitar el antiguo convento de clausura..."

¿Y por qué no explicó el alcalde del pueblo (que es el verdadero anfitrión) a sus visitantes, que estaba salvando de la ruina al convento?

Miguel el gallego | viernes, junio 17, 2011 12:36:00 p. m.

Como relato corto es bastante malo, como artículo periodístico está lleno de suposiciones y como expresión poética es vulgar. Llega y en una rápida visita se considera autorizado para emitir un juicio severo sobre Pedroche.

Anónimo | viernes, junio 17, 2011 9:03:00 p. m.

Una metedura de pata como una catedral. Pero nada se puede hacer porque el nombre de Pedroche no aparece por ningún sitio. Sin embargo alguien autorizado debería de hacerle llegar al autor una nota donde se le explicase convenientemente que en Los Pedroches somos gente civilizada y no unos bárbaros. Quizá se hayan hecho cosas mal pero hay diez que se hicieron bien. Nadie se va a hacer una idea equivocada de nuestra comarca al leerlo pero al escritor sí se le debía aclarar en qué acabó aquel derrumbe que él, en su momento, contempló

Anónimo | miércoles, junio 22, 2011 9:37:00 p. m.

Por cierto la única capital existente en la provincia es CÓRDOBA.

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