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El hombre en su laberinto

Francisco Onieva. Vértices. Visor, 2016, 58 páginas. XXVI Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma.



Una buena parte de la poesía española escrita por mujeres en el segundo tercio del siglo XX se fundamenta en la búsqueda de una nueva identidad de género que implica la demolición de muchos de los arquetipos culturales transmitidos secularmente. La imagen de la mujer que tradicionalmente ha difundido la literatura, elaborada por escritores varones de acuerdo a su propia sensibilidad y modo de comprender la realidad, reproducía un modelo con el que las poetas no podían sentirse identificadas, al propalar estereotipos heredados de una cultura eminentemente patriarcal. De acuerdo al nuevo papel que la mujer comenzó a desempeñar en la sociedad española desde los años 70, la poesía se convirtió en un instrumento de lucha ética y estética con la intención de derrumbar los tópicos femeninos heredados, que en lo fundamental respondían todavía a modelos de la épica grecolatina, y elaborar una nueva identidad con la que la mujer pudiera identificarse en una sociedad en gozoso proceso de transformación. En la poesía, como en la sociedad en general, el hombre siguió a lo suyo, quizás porque no percibió a tiempo el cambio que se estaba produciendo o tal vez porque se encontraba desorientado en un escenario al que no estaba habituado.

La búsqueda de una nueva identidad para el hombre resulta, por tanto, una novedad en la poesía española, a la que Francisco Onieva se enfrenta en su poemario Vértices con la incertidumbre del pionero. El tema de la paternidad en la poesía no es nuevo, desde Miguel Hernández a Pablo García Casado, pasando por José Moreno Villa. La novedad en Onieva es que pretende hacer de ella un elemento conformador de esa nueva identidad del hombre en el siglo XXI, al modo en que la mujer recompuso la suya a finales del XX. Y al igual que ocurriera entonces, la principal tarea del poeta es crear un nuevo lenguaje apto para expresar la naciente realidad, que no puede ya describirse con las fórmulas desgastadas del pasado.

En Vértices hay una celebración de la paternidad ("Venid, abrid de par en par el día"), pero sobre todo, y esto es lo que realmente interesa del poemario, una reflexión sobre el lenguaje, sobre la necesidad de retrotraerse a un estado anterior de significación que permita una re-creación de significantes y contenidos válida para recomponer una nueva identidad: "Experimento la agonía/ de la búsqueda de un vocabulario/ inicial". Para la poesía femenina Alice Ostriker encontró una feliz expresión: “robar” el lenguaje, tradicionalmente masculino y, por tanto, inapropiado para narrar la experiencia propia de la mujer. En su intento, Onieva insiste en los sintagmas "palabras connotadas" "erosionadas", "términos desgastados" para proponer luego la necesidad de regresar "a un universo anterior al lenguaje" desde el que elucidar, con la "sintaxis de lo inédito" y su "gramática íntima", la nueva sensibilidad masculina, al modo fundacional de Pureza Canelo, Clara Janés o María Victoria Reyzábal. En esa tarea cuenta con su propia room of one's own woolfiana ("Mi habitación primera", y también: "la única habitación de casa/ en que no hay calefacción") y, por si hicieran falta más símbolos, ahí están también "Construcción", "Palimpsesto", "Mi lugar en el mundo" .

Aunque no del todo, Onieva se aleja en Vértices de la omnipresencia del paisaje de obras anteriores y aborda un empeño más ambicioso de instrospección poética, ya apuntado en Las ventanas de invierno (Premio Solienses 2014), de carácter más personal, más sincero y menos artificioso, pero también con voluntad de recorrer sendas inexploradas que expliquen no solo al poeta, sino principalmente al hombre de hoy, al varón desorientado por los cambios que no ha sabido prever, ese que "observa lo que no comprende y se estremece".

1 comentarios :

Anónimo | lunes, noviembre 21, 2016 10:53:00 p. m.

No soy lectora de poesía pero me ha entrado la curiosidad. Parece interesante, ya es hora de que el hombre hable de cosas que hasta ahora no parecían propios de hombres. Sí he leído Los que miran el frío y El extraño escritor y creo que son dos libros muy buenos, comprometidos, y novedosos. Felicidades a Onieva por lo que dice, sabe por donde camina.

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