Cuidando de la moral y la decencia
Carnaval en Pozoblanco a principios del siglo XX. [Foto de la Colección de los Hnos. López]
Una de las principales dificultades que nos encontramos al estudiar la historia de las fiestas populares es la falta de documentación de archivo sobre ellas. Al tratarse de celebraciones ajenas a todo proceso organizativo de carácter oficial y al carecer de estructuras jerárquicas definitorias, al concebirse, en suma, como manifestaciones fomentadas por la gente del pueblo sin intervención institucional, apenas ha quedado constancia de ellas en la documentación oficial, que, como ha apuntado algún investigador, solo se refiere a los ritos tradicionales de carácter popular cuando las autoridades sintieron la necesidad de prohibirlos, precisamente porque su naturaleza escapaba al afán regulador que siempre han sentido los gobernantes. El Archivo Municipal de Pozoblanco ha publicado precisamente una serie de documentos en los que se muestra el empeño de las autoridades locales por controlar las fiestas de carnaval, una celebración que fundamenta en el espíritu subversivo y en la crítica a los poderosos su auténtica razón de ser.
Se trata de varios bandos, emitidos por diferentes alcaldes en distintos años (1881, 1901, 1903), que recogen las normas a seguir para guardar el debido orden durante esta fiesta, así como una sanción contra varios vecinos por ir cubiertos con un antifaz el Domingo de Piñata por las calles de la villa. Estos documentos, a través de sus prohibiciones, nos informan indirectamente de cuáles eran las prácticas que se realizaban durante estos días, puesto que no hay necesidad de reprimir lo que no es habitual. Así, por ejemplo, el bando de Cristobal Sepúlveda Quirós, alcalde en 1881, alude a la costumbre de recorrer las calles con la cara cubierta ("vestidos de máscara"), lo que daba ocasión para una "peligrosa" desinhibición en los actos y el lenguaje amparada en el anonimato y la ingesta de alcohol hasta altas horas. El bando impide "el tránsito por las calles de la población con la cara cubierta, sino durante el día, prohibiéndose en absoluto durante la noche desde el toque de oración". También proscribe "proferir palabras o gritos obscenos ni hacer ademanes o simular actos que ofendan a la moral y el pudor". Aunque la prohibición más relevante, la que ataca básicamente a la esencia misma del carnaval, es la que reza: "No se permitirán disfraces de sacerdotes ni orden religiosa alguna, ni tampoco de militares u otra cualquier institución del Estado". Porque la crítica y burla hacia esas instituciones es lo que dota al carnaval precisamente de su carácter subversivo.
El bando de Miguel López López, alcalde accidental en 1901, continúa en la misma línea ("se prohíben los disfraces, trajes y signos que representen los estados Religioso, Militar o Civil" -y atención al orden, que representa una gradación-), añadiéndose, sin embargo, una disposición que anula por completo el espíritu carnavalesco: "Nadie podrá (...) recitar canciones que ofendan a cualquier persona, asociación o colectividad". Esta preocupación por "la moral y la decencia" se mantiene en las Ordenanzas municipales que el alcalde Lucas del Rey García se cree en la obligación de recordar a los ciudadanos con motivo del carnaval de 1903.
Notificación de multa por "ir cubiertos con antifaz o careta en el Domingo de Piñata por las calles de esta población" (Pozoblanco, 1924).
3 comentarios :
Ahora ya no hace falta que se dicten prohibiciones, porque las chirigotas de carnaval no se atreven a realizar la más mínima crítica a los que mandan. Toda su preocupación es que el ayuntamiento les dé una subvención para sus trajes.
¡Ja,ja,ja!, ¡Qué razón tiene el comentario anterior!¿Cómo vas a morder la mano del que te da de comer? Toda la culpa la tienen los vistosos trajes de colorines y fantasía. Antes estos trajes se exhibían en los bailes de carnaval de la alta sociedad. Pero había otros trajes que no costaban nada: sombrero viejo, zamarra de pastor, zurrón de cazador, pantalones de pana con la zanahoria colgando... Eso es lo que divertía. Para eso no hacía falta tender la mano. Claro, así había libertad para decir lo que quisieras.
Debemos tener en cuenta también que la gente está preocupada ya que al haberse restringido en España la libertad de expresión con la ley mordaza, cualquier crítica hacia un poder establecido puede traer consecuencias nefastas para el que la realice. Es decir, el carnaval no exime del cumplimiento de la ley mordaza y cualquier ciudadano puede ser obligado a identificarse ante la autoridad que así se lo solicite por muy disfrazado que vaya y por muy carnaval que sea. Es lo que tiene vivir en un pais cuyo gobierno está soportado por un partido que está siendo juzgado por haber cometido presuntos delitos.
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