Concentración a las puertas del Ayuntamiento de Torrecampo, esta mañana.
Hechos
Unas 250 personas nos hemos reunido esta mañana en Torrecampo para protestar por el anuncio de cierre de la sucursal de Caja Rural que existe en esta localidad para el próximo 10 de enero. Si la amenaza llega a cumplirse, Torrecampo (1.059 habitantes) quedaría ya con una sola oficina bancaria, la de Cajasur. El acto de protesta ha consistido en una concentración ante las puertas del Ayuntamiento, donde la alcaldesa, Paqui Alamillo (PSOE), y el portavoz del PP, Francisco Carlos del Castillo, entre otras autoridades, han desplegado una pancarta que después ha encabezado la manifestación hasta la sede de la oficina de Caja Rural, en la calle San Antonio. Allí se ha leído un manifiesto, acordado por las dos fuerzas políticas con representación en el ayuntamiento local, en el que se señalaba el "efecto traumático" que tendrá el cierre de esta oficina, especialmente en "una ciudadanía mayoritariamente envejecida y con el ánimo lastrado por el despoblamiento". Luego hubo otras intervenciones y la protesta terminó colgando la pancarta en la fachada de la propia entidad bancaria.
Precisamente ayer mismo,
el alcalde de El Guijo lamentó en un comunicado que Cajasur haya anunciado también el cierre de su sucursal en ese pueblo para el próximo 20 de enero, quedando ya la localidad sin ningún servicio financiero. Hoy mismo hemos conocido que también cerrará la oficina de Cajasur en Fuente La Lancha el 24 de enero, con lo que ya serán tres (hace meses
lo comentamos para el caso de Conquista) los pueblos de Los Pedroches sin ninguna entidad bancaria. Si
el criterio es poblacional, no estará lejos el día que se anuncien cierres también en Santa Eufemia y Villaralto.
Impresiones
Cuando se nos quita todo, nos aferramos a cualquier migaja. "Que al menos dejen abierta la oficina uno o dos días", proclamó uno de los intervinientes. "¡O tres!", gritó con rabia alguien entre el público. La mañana se había despertado envuelta en una densa niebla y a las once de la mañana aún no se había disuelto. "¡No al cierre! ¡No al cierre"!, coreaban sin cesar las personas asistentes al acto de protesta. No voy a juzgar si la asistencia fue masiva o no, si deberían haber acudido más vecinos a defender lo suyo. Llevo en mis venas sangre de pueblo y sé lo que significa salir a la calle a protestar en localidades pequeñas. Nuestra falta de hábito en las exigencias para reclamar aquello que nos pertenece y a lo que tenemos derecho. Sé lo que cuesta implicarse en una reclamación colectiva, mostrar tu cara y tu identidad abiertamente. "Niño, tú no vayas, no sea que", me imagino que se diría en muchas casas, sin maldad, solo con un temor ancestral de siglos que no puede borrarse de un día para otro. Algo que no es genético, pero que se transmite de padres a hijos como el amor a los pájaros y el rechazo a las culebras. Se mama.
Allí había unas 250 personas, siendo generoso en el recuento, en un acto de responsabilidad civil consigo mismas y con sus vecinos. Dando la cara por los que no estaban, en un gesto de generosidad colectiva que les honra. No solo por el hecho puntual de reivindicar una causa concreta, sino por poner rostro a una demanda mucho mayor: la de la supervivencia de nuestros pueblos. Todos los allí presentes sabíamos que no protestábamos solo por algo tan prosaico como el cierre de una oficina bancaria, sino por el derrumbe en cadena del mundo rural. Tras la oficina bancaria viene el cuartel y luego la farmacia, la panadería, el colegio y luego el consultorio médico. Y así hasta que la vida en los pueblos se haga imposible por la falta de servicios básicos. Nos remiten a la localidad vecina, algo más poblada, pero luego el turno le tocará a ella, y así hasta cuándo. Hasta dónde.
Todos los que estábamos allí sabíamos eso y por eso estábamos allí. Disculpo la ausencia de quienes no acudieron, porque no se enteraron de la convocatoria, o porque, habiéndose enterado, no pudieron o no quisieron ir. Incluso a los que no fueron por temor, por aquello tan mentado de no señalarse. Somos de pueblo y esa es otra marca que nos define.
A quienes no puedo disculpar es a los representantes políticos de la comarca, que, salvo dos excepciones (Juan Díaz, alcalde de El Viso y diputado provincial, y Rosario Rossi, portavoz socialista en el Ayuntamiento de Pozoblanco), brillaron por su ausencia. El acto de esta mañana en Torrecampo no debió ser entendido como una reclamación local que nada afecta a los pueblos vecinos, sino una convocatoria colectiva para todo el mundo rural que tan amenazado se encuentra. Me resulta triste que no estuvieran allí el presidente de la Mancomunidad ni la mayoría de los alcaldes de tantos pueblos de Los Pedroches amenazados por el mismo mal que se denunciaba en Torrecampo. Porque esta no puede ser una lucha individual, de cada uno por lo suyo, sino de todos por lo de todos. Así debería entenderse para futuras movilizaciones (que las habrá, porque esto no se detendrá aquí): que no sea la lucha de un pueblo, de cada uno aisladamente, sino la de toda una comarca para reclamar el mantenimiento de servicios elementales sin los cuales no hay política pública que pueda mantener la supervivencia de un pueblo. ¿Quién va a querer vivir en un lugar en el que no hay banco, ni escuela, ni médico, ni siquiera una tienda de chucherías? Cuando todo vaya cerrando y apenas queden unas cuantas almas deambulando como sonámbulas por las calles grises del pueblo,
cuando vengan a por nosotros, ¿quién gritará? ¿quién estará allí para contarlo?
Pancarta que encabezaba la manifestación.
Lectura de manifiesto ante la sede de Caja Rural.
Los asistentes coreaban "No al cierre".
Colocando la pancarta en la fachada de la sede de Caja Rural.
El público asistente aplaude antes de disolver la manifestación.