La fiesta de la Octava del Corpus en Peñalsordo
Jóvenes de la cofradía ataviados con la indumentaria tradicional, esta mañana [Fotos: Solienses].
"Pues es lo único que hace en todo el año", replicó con sorna el dueño de un burro ataviado según la tradición y que parecía no tener fuerzas ya para subir la empinada cuesta de la calle Chamizo. Y seguramente es así. Una veintena de borricos han participado esta mañana en la tradicional celebración de la Octava del Corpus de Peñalsordo (Badajoz), otro de esos tesoros del patrimonio festivo inmaterial que tenemos aquí tan cerca y, sin embargo, tan lejos. Y lo primero que sorprende es que existan todavía tantos asnos en un solo pueblo, habida cuenta de que la funcionalidad práctica del animal, imprescindible en otro tiempo, ha desaparecido por completo hoy día. Luego, las sorpresas no cesarían en toda la jornada.
La celebración de la Octava del Corpus de Peñalsordo pertenece a ese censo exclusivo de manifestaciones festivas tradicionales que mantienen todavía la esencia ancestral de sus orígenes y que se mantienen por el empeño identitario de sus vecinos, ajeno todavía a los reclamos de la globalización y del turismo rural, y también gracias al aislamiento geográfico de la localidad, que en este caso actúa como circunstancia favorable. Desde Los Pedroches, Peñalsordo está a menos de una hora, pero en nuestra mentalidad nos parece que la localidad pacense pertenece a una realidad geográfica lejana y ajena. El pueblo, sin embargo, se encuentra lindando nuestra comarca, muy cerca del punto exacto donde confluyen las comunidades de Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha.
La fiesta de la Octava del Corpus, a la que he asistido hoy tras muchos años de aplazamientos, guarda semejanzas con otras celebraciones similares que he conocido en años anteriores (como el Corpus de Camuñas (Toledo) o las danzas de la Octava de Valverde de los Arroyos (Guadalajara), que visité el año pasado y de las que daré cuenta la semana próxima). Se trata en este caso, sin embargo, de la representación simbólica de un hecho histórico fundacional de la localidad: la toma del castillo de Capilla a los musulmanes por parte de los cristianos. El general al mando prometió fundar una cofradía si lo conseguía y para ello, además de encomendarse al Santísimo, ordenó recoger todos los carneros de la comarca, quitarles los cencerros y colocar en sus cuernos bengalas encendidas. El enemigo, al ver esas luces en la noche, pensó que era un ejército inmenso y salió huyendo.
La comitiva durante el recorrido por las calles del pueblo.
Esta mañana temprano el Sargento y tamborilero de la cofradía, con su indumentaria tradicional, han recorrido por todo el pueblo los domicilios de los hermanos que se encuentran, con la ayuda de sus familiares, enjaezando los burros que montarán más tarde. Todos se han reunido luego en la plaza del Ayuntamiento y de aquí ha salido toda la comitiva a recorrer de nuevo las calles de la localidad, teniendo como puntos de especial significación ritual la carrera de monturas en la empìnada calle Corpus Cristi y, sobre todo, las danzas y carreras en Cacho Jesa (Dehesa), actual recinto ferial. Aquí intervienen también las vaquillas (simuladas) contra los hermanos y concurrentes, asustadas cuando oyen las salvas de escopeta que disparan los hermanos.
Carrera de monturas por la calle Corpus Cristi.
Al finalizar la procesión, llega el momento de mayor explosión emocional. Algunos hermanos jóvenes construyen un castillo humano (símbolo del castillo realmente conquistado) que entra en la iglesia tras la custodia y llega hasta el altar mayor entre sobrecogedores aplausos de los fieles que abarrotan el templo. Es uno de esos momentos en los que uno percibe el sentido profundo de la tradición, el arraigo de la costumbre mantenido durante generaciones y la transmisión de padres a hijos de unas creencias y unos modos de actuación que son propios e intransferibles. Los peñalsordeños se sienten entonces orgullosos de serlo, reafirman su identidad colectiva y sueñan con el día en que uno de sus hijos o nietos sea quien ondee la bandera blanca en la cúspide de la torre humana, porque así lo han vivido y sentido durante generaciones. El castillo humano constituye una manifestación simbólica de que la juventud local conserva el vigor necesario para mantener la supervivencia de la propia localidad, tan amenazada en otros ámbitos (el primero, el demográfico: Peñalsordo apenas cuenta hoy con ochocientos habitantes, cuando a mediados del siglo XX rondaba los cinco mil). Pero mientras los jóvenes peñalsordeños sean capaces de expresarse simbólicamente a través de esta manifestación de fuerza, habilidad y compenetración en los esfuerzos colectivos, el futuro está garantizado.
El momento culmen de la celebración es el castillo humano en el interior de la iglesia.
La celebración de la Octava del Corpus de Peñalsordo solo es comprensible en su estricto contexto histórico y devocional. Como ocurre con la mayoría de las fiestas populares de raigambre ancestral, aunque está anclada a la liturgia eclesiástica, su fundamento es ajeno a la religión y cualquier visitante puede apreciar claramente la mezcla de elementos heterogéneos que conviven forzadamente por rigurosa necesidad. Las coloridas vestimentas tradicionales, las danzas en la jesa, las vaquillas que persiguen simuladamente a los asistentes, los burros enjaezados, el castillo humano... todos son componentes extraños en el ritual jerarquizado de la fiesta convencional del Corpus.
Mientras asistía a los bailes rituales de los cofrades en la jesa, una señora de la localidad, sin pretenderlo, me explicó muy gráficamente la situación, la necesidad de convivencia en una sola celebración de componentes tan diversos e incluso contradictorios. "Ahora después, todos se van a la iglesia, para celebrar la misa. Con el cura actual no hay problema, porque espera lo que sea necesario, pero antes tuvimos uno que no respetaba la tradición, y un año comenzó la misa antes de que llegaran los de la hermandad con sus trajes y sus cosas". Quizás aquel fuera un cura ilustrado que quisiera luchar contra la superstición y los ritos populares tan ajenos a la liturgia, como en otras ocasiones ha ocurrido a lo largo de la historia, pero finalmente la propia Iglesia tiene que avenirse y reconocer estas prácticas como propias, acogerlas en su seno, aunque no le gusten, porque son más fuertes que ella misma, aunque nos cueste creerlo. Porque las creencias de la iglesia están basadas en la imposición secular, mientras que los ritos de naturaleza popular nacen espontáneos de la propia esencia humana, de la obligación íntima de plantear preguntas y encontrar respuestas.
El sargento saluda a uno de los cofrades que prepara su montura.
Las viviendas más notables de la localidad se adornan ostensiblemente.
Los cofrades y sus burros se reúnen en la plaza antes del desfile.
La vistosidad de los trajes da mucho colorido a la celebración.
Danzas de los hermanos en Cacho Jesa.
Dos hermanos representan durante la procesión de la custodia las figuras de los dos ancianos que permanecieron en el castillo tras su conquista.
6 comentarios :
Buenas tardes, Antonio.
Enhorabuena por el reportaje. Me ha surgido una duda al ver las fotografías. Años atrás, los niños se disfrazaban de toros, pintando el animal en una tela, que sujetaban con un palo horizontal, tapándose el cuerpo, y quedaba como si fueran bajo como una tienda de campaña. Mi duda es, al no ver fotografías de este tipo en esta tanda, si esa costumbre ha desaparecido.
Gracias. Dolores Rubio.
Hola, Dolores. La costumbre de las vaquillas se mantiene también todavía, afortunadamente. Aunque pasa casi desapercibido entre tanto colorido, si te fijas bien en la foto penúltima, la de los danzantes, puede verse que estos bailan alrededor de dos de estas vaquillas, en realidad jóvenes disfrazados como tú dices. Cuando suenan los disparos de los escopeteros, se lanzan atacando (simuladamente) a los presentes.
Gracias, efectivamente. Es una fiesta maravillosa y, desgraciadamente, muy desconocida.
A mí, lo nuestro, siempre lo nuestro: LOS PEDROCHES.
Lo demás para los de allá en la distancia, por muy espectacular o maravilloso que sea.
Magnífico reportaje
Decir lo tuyo es mucho decir y lo de aquí no sería de aquí si lo de otros no fuera de otros, cercanos o lejanos. Todo influye sobre todo.
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