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El extraño caso de la ermita reedificada y cambiada de sitio

Ermita de San Bartolomé de Dos Torres [Foto: Solienses].
 
"Es obra del siglo XVI", puede leerse en todos los repertorios bibliográficos en los que se reseñe la ermita de San Bartolomé de Dos Torres, una de las cinco ermitas extramuros que existieron en Torremilano, junto a las de San Roque, San Sebastián, Santa Brígida y Nuestra Señora de Loreto (Santa Ana). De factura sencilla, era probablemente una de las muchas ermitas de tipología serrana levantadas en Los Pedroches en la centuria del Quinientos. Y digo "era" porque, aunque la ermita de San Bartolomé puede visitarse todavía en Dos Torres, el edificio que hoy vemos, sin embargo, no es el original, sino una reconstrucción de nueva planta realizada en el siglo XIX. Y ni siquiera está en el mismo sitio.

José Luis González Peralbo, Cronista Oficial de Pozoblanco y honorario de Dos Torres, ha descubierto esta curiosidad histórica y de su artículo tomo todos los datos de esta entrada. Al estudiar los efectos del terremoto de Lisboa de 1755 en la villa de Torremilano, José Luis incluye la ermita de San Bartolomé como uno de los inmuebles afectados. Al cabo de unos cuantos años su estado era calamitoso. Las autoridades eclesiásticas y civiles decidieron entonces dar por perdido el edificio y erigir al santo una ermita de nueva planta, para lo que en el año 1800 se procede a demoler completamente la construcción antigua. En 1802 el vicario de la villa solicita al obispo permiso para hacer una nueva ermita a San Bartolomé, recordándole a su ilustrísima que, cuando realizó su última visita pastoral, ya estaba «bastantemente indecente y con algún peligro de arruinarse». Al parecer, «enteramente estaban desplomados sus arcos y las maderas que en ellos entibaban», pues habían fallado las pilastras que sostenían arcos y paredes, y algunas partes estaban caídas. 

El vicario también señala en la misiva que, dada la situación de abandono en que se hallaba, el edificio acogía muchas noches a malhechores y contrabandistas por estar "la antigua ermita a larga distancia del pueblo, en sitio miedoso y en muy malas condiciones". Y aprovechando la coyuntura, las autoridades eclesiásticas de la villa decidieron construir la nueva ermita en una nueva ubicación más cercana al pueblo. El lugar y solar elegido para la nueva construcción era terreno común, propiedad de la villa y cedido voluntariamente. Los terrenos ocupados por la vieja edificación fueron vendidos a una de las familias más influyentes de la localidad, que ya era dueña de otros herreñales en la zona.

De la construcción de la nueva ermita se encargó el alarife pozoalbense Cayetano de Torres, quien precisamente por entonces se hallaba trabajando en la torre de la iglesia parroquial, también afectada por el terremoto, y en el convento de San Juan de la Penitencia de la contigua Torrefranca. La obra estaba finalizada para el verano de 1804 y fue bendecida y abierta al culto el 26 de agosto de ese año. Para la nueva construcción se reutilizaron todos los materiales aprovechables de la antigua, incluidas las puertas.

El edificio que hoy conocemos es de una sola nave, de dimensiones reducidas y formas achatadas, con arcos fajones ligeramente apuntados y con una pequeña sacristía adosada al ábside. La ermita cuenta en su exterior con un banco o poyo corrido anexo a los muros en todo su perímetro. 

Ermita de San Bartolomé de Dos Torres vista de frente [Foto: Solienses].

Protocolos notariales de años posteriores recuerdan el traslado de emplazamiento sufrido por la ermita. Por ejemplo, Antonia Benítez en 1817 mandó redactar en su testamento que "después del fallecimiento de dicho su marido, del importe de los bienes de esta otorgante, se saque el herreñal que está cerca e inmediato a la ermita que fue de San Bartolomé…".

Ese mismo año, Catalina Madueño lega "para siempre jamás, a la ermita de Señor San Bartolomé, sita en estos extramuros, y para ayuda a sus reparos y ornamentos, un herreñal para sembrar forraje, como de dos celemines, mío propio, cuyo terreno es con su desahogo en donde antes estaba construida dicha ermita, más allá de donde está ahora, habiendo recaído en mí en lugar del terreno que ahora ocupa la ermita nueva, que se hizo después, y se compró por mí y mis hermanos…". Según este documento de 1817, la testadora destina a la nueva ermita, como donación testamentaria, el herreñal y solar del antiguo emplazamiento de la primitiva ermita de San Bartolomé.

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