De Cencerro a Caraquemá

De Cencerro a Caraquemá

En los últimos meses, por puro azar, he leído varias novelas sobre el tema emergente del maquis (entre ellas señalo Donde nadie te encuentre de Alicia Giménez-Bartlett, Premio Nadal 2011, sobre el caso de Teresa Pla Meseguer, llamada La Pastora), pero no fue hasta ayer mismo, al cerrar la última página de la conmovedora El lector de Julio Verne de Almudena Grandes, cuando me acordé de un librito que compré de casualidad hace algunos años y que, guardado en mi estantería, no había encontrado hasta esa tarde lluviosa su momento adecuado de lectura.

En la segunda entrega de sus "Episodios de una guerra interminable", Almudena Grandes utiliza la historia del guerrillero apodado Cencerro, que vivió en la Sierra Sur de Jaén los años más horribles de la represión franquista, para reflexionar en tono a la verdad, a las aparicencias y a la cobardía, en el marco de un pueblo hundido por la férrea opresión y los convencionalismos impuestos por la época y las circunstancias en el que sólo el despertar a la vida del joven Nino representa una esperanza para el futuro. Como ocurrió en muchos otros casos, Cencerro dejó pronto de ser un huido para convertirse en leyenda, en ejemplo para sus leales y en reo al que culpar de todas las fechorías que se cometieran en el monte. El mito sobrevive a estos guerrilleros, cuya fama y actividad continúa tras su muerte, porque en esa supervivencia del héroe muerto contemplaba el maquis una mínima victoria necesaria, anclada en el miedo y la desesperación de los perseguidores.

Hace cuatro o cinco años compré en una librería de Pozoblanco un pequeño librito con una llamativa portada en colores amarillo, rojo y negro que lleva por título Sucedió en Pozoblanco. Retazos de la vida del maquis "Caraquemada". Se trata de la segunda edición (2003) de una especie de memorias publicadas originalmente en 1994 y escritas por Basilio García, hermano del famoso guerrillero de Pozoblanco Ricardo García Rodríguez. La intención del autor al contar su historia es rendir justicia a la figura del apodado Caraquemá, lamentando los crímenes por él cometidos y exonerándole de muchos otros que le fueron atribuidos falsamente en razón de su fama por la sierra. Su exposición, a pesar de que Basilio parece no llegar a comprender del todo las causas que empujaron a su hermano a tirarse al monte y vivir en la marginalidad, constituye una sincera y emocionante confesión y una cruda descripción de los horrores vividos en una etapa de nuestra historia reciente que, no obstante haber transcurrido ya más de medio siglo, todavía condiciona de modo crucial las relaciones personales y las formas de vida colectivas en nuestros pueblos.

Sucedió en Pozoblanco (que incluye, además, una segunda parte titulada "Versos de una vida", una especie de romance de ciego en el que se versifica la historia antes narrada) es una obra pésimamente editada, con errores de expresión y muchas faltas de ortografía, pero su lectura consigue el milagro asombroso de la autenticidad, el mérito de -tras convertirse en una fuente historiográfica imprescindible para la reconstrucción de la memoria del maquis en la provincia de Córdoba- provocar en el lector sentimientos de indignación y rabia frente a unos hechos no del todo conocidos y siempre silenciados o contados todavía, más de medio siglo después, a media voz.

De la figura de Caraquemá se ha ocupado en varios de sus libros Francisco Moreno Gómez, con quien Basilio García mantiene cierta controversia en torno al rigor de determinadas afirmaciones y, en particular, sobre la atribución errónea de algunos crímenes que el guerrillero nunca pudo haber cometido (el más evidente es el asesinato de Rafael Muñoz Alcalde, cometido dos meses después de la muerte del Caraquemá y del que sin embargo se le culpó). Es la prueba de la fama que adquirió el personaje durante sus años de estancia en la sierra, escapado de una vida familiar miserable y de un entorno social plagado de injusticias y humillaciones. Sus biógrafos destacan la ausencia de compromiso político previo o de conciencia ideológica y señalan el hambre o la fascinación por la vida en libertad de los componentes de la cuadrilla del "Romera" con la que casualmente entró en contacto como los móviles de su huida, pero entre líneas del relato de una vida que acabó trágicamente, como era de esperar, a los 22 años se debiera adivinar, si no una fundamentación teórica en su pensamiento libertario, sí al menos la formación espontánea de una conciencia social del hombre frente a la injusticia.

Entre sus actuaciones más destacadas figuran la muerte de un niño en el transcurso de un secuestro en el cortijo llamado El Portezuelo o el incendio del cortijo Posterolobo, con los animales dentro, por no haber accedido sus propietarios a las exigencias económicas de la guerrilla. Como represalia por estos crímenes la guardia civil mató en 1948 a su hermana Amelia (18 años) y a su madre (49 años).

El Caraquemá habitó la sierra de Los Pedroches entre 1947 y 1949, el llamado "trienio del terror", justamente el tiempo durante el que se desarrolla la novela de Almudena Grandes. Las semejanzas entre los dos relatos resultan sorprendentes. Ambos están contados en primera persona, ambos por un niño (Basilio tenía 13 años cuando su hermano se unió a la guerrilla), en ambos se trasluce la atmósfera opresiva de la vida en los pueblos pequeños, en ambos la misma táctica guerrillera, la misma represión por parte de la Guardia Civil, el mismo final... Hasta el episodio de la muerte del traidor que vendió a Cencerro tiene cierta similitud con la del casero de la Liseda, delator del Capitán Carrete, y también la muerte heroica de los dos guerrilleros, que se suicidaron antes de ser capturados por la autoridad.

Al mismo tiempo que van desapareciendo las figuras reales de estos buscadores de lo imposible, el mundo del maquis va cobrando cierta presencia en la literatura española actual, tras muchas décadas de silencio (apenas roto por la trilogía de Alfons Cervera o relatos como Luna de lobos de Julio Llamazares). Es el último bastión de la memoria que queda por superar, el que más cuesta, porque ya no hay coartada que justifique y porque el mandato del olvido y la distorsión histórica supo siempre actuar ahí con su mayor eficacia.