Rémoras del pasado

Rémoras del pasado

La "cruz de los caídos" en la iglesia del Salvador de Pedroche.

Los ayuntamientos que no retiren los símbolos franquistas que aún permanecen en sus municipios serán sancionados y no recibirán subvenciones por parte del Gobierno andaluz, según se dispone en el borrador de la Ley de Memoria Democrática de Andalucía, que tras los trámites preceptivos está previsto que vea la luz antes del verano de 2013. Ya el diario Córdoba ha recordado que algunos pueblos de Los Pedroches siguen manteniéndo en espacios públicos elementos conmemorativos o exaltadores de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura. Hace ya tiempo que en Solienses recogimos el catálogo de estas supervivencias anacrónicas que ofenden y avergüenzan a muchas personas comprometidas con los valores democráticos y con la ley. Es verdad que algunas de ellas (en Villanueva del Duque y Santa Eufemia) han ido desapareciendo a duras penas, pero todavía en municipios como Pedroche y Dos Torres se mantienen en lugares públicos bien visibles sin que tal ignominia y tal ilegalidad parezca afectar a sus autoridades y, sobre todo, a sus vecinos.

No es cierto, como a veces pretenden algunos ayuntamientos, que la responsabilidad del mantenimiento de estas cruces de los caídos recaiga sobre la Iglesia, al estar colocadas en las fachadas de las parroquias. Nos es cierto, como se dice en el Córdoba, que tales símbolos franquistas se encuentren "en terrenos propiedad de la Iglesia", pero, aunque así fuera, ello no exime a los respectivos ayuntamientos de forzar el cumplimiento de la ley. ¿Acaso no existen en los pueblos ordenanzas sobre la limpieza y homogeneidad de las fachadas, que obligan al vecindario a su cumplimiento? ¿Acaso en dos municipios que pertenecen a la Red Patrimonia no se han dictado disposiciones que fuerzan al acatamiento de ciertas regulaciones arquitectónicas, dada la singularidad histórica de sus cascos urbanos? ¿Permitirían los ayuntamientos de Pedroche y Dos Torres la colocación de luminosos de neón o de zócalos de azulejos en sus fachadas blasonadas? Y, lo que sirve para el común de los ciudadanos, ¿no sirve para la Iglesia?

Pero es que, además, resulta muy discutible que el terreno donde están ubicados tales elementos sea propiedad de la Iglesia. Desde luego, resulta indiscutible en Dos Torres que su "cruz de los caídos" se halla en el espacio público, como se demostró en una reciente remodelación de ese lugar llevada a cabo por Ayuntamiento: el monumento se encuentra exento, ubicado en un jardincillo en la propia fachada lateral de la parroquia de la Asunción, pero no cabe duda de que el terreno pertenece a la Plaza de la Villa, como el lindero de cualquier otra vivienda que asome a ella.


Cruz de los caídos junto a la parroquia de la Asunción de Dos Torres.

El caso de Pedroche pudiera parecer más dudoso, al hallarse el monumento dentro de unas pequeñas murallas que rodean la parroquia de El Salvador y darse por sentado que tal espacio pertenece a la Iglesia. Sin embargo, en mi ponencia presentada a las III Jornadas sobre el Patrimonio Histórico en Los Pedroches, cuyas actas han sido publicadas este año por la asociación "Piedra y cal", apunté la posibilidad de que tal propiedad no haya sido nunca real.

Al estudiar el proyecto del arquitecto Adolfo Castiñeyra y Boloix en 1904 para la realización de un "Paseo alrededor de la Ermita de la Virgen de Gracia de Torrecampo", consistente en delimitar un espacio para esparcimiento público en torno a la citada ermita, entonces extramuros, mediante la construcción de “un poyo que sobresaldrá 40 o 45 centímetros y que coronado por piedra bien canteada constituirá cómodo asiento para los paseantes”, se planteó la cuestión de datar y enjuiciar los cercados y poyos de igual naturaleza que rodean a muchas otras ermitas y parroquias comarcales que hasta ahora, sin más sustento que la tradición, eran considerados de factura más antigua. El dilema que se plantea es si tales estructuras constructivas pertenecen a la más primitiva tradición comarcal (y Castiñeyra se inspiró en ella para realizar las de Torrecampo) o, por el contrario, hay que recortar su antigüedad y fecharlas todas contemporáneas a las de la ermita de la Virgen de Gracia.


La muralla alrededor de la ermita de la Virgen de Gracia de Torrecampo fue construida por el Ayuntamiento en 1904 para delimitar un paseo en terreno público.

Estructuras similares encontramos, por ejemplo, en las ermitas de la Virgen de la Peña de Añora, San Antonio de Pozoblanco o San Roque, Santa Ana, San Bartolomé y San Sebastián de Dos Torres. Para el primer caso nos consta la realización de obras por parte del Ayuntamiento, no sabemos con exactitud de qué alcance, en 1917, en cuyo transcurso se ensancha el recinto amurallado y se colocan diez bancos de piedra de granito. También en esa época se abrió un pozo en el recinto, en cuyo brocal consta labrado en relieve el año 1919.

Asimismo podemos documentar a finales del siglo XIX la realización de “paseos” al menos en dos de las ermitas de Dos Torres. El 7 de febrero de 1897 el Ayuntamiento saca a pública subasta la “prolongación del paseo de Santa Ana” y el 14 de febrero del mismo año se publica la licitación de “la obra de prolongación del paseo de San Sebastián”, para cuya correcta ejecución se procede días más tarde a la adquisición urgente de un herreñal lindero a fin de que fuera posible “prolongar el paseo de San Sebastián dando la vuelta a la ermita”, de donde se deduce claramente que tanto la obra como el terreno son propiedad del Ayuntamiento de Dos Torres y no de la Iglesia. La conclusión queda a expensas de que futuras investigaciones certifiquen de modo más exhaustivo la época de construcción de estos pequeños recintos amurallados en las ermitas comarcales, pero los cuatro casos documentados bien pudieran apuntar a una moda de la época extensible a los casos aún no estudiados, incluida la parroquia de El Salvador de Pedroche.

Pero, en cualquier caso, resulta evidente que la desaparición de las placas y cruces de los caídos en el resto de los pueblos de la comarca se ha llevado a cabo por iniciativa de sus respectivos ayuntamientos, aunque se contara finalmente con la conformidad de los párrocos locales. La permanencia tan sólo en estos dos no se debe, pues, sino a la comodidad, conformidad o cobardía de los sucesivos equipos de gobierno de izquierdas y de derechas que en más de 30 años de ayuntamientos democráticos han pasado por la Casa Consistorial de Dos Torres y Pedroche. Y aún más, ni siquiera achaco totalmente a las autoridades esta desidia culpable. Porque los auténticos responsables de que estos dos pueblos sigan apareciendo en los medios de comunicación una y otra vez como rémoras del pasado son los propios ciudadanos de ambas localidades, los usías y los pedrocheños, que no han sido capaces de aprender las enseñanzas de tres décadas de convivencia pacífica en libertad.