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Una historia de la gente común y corriente

Mientras Miguel se recuperaba en la cama de la paliza recibida, Isabel le leía a ratos los Episodios Nacionales de Galdós. Cinco llegó a leerle. De algún modo, y salvando todas las distancias, Quién era mi abuelo nos recuerda a Galdós. El relato personal de una abigarrada familia jarota inserto en los acontecimientos nacionales que van de 1918 a 1936. Personajes ficticios y sus vivencias particulares del día a día se entremezclan con nombres relevantes de la historia de España en las primeras décadas del siglo XX (Blas Infante, Fernando de los Ríos, José Sánchez Guerra, Manuel Chaves Nogales...). Folletín, drama y comedia con descripción minuciosa de tipos, ambientes, costumbres, situaciones. Estilo sencillo, realista, con narrador omnisciente conocedor no solo de lo que ha pasado sino de lo que ha de ocurrir. Con estos datos, cualquier lector medianamente informado ya sabe ante qué tipo de literatura nos encontramos.


Carmen Silva (Villanueva de Córdoba, 1985) manifiesta en su primera novela unas notables dotes como narradora. La historia, que se inicia con un solo personaje, se va volviendo coral poco a poco hasta conformar un relato superpoblado por todos los arquetipos literarios de la novela realista decimonónica. La intención de novelar la historia familiar pronto se ve desbordada por la imposibilidad de la autora de frenar su torrente imaginativo, de modo que progresivamente se van adhiriendo personajes y situaciones hasta conformar un nudo que, sin llegar a ser enmarañado, desorienta sobre el propósito inicial. La desmesura narrativa de la autora se demuestra en que, tras cuatrocientas páginas, se ve obligada a cerrar la novela cuando su protagonista, de quien se pretende contar la vida, apenas tiene diecisiete años de edad.


La acción se sitúa en Villanueva de Córdoba (aunque dudo ahora si llega a explicitarse) y estamos, de nuevo, ante una gran novela de Los Pedroches. Los paisajes de la dehesa, los tipos humanos que se describen, las costumbres, los modos de hablar y de comportarse, son los nuestros, detalladamente descritos y revisados. Su lectura resulta muy amena y la peripecia mantiene la intriga gracias a los continuos incidentes y lances de los que es protagonista la familia, una familia representativa del mundo rural de la época, con sus heroínas empeñadas en salir adelante día a día, la mujer comprometida con la política y la sociedad, el señorito, el gañán, el cacique, los viejos rencores que se heredan de padres a hijos, los secretos de familia que se desvelan, los comportamientos humanos frente a lo desconocido, el despertar al amor, la amistad... 


El libro (autopublicado en Amazon) está falto de una revisión editorial, afeando el conjunto algunos pasajes con errores de expresión, puntuación y hasta alguna falta de ortografía. El entusiasmo narrativo que se aprecia en la autora y el acercamiento tierno que realiza a nuestra comarca, a su historia y sus modos de vida, compensan en parte esas deficiencias. Quién era mi abuelo es la historia de Los Pedroches en el primer tercio del siglo XX, o, al menos, la historia de la gente común y corriente de Los Pedroches. Nuestra historia. Si la autora consiguiera que nos sintamos identificados y reconocidos, habría logrado su objetivo. Y pienso que lo ha logrado.

4 comentarios :

Anónimo | miércoles, octubre 25, 2023 9:33:00 p. m.

Lo importante es el fondo, no la forma y lo cuenta es muy interesante.

Anónimo | jueves, octubre 26, 2023 7:26:00 a. m.

Lo siento, pero no estoy de acuerdo. Eso no es literatura. El estilo, el dominio de la palabra y el conocimiento de un idioma son fundamentales. Será otra cosa y muy encomiable, pero no es literatura.

Anónimo | jueves, octubre 26, 2023 10:14:00 a. m.

Importa todo si se quiere llegar lejos.

Anónimo | domingo, octubre 29, 2023 11:25:00 a. m.

Aunque me censures (no lo comprendo, no estaba siendo irrespetuoso, aunque, pensándolo bien, sí lo entiendo), sigo considerando que lo primero que se le exige a un escritor es el dominio del idioma. Y no, no es labor del editor quitar faltas de ortografía. Si quieres darle el Solienses a este nuevo hito de la literatura de los Pedroches (tras el de Tébar), deberías haber omitido la alusión a las faltas. Luego la cosa queda un poco burda.

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