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Como el concierto acabara sobre las dos de la madrugada y las ediciones de los periódicos cierran, en el mejor de los casos, a medianoche, se comprende que, leyendo hoy las crónicas (una, dos y tres) de esa nuestra prensa provincial sobre el concierto de Silvio Rodríguez anoche en los jardines del Alcázar de Córdoba, uno tenga la impresión bien justificada de que los autores en realidad habían dejado escrito su artículo antes de ver el espectáculo. Sólo así se entiende tal conjunto de vaguedades y tópicos, válidas para cualquier cosa que ocurriera en el recital del trovador cubano. Porque me hubiera gustado leer, por ejemplo, que Silvio, por primera vez en mucho tiempo, no empezó su recital con Sólo el amor, sino con Mi casa ha sido tomada por las flores, anuncio ya desde el inicio de que el concierto no iba a transcurrir por los viejos éxitos a los que muchos de los asistentes siguen aferrados como único conocimiento, sino que se iba a aventurar por rumbos más actuales. Así lo rubricó también al finalizar el concierto, ya en la cuarta ronda de bises, con Verónica del mar, en vez de con las sempiternas y siempre emocionantes Unicornio o Gota de rocío: Silvio, vino a decir, no empieza y acaba en Ojalá. En una actuación sencillamente perfecta, en la que dominaron los temas de su último disco Cita con Ángeles, destacaron algunas joyitas como la versión jazzistica de Canto arena, los arreglos de Pequeña serenata diurna o la hermosísima actualización del clásico de los inéditos El día en que voy a partir, materia ya sólo para paladares exquisitos, grandes gourmets de Silvio que tenemos en una carpeta de nuestro ordenador más de trescientas canciones nunca grabadas en disco. El trovador estuvo más dicharachero que en otras ocasiones y se detuvo en explicar detalles o circunstancias de algunos de los temas que interpretó (así nos enteramos de que Rosana la compuso en París tras un ataque de nostalgia provocado por un encuentro con Compay Segundo, o que El papalote es un tributo a los lugares de su infancia). [Una desagradable constatación: el público aplaudió en todos los escalones del tema Cita con Ángeles excepto en el que se refiere a las torres gemelas]. En los conciertos de Silvio siempre se quiere más y más, y cuando llegó la hora de acabar y algunos piden a todo grito el título de cierta canción de su preferencia por retrasar lo inevitable un poco más, hubo quien pedía simplemente que el concierto comenzara de nuevo, desde el principio.



Y no deja de sorprenderme la obsesión que tienen algunos pedrocheños (de Los Pedroches) con las cabras.

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