Ha llegado el momento

Ha llegado el momento

Antonio Fernández es quizás el hombre más odiado y temido (ignoro si también querido) de Pozoblanco. Hablo en términos políticos, por supuesto. Recuerdo que cuando en julio pasado buscaba siete pedrocheños con los que simbolizar el séptimo cumpleaños de Solienses, varias personas me recomendaron: a quien tienes que entrevistar es a Antonio Fernández, que es quien manda realmente en Pozoblanco. Sea verdad o mentira, es fama que el actual delegado de Empleo en Córdoba y ex-alcalde de Pozoblanco goza de gran influencia en los asuntos de la ciudad y a él mismo se le achacan muchos de los males que hoy padece Pozoblanco, incluidos el estropicio urbano de la no alineación y la crisis desde las entrañas del PSOE local.

"El delegado de Empleo dio 369.000 euros para cursos a su antigua empresa", titulaba ayer el ABC. Lógicamente, no hicieron falta más trámites: juzgado y condenado. Para qué nos vamos a andar con cautelas. Ya a media mañana había quien se escandalizaba de que, con tales noticias, no ardieran todavía las calles de Pozoblanco. ¿A qué estaban esperando? Ay, si esto hubiera pasado en otros tiempos... Por la tarde el reo declaraba su inocencia y su desvinculación de la empresa desde que ocupó el cargo de delegado, mientras su jefe lo reafirmaba en el puesto. Poco importaba ya, pues la sentencia no es por delito, sino por sospecha, y el vituperio cabalga ya desbocado por todas las libertades de expresión de la red. Lo que se avecina, de tantas veces repetido, huelga siquiera enunciarlo.

Antonio Fernández, administrativo de profesión, fue alcalde de Pozoblanco durante 17 años y delegado de Empleo desde 2004. Su influencia sobre el PSOE de Pozoblanco, cuya secretaría general ocupó muchos años, ha sido inmensa. Por eso mismo, su partido a nivel local, que quiere salir de una crisis mediante la renovación total, no logrará hacerlo por completo mientras la sombra del ex-alcalde y hoy delegado planee amenazante. Llega un momento en que ciertos políticos, por muy valiosos que hayan sido en el pasado, perjudican a los suyos más que benefician. Pero ellos no se dan cuenta, no saben que ha llegado el momento de dejar los oropeles y reintegrarse a la vida civil. Alguien muy cercano tiene que decírselo.