La procesión de las capas pardas de Bercianos de Aliste
Procesión del Jueves Santo en Bercianos de Aliste (Zamora).
Tengo la intuición de que en toda España apenas se conservarán más de dos docenas de fiestas tradicionales que mantengan la pureza de sus rituales y motivaciones originarias. La inmensa mayoría de las celebraciones populares han sufrido durante las últimas décadas una profunda transformación que ha desvirtuado en buena parte su significado y aun su significante primitivo. Muchas razones han contribuido a este resultado, pero apuntaré ahora solamente dos. En primer lugar, las influencias foráneas derivadas de la globalización cultural uniformadora. Resulta alarmente la impudicia con la que, sin ir más lejos, en pueblos de Los Pedroches se han abandonado durante estos días los usos tradicionales propios de la Semana Santa para imitar, de modo sonrojante no pocas veces, las costumbres pasionistas ajenas, particularmente sevillanas. La imitación no se reduce meramente a la recreación externa del rito sino que pareciera también como si se quisieran emular incluso las formas íntimas de expresión del sentimiento individual y de la emoción colectiva. Analizar el porqué de la atracción de estas formas extrañas a nuestra cultura popular no corresponde a este momento, pero no quisiera dejar de señalar mi sospecha de que la añoranza en algunos sectores de la juventud de una disciplina jerárquica desterrada ya hoy en otros ámbitos no resulta del todo ajena a este fenómeno social de gran interés antropológico.
Un segundo factor que está contribuyendo a distorsionar gravemente el desarrollo tradicional de muchas celebraciones populares es el auge del turismo rural. La concurrencia masiva de ciudadanos ociosos que acuden a los pueblos para disfrutar de sus ritos populares acaba desvirtuando su significado y modificando la forma externa de la ceremonia, que, tarde o temprano, acaba adaptándose a las circunstancias impuestas por el público. Simplificando la cuestión, la afluencia de turistas termina siendo percibida por los lugareños como un factor de desarrollo económico territorial y la ceremonia, en consecuencia, se vuelve una mercancía que se vende a gusto del comprador.
Pero volvamos a las pocas fiestas que todavía en España conservan el sabor y la esencia de los auténticos ritos tradicionales. El año pasado me referí emocionado a una de ellas, el Corpus de Camuñas (Toledo), de donde uno regresó impactado por tan raros resquicios de autenticidad ancestral. Ahora puedo sumar, en mi propia experiencia, un segundo eslabón a esta cadena de fragilidades tras asistir durante dos días a los rituales atávicos de la Semana Santa de Bercianos de Aliste.
Bercianos de Aliste, que cuenta con unos 150 habitantes, es un anejo del municipio de San Vicente de la Cabeza, situado en la comarca de Aliste, al noroeste de la provincia de Zamora. La comarca guarda ciertas semajanzas con Los Pedroches, entre ellas la de su aislamiento, y no sólo geográfico. Su posición marginal (en la raya de Portugal, lindando con la comarca lusa de Trás-os-Montes), la ausencia de núcleos urbanos de cierta entidad (Alcañices, que se considera la capital del territorio, cuenta sólo con 1.163 habitantes) y la dispersión demográfica han contribuido quizás al mantenimiento de algunos ritos antiguos no adulterados todavía por la contaminación externa. Entre ellos, los más conocidos son los organizados por la cofradía pasionista de la Cruz o Santo Cristo de Bercianos o Santo Entierro, que en las tardes del Jueves y Viernes Santo vive sus momentos de mayor esplendor con las procesiones de los cofrades ataviados con las famosas capas pardas y con sus propias mortajas.
Cofrades ataviados con la mortaja antes de comenzar la procesión del Viernes Santo.
Resumo el ritual que he podido vivir estos días. El Jueves Santo por la tarde, tras la celebración de los Oficios en la pequeña parroquia de San Mamés, los cofrades de la Cruz (sólo hombres), vestidos con la capa parda o alistana y dispuestos en fila de a uno, salen en procesión desde la iglesia hasta el pequeño calvario que se levanta a las afueras de la localidad, en la misma puerta del cementerio. Durante todo el recorrido de ida y vuelta un grupo de cofrades (en latín) y de mujeres (en castellano) entonan el Miserere, mientras el resto de participantes guarda un respetuoso silencio. El desfile lo abren dos enormes pendones portados con gran dificultad por jóvenes de la localidad. Al llegar al calvario, la comitiva se detiene y se entona allí el Cántico de las cinco llagas, muestra exquisita del rico folklore religioso berciano.
VÍDEO: Procesión del Jueves Santo (el molesto ruido que se escucha a veces está provocado por el viento).
El acto más importante, sin embargo, es el del Viernes Santo. Tras el sermón, se procede al descendimiento de una imagen de Cristo crucificado, que es colocado en una urna (la imagen tiene los brazos articulados, lo que permite su posición en cruz y también yacente) que se sacará en una procesión similar a la del día anterior. La diferencia fundamental es que la mayoría de los cofrades van cubiertos ahora con una túnica blanca con capucha que constituye la mortaja con la que serán enterrados cuando mueran. Según la tradición, vestirán la capa parda los cofrades que llevan solo un año en la hermandad, los viudos y los de edad más avanzada. Este año, por desgracia, la procesión del Viernes Santo se interrumpió al poco de comenzar por culpa de la lluvia.
El descendimiento del Cristo se realizó este año en el interior de la parroquia por culpa de la lluvia.
La severidad austera de los atuendos de los cofrades, la letanía quejumbrosa del Miserere y del resto de cantos que no cesan de entonarse durante la celebración, el simbolismo fúnebre que acompaña al cortejo, la belleza del cuadro en su conjunto hacen de una sencilla ceremonia algo excepcional. Allí distinguimos todavía un componente sustancial de verdad que resulta muy difícil percibir ya en la mayoría de los ritos tradicionales de los pueblos. Al vivirlo, uno siente que, en lo fundamental, el ritual no se ha alterado apenas desde el siglo XV en que se constituyó la hermandad. Se advierte que los protocolos no se han adaptado para agradar al visitante, sino que obedecen a unas normas consuetudinarias que se han ido transmitiendo de padres a hijos durante generaciones con la rotundidad de quien enseña a leer o a fabricar queso.
La Semana Santa de Bercianos de Aliste se encuentra en un momento crítico. Conservando todavía sus elementos primigenios sin apenas adulteración, la creciente asistencia de público foráneo terminará actuando de forma negativa en su desarrollo, tarde o temprano, si una fuerte voluntad por parte de los protagonistas de la ceremonia no lo impide. La profusión de cámaras fotográficas y de vídeo (de periodistas o aficionados), que muchas veces no dudan en sacrificar la integridad ritual para obtener una buena imagen, provocando incluso el enojo de los ejercientes, es todavía llevadera, pero pronto ya no lo será. Su reciente declaración como Fiesta de Interés Turístico Regional de Castilla y León, lejos de ayudarla, creo, la perjudica, porque la convierte en objeto de exposición y contribuirá a su progresiva degradación. La asistencia este año de un ministro, con su corte de políticos y guardaespaldas tan extraña a un lugar tan humilde, tampoco ayuda a la preservación de los valores originarios que sustentan la celebración. Y lo dicho para la Semana Santa de Bercianos sirve para cualquier otro momento y lugar.
La procesión del Jueves Santo a su llegada al Calvario.
La procesión se detiene ante el Calvario para entonar el "Cántico de las cinco llagas".
La comitiva regresa en fila silenciosa.
Mujeres vestidas de negro velan el "Monumento del Santísimo", adornado con pañuelos y mantones de Manila, como las antiguas cruces de Añora.
Un cofrade de la Cruz, durante la procesión.
Los fotógrafos alteran a veces el desarrollo de la ceremonia.
Salida de la procesión del Viernes Santo, con los cofrades vistiendo las mortajas.
Tres cofrades se dirigen por una calle de Bercianos a la iglesia con sus capas al hombro.
Mujeres de Bercianos, vestidas de negro como manda la tradición, acuden a los Oficios del Jueves Santo llevando sus sillas.
Los jóvenes de la localidad que todavía no son cofrades portan los enormes pendones que encabezan la procesión.
2 comentarios :
Tienes más razón que un santo, Antonio. ¿Cómo preservar una tradición de las contaminaciones foráneas? En la misma esencia de la fiesta está su perdición. Todos hemos observado de pequeños cómo disfrutaban las mujeres,normalmente ellas, siempre ellas, porque ellas hacían los marmotos de Villanueva o las cruces de Añora, por poner dos ejemplos, cuando venían forasteros, gentes de fuera, a contemplar nuestras fiestas. Y que la gente hablara y se admirara de lo nuestro. Antes llegaban sólo personas de los pueblos cercanos. Hoy llegan hasta ministros. Y si el dinero puede entrar con el turismo ¿quién le pone puertas al campo? ¿Cómo se preservan las tradiciones? Pues no haciendo nunca caso al Alcalde, ni a los concejales ni a los dueños de las casas rurales ni a las agencias de viajes. Crear en cada lugar una comisión que vele por la pureza de nuestras tradiciones y cuando alguien haga una propuesta "porque esto favorecerá al turismo" decirle y convencerle de que hay que seguir actuando como si no hubiese turistas. Nosotros a lo nuestro. Y lo nuestro siempre ha sido "esto".
Amigo,en primer lugar quiero feliciarte enormente por tu articulo,pues tengo que decirte que mee sentido totalmente identificado en todo cuanto en el expresas..y que razon llebas.Yo soy un chico de Linares,(Jaen)amante de las tradiciones mas antiguas,pues pienso que son nuestro sello de identidad por el cual tenemos que velar al maximo,y veo con mucha lastima e impotencia el como perdiendo nuestras tradiciones todas la Hermandades y Cofradias,incluso las mas antiguas de mi ciudad como es la de la santa vera cruz,han acabado combirtiendose en pura copia de Hermandades Sevillanas,yo no tengo nada en contra de este estilo,al contrario,me agrada y tiene su encanto,pero cada cosa en su lugar,es bonito ver cada costumbre en su lugar de origen,lo bonito es ir a Zamora y disfrutar de su estilo,de sus costumbres antiguas y entrañables,Salamanca,Cadiz,Lucena con sus santeros..etc.Pienso que con la historia que tienen las Cofradias en Linares..como sea podido perder ya absolutamente TODO,de aquellos años fundacionales ya solo quedan papeles y libros escritos,una verdadera lastima,esto es una lacra y pienso que ya poco o nada puede hacerse.Un saludo.
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