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Monotonía tras los cristales

Alejandro López Andrada (centro), la semana pasada en el homenaje a Pablo García Baena en el Teatro Góngora de Córdoba [Foto: Agustín Merino].

En otoño Los Pedroches se entregan a la melancolía. La lánguida rutina del dejarse llevar y milagro resulta encontrar una pizca de entusiasmo y de vida. En otoño la cultura de Los Pedroches parece estar fuera de Los Pedroches, en una suerte de exilio lleno de tristeza y pesadumbre.


Juana Castro habla de Ibarbourou en el Día de las Escritoras, presentada por Francisco A. Carrasco, en la Delegación de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico en Córdoba. Alejandro López Andrada participa en el homenaje al poeta Pablo García Baena en el Teatro Góngora, organizado por la Federación de Peñas Cordobesas. Una de las novelas de Homero de Félix Ángel Moreno Ruiz (Estaré esperando para matarte) será la protagonista de una de las Rutas literarias por Córdoba que organiza la Red Municipal de Biblioteca de Córdoba. José Jurado ha sido seleccionado para exponer en noviembre su obra en DMencia, la Muestra de Arte Contemporáneo de Doña Mencía. María Pizarro presenta mañana su poemario La libertad de la herida en la Fundación Cajasol. Sí, en Córdoba.


Tengo sobre mi mesa el Tratado de lo que ignoro de Juan Bosco Castilla, reclamando atención a mi holgazanería. Otros libros se han anunciado con la lenta caída de las hojas de los árboles: La jaula del sol, de Fran Cobos, publicado en 2019, y Hágase tu voluntad, de Vanesa Lozano, autores ambos naturales de Pozoblanco. Y todo lo que esté por venir.


Este sábado hay jornada extraordinaria de la Muestra de Cine Rural de Dos Torres, con la proyección de la película Hermanos del viento (2015) y un coloquio con Gerardo Olivares, director, y Manuel Camacho, actor, el que fuera protagonista de Entrelobos. Y, para los Santos, Don Juan Tenorio regresa a Hinojosa del Duque de la mano de la Compañía de Teatro Clásico de Córdoba.


Por aquí anduvo Imanol Arias, demostrando que es algo más que un Alcántara, con la versión teatral de El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez dirigida por Carlos Saura. Qué trío de ases para que nadie escribiera una palabra sobre ellos.


Imanol Arias en el Teatro El Silo de Pozoblanco [Foto: Cultura Pozoblanco].

2 comentarios :

Anónimo | viernes, octubre 23, 2020 2:34:00 p. m.

Espléndido resumen para el que quiera entender. Agradecido. Comparto: en este otoño echo de menos más movida cultural EN LOS PEDROCHES. Distanciarse fisicamente no significa distanciarse del imán de la cultura. Espero y deseo que usted siga bien.

Anónimo | viernes, octubre 23, 2020 10:06:00 p. m.

La entrada del otoño en los Pedroches, para mí, empieza con el Día de Todos los Santos. La tradición. Por eso, lo que más me reconcilia conmigo mismo, de todo lo que nos muestra Antonio en su entrada, es esa representación del don Juan Tenorio en Hinojosa del Duque. La tradición. Amanecer con ese día primero de noviembre y preparar las flores, encender los faroles, caminar en hilera por las calles y llegar a las tumbas. Entablar con los muertos una pequeña conversación. Y a la tarde ir al cine del pueblo: la función. La misma función de todos los años: avellanas y pipas, la misma emoción de todos los años. Y, al salir, con el primer vaho de las calles que empiezan ya a encender las bombillas, regresar a las casas aspirando el aroma de un buen plato de gachas: recia harina, el pan frito y el inolvidable olor del aguardiente. ¿Quedará aún un atisbo entre nosotros de estas sensaciones? ¡Qué desconsuelo leer todos los requisitos que te imponen las leyes para acercarte al fuego del recuerdo, a ese rescoldo casi extinguido ya de nuestra tradición! No nos queda otro remedio que convocar a esos muertos que vuelven, conocedores ahora de todos los secretos. Invocar a la muerte, a ese ángel vengador que parece rondar nuestros umbrales, conocer el secreto de la seducción y el quebrantamiento de las leyes divinas y humanas. Escapar antes de que el grito nos alcance. Y en la noche, ya con el sol puesto, regresar al hogar y buscar el antídoto de esa fuente de gachas que nos espera. Hincar nuestra cuchara en el centro, en ese pozo de la vida que se llena, de pronto, de una humeante leche. Aspirar entonces el sabor milenario de la canela y sentirte en esos momentos como el principal personaje de la representación. Rebañar hasta la última brizna del cuenco. Lamer el cuenco como el último intento de volver a mirar todas las cosas como eran. Sin mascarilla. Que os aproveche, paisanos.

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