Mucho espectáculo y una despedida
Efecto del 'video mapping' sobre la catedral de la Sierra [Fotos: Solienses].He asistido a las cinco últimas ediciones de las ocho de La vaquera de la Finojosa que se han representado hasta hoy. Es decir, todas desde la de 2006, desde que existe Solienses. Y he escrito sobre cada una ellas: la de 2006, la de 2010, la de 2014 y la de 2018. En esas crónicas he destacado una serie de elementos comunes a todas las ediciones: el inmenso trabajo actoral de los vecinos de Hinojosa del Duque, que, sin ser profesionales, se esfuerzan por sacar adelante con mucho acierto un espectáculo teatral que sobrecoge por sus dimensiones; el talento creativo de hinojoseños como el diseñador Francisco Tamaral, la envolvente música de Miguel Cerro o las danzas ruralpop de Manoli Chaves; el acertado uso de la Plaza de la Catedral, que podría resultar una trampa escénica si no se tuviera la habilidad que han demostrado todos los directores hasta la fecha para que pareciera fácil lo que es muy complicado, esas masas de figurantes que entran y salen, los desfiles de caballos, los animales a su albedrío, los cortejos reales; y, en fin, el contenido argumentalmente insustancial de la obra representada y la paradoja que resulta invertir tanto esfuerzo y talento en un libreto tan poco meritorio. Todas esas ideas podrían de nuevo aplicarse a la VIII representación de La Vaquera de la Finojosa, que estos días ha vuelto a Hinojosa del Duque.
Y ello es así porque la representación de La vaquera se ha convertido ya en una seña principal de la identidad hinojoseña, en una tradición que se va asentando en los cimientos que fortalecen cada edición, con sus aportes novedosos, el rechazo de lo que no ha funcionado y la potenciación de lo que resulta teatralmente relevante. Cada nueva edición de La vaquera constituye, pues, una síntesis de todas las anteriores y un ensayo de nuevas aportaciones introducidas por el equipo de dirección y producción, que se esfuerza cada vez, como es lógico, por diferenciarse de las anteriores entregas, mejorándolas.
Dos elementos innovadores destacaría en la versión de La vaquera que pude ver antenoche, uno estructural y otro ambiental. En cuanto al primero, en la edición de este año me ha parecido advertir un pequeño juego teatral que no había percibido tan claramente en otras ediciones. Se trata de un recurso al 'teatro dentro del teatro' en varios niveles de muñeca rusa: hay un momento en que el marqués joven y la vaquera están siendo observados en flasback por el marqués adulto y su secretario, que a su vez están siendo mirados como representación teatral por la reina y su corte, a los que a su vez estamos viendo como gran espectáculo todos los espectadores. Algo que, en el universo cinematográfico, me recordó a la película Angustia de Bigas Luna.
La otra novedad en la representación de este año son los elementos de video mapping proyectados sobre los muros y la torre de la catedral de la Sierra, que adquiere así mayor protagonismo que en otras ocasiones. Se trata de una innovación que no añade nada a la representación teatral propiamente (aunque tiene especial significado en escenas como la prolepsis histórica sobre la construcción de la propia catedral), pero sí al espectáculo total en que quiere convertirse La vaquera, y utilizamos la palabra espectáculo en el mejor de sus sentidos.
Teatro dentro del teatro, música, danza, desfiles, diseños, grafismo... La representación parece querer volcarse definitivamente hacia el puro espectáculo por encima de la trama argumental o de la mera teatralización de la serranilla del Marqués de Santillana, que se ha simplificado al máximo en el conjunto de la producción. La mayoría de los personajes aparecen algo desdibujados, porque su papel se ha reducido a meras secuencias a veces inconexas (incluso el propio marqués y la vaquera llegan a parecer personajes secundarios en el total de la representación). Se han potenciado los personajes cómicos que más agradan al público, con diálogos simples y efectistas que provocan la risa fácil en parte de los espectadores: el posadero, el secretario del marqués, los vecinos despertados en plena noche, fray Soponcio... Entre todos estos destacaría a la madre de la vaquera, que ha sido capaz -en su breve papel- de crear un tipo reconocible de madre volcada en la felicidad de su hija (cualquiera que sea el camino por el que esta llegue) y acomodaticia hasta la sumisión a los requerimientos del poderoso (sus exageradas reverencias al noble no se olvidan). La aparición espectral de Malicia no supera a la vieja alcahueta de pueblo de toda la vida ni hace olvidar al coro de mujeres murmuradoras.
Incluso las escenas de las danzas de mozas y mozos, con los asombrosos vestidos de Tamaral, aparecen como arrancadas de todo contexto y no se explica muy bien por qué ahora entran o salen, ni por qué pasan por allí esos caballos ni qué pinta ahora desfilando la banda de música, sin otra razón acaso que añadir movimiento y color al espectáculo. La VIII edición de La vaquera ha resultado, pues, un lujoso collage de secuencias aisladas que solo adquieren unidad en la mente del espectador histórico de esta representación, que alcanza a comprender de dónde viene cada una y a dónde lleva, y que constituyen en su conjunto una exaltación de la historia y la cultura autóctona de Hinojosa del Duque, ligeramente exagerada en algunas ocasiones. En este Much ado about nothing, argumentalmente, por fortuna, ya ni siquiera se insiste en el tema de la honra de la muchacha, que a nadie interesa, y la obstinación del marqués por conquistar a la vaquera se reduce finalmente a entregarle un manuscrito con los versos de la famosa serranilla. Frente a la tradicional dominación masculina, la vaquera expresa esta vez un punto de empoderamiento, pero tan rutinario como barrer la puerta de la casa cada mañana.
De pronto, sin que nada haya pasado y nada se espere, entre fastuosos movimientos de los danzantes y caballos al galope, la función ha terminado y toca decir adiós. Cuando en plena apoteosis popular el de Santillana, subido majestuoso a su caballo, grita entre lágrimas "¡Adiós, Finojosa!", todos comprendemos que quien se está despidiendo tan emocionadamente no es Íñigo, el marqués rechazado, sino Matías, el alcalde, que ha querido quizás con esta actuación poner el término necesario a un ciclo vital, para comenzar otro, ya no tan público, y es entonces quizás cuando al fin se justifica el porqué de tanto espectáculo.
7 comentarios :
Pasando por la plaza de la catedral un día de agosto del 98 vi con mi mujer y mi hijo de 1 año que algo se montaba en la plaza. Había escenarios y un patio de butacas, nos sentamos para descansar y por curiosear. Resulta que era el ensayo general antes del estreno. Nos quedamos. Fue un espectáculo, asombrados por lo atractivo de la representación que para nosotros no fue un ensayo general, sino una premier. Todavía recordamos las canciones de las mozas, " ya vienen las vacas por Corredera, los mozos y mozas que huele a fiesta...
No hemos vuelto a verla, ha sido imposible por las fechas, pero aún tenemos la esperanza de poder volver y apreciar in situ todas las novedades que edición tras edición nos presentan. Tengo pendiente, si vuelve, el Halcon y la columna de Belalcázar, que por cercanía también me llama. Un placer el buen hacer de nuestras gentes de Los Pedroches.
Gracias!!!!
Sí, sí, mucho vestuario, buena música y mucho invertir en esta obra, pero no deja de ser larga y aburrida, como siempre lo ha sido desde 1998. Su mayor enemigo es su escaso argumento, que a la vez es su mayor problema. Esa es la obra de teatro LA VAQUERA DE LA FINOJOSA. Uno de Valsequillo.
Por coincidencias de calendario, en los dias de estreno de LA VAQUERA DE LA FINOJOSA en Hinojosa del Duque, se estrenó en Belalcázar LA LEYENDA DE LA CUEVA DE LA MORA. Eso si es teatro, y del bueno!!!! Menudo espectáculo el de Belalcázar. Allí saben cómo hacer teatro con actores aficionados y sin levantar mucho ruido. POR FAVOR, QUE NUNCA SE APAGUE EL GRUPO DE TEATRO VIRIQUILOS EN BELALCÁZAR!!!!
Belalcazar es tierra de teatro, y del bueno. Alli siempre se ha dicho que hay actores aficionados que sobre el escenario actuan como profesionales, o incluso mejor que los profesionales. Estoy de acuerdo con todo ello. Belalcazar tiene un filon en el teatro inagotable.
Mal asunto cuando para que brille tu luz quieres apagar la de los demás. Que cada pueblo siga con su teatro, que bastante esfuerzo tiene.
Son buenísimos si señor
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