A la abuela le crecen los enanos
Ana Cristina González Aranda, natural de Hinojosa del Duque, compone una historia rebosante de valores éticos (la amistad, la solidaridad, el compromiso intergeneracional, la convivencia vecinal) al tiempo que denuncia amablemente algunos de los males de nuestra sociedad (la falta de tiempo para atender adecuadamente a niños y ancianos, la especulación inmobiliaria o el enfriamiento de las relaciones interpersonales). Todo ello con una escritura amena, que invita a continuar leyendo y en la que uno se siente cómodo una vez aceptado el pacto literario de encontrarnos ante una novela feelgood, esa modalidad narrativa que busca historias cargadas de connotaciones positivas y alentadoras con un mensaje nítido de esperanza y bienestar. Personajes adorables con interacciones repletas de empatía, conflictos que se resuelven de forma edificante, ambiente acogedor y relaciones saludables entre los personajes. Incluso el episodio más áspero de la obra (el rapto de las tres ancianas) está contado con un tono constructivo y benévolo.
Ni que decir tiene que Eulalia se presenta como la abuela audaz y resuelta que todo niño desearía tener y Miriam como la nieta imaginativa que da la réplica perfecta. La secuencia abuela-hija-nieta está en la base de la literatura feminista contemporánea y, a pesar de su tono ligero y trivial, A la abuela le crecen los enanos incide también en esa perspectiva de género. Aunque destinada a todos los públicos, no sería extraño descubrir que sus 150 páginas acaben encontrando quizás sus lectores ideales (atentos, colegios e institutos) entre niños y adolescentes.













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