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No es Carnaval, es otra cosa


Chirigota "La Reconquista 2.0", de Pedroche, durante su actuación en el Gran Teatro de Córdoba el pasado jueves [Foto: Cordópolis].

Ana Castro cuenta con humor en La Comarca los "gajes del oficio" de tener un novio carnavalero. Y es que el carnaval, ya lo he escrito en otras ocasiones, ha terminado convirtiéndose en una religión, con tanto ritual como la Semana Santa, que viene después (y espero que el novio de Ana no sea también cofradiero, porque entonces no le arriendo la ganancia). Si un día carnaval fue sinónimo de transgresión y desobediencia, olvídense, eso pasó a la historia: en Córdoba han sancionado a la chirigota del Luky, de Pedroche, por "la manifestación sonora de uno de sus figurantes durante el popurrí". Que, dicho así ("manifestación sonora"), no sabemos si es que el tal figurante se tiró un pedo o echó un eructo, siendo, en cualquier caso, ambas infracciones merecedoras de mayor puntuación si de carnaval auténtico habláramos y no de ese desfile de pasarela en que han devenido las carnestolendas a base de regulación. "Mezquina diversión de casino pretencioso", lo sentenció Caro Baroja hace ya años.

En una reciente entrevista en Hoy al día, Juan Baustista Escribano, letrista de "Los Tunantes", afirma que una letra de carnaval "no tiene que ser una canción protesta, [sino] que hable de lo que nos pasa a la gente corriente, la alegría, la pena, la amistad, el amor, el trabajo…". Yo, particularmente no entiendo así el carnaval. En mi concepción, por ejemplo, tampoco cabe que se entregue al Ayuntamiento la organización de esta fiesta y que el propio alcalde y concejal posen tan felices y sonrientes presentando los carteles correspondientes. ¿Qué crítica mordaz e hiriente hacia el poder local puede esperarse entonces? Ninguna. Claro que si antes hemos convenido en que esa no es la función del carnaval, pues entonces todo correcto.


Autoridades de Pozoblanco presentando el cartel de Carnaval [Foto: Ayuntamiento de Pozoblanco].

En sus orígenes, el carnaval no se entiende sin un exceso de irreverencia y burla hacia las jerarquías civiles y eclesiásticas, con la función liberadora de instintos reprimidos que eso conlleva. Precisamente por ello el poder ha intentado, a lo largo de los siglos, apoderarse de esta fiesta tan peligrosa, dictando bandos y prohibiciones que coartaran la libre exposición de reproches y vituperios, reglamentando la diversión (a veces, como en los últimos tiempos, incluso con el pretexto de protegerla o fomentarla). Si en el carnaval no hay parodia y escándalo, subversión, entonces no es carnaval, es otra cosa. Y lo de hoy, aunque sigue llamándose carnaval, es claramente otra cosa.

16 comentarios :

Anónimo | lunes, febrero 25, 2019 12:49:00 p. m.

¡El carnaval ha muerto! ¡Viva el carnaval! Quien, por su edad, no hubiese vivido el Carnaval, por ejemplo, de los años 50, no podrá ya saber nunca qué era o en qué consistía aquella fiesta. Las calles del extrarradio abarrotadas de gente, golpes de escoba por todos sitios, "Que no me conoces"."Que no me conoces", mascarones que parecían sacados de un cuento de terror, las bocas de cartón medio deshechas por el trasiego del vino, enormes zanahorias y nabos colgando de la cintura, exhibidos levantando el mandil o el refajo delante de un grupo de mozuelas, enormes cornamentas de ciervos con historia real cantada como un juglar en las encrucijadas. Y, de pronto, una música ligera que se oye llegar desde las bocacalles y se acerca levantando aún más los corazones. ¡Ah la música de las murgas! Esas estudiantinas de delicadas letras, juegos florales de auténtico sabor en el centro de las plazas. O esas otras que tomaban un tema de alguna escaramuza local y, con la tonada de la última zarzuela que había visitado el pueblo, componía una historia coral llena de denuncia y de ingenio: "Pepe Juan se tiró el muslo y el Cojo cogió el pescuezo, el Bizco, como es tan tuno, se ha tirado al medio el cuerpo. ¡Ay qué tío, ay que tío, que burraco se ha comío! Pusieron las ventijeras pa pillar a Diego, el Largo, y, por culpa de un viajante, no pudo comer burraco. ¡Ay qué tío, hay que tío, qué burraco se ha comío". El talento popular, sin cortapisas, salía una vez al año fuera de las casas. Se comprometía con sus paisanos para ofrecer unos días de hilarante diversión.
¿Quién dice que ese Carnaval no puede resucitar? Ese Carnaval clandestino dispuesto a correr en desbandada con la sola sospecha de los municipales. Siempre, para defender su presencia en los pueblos, estará ahí la historia, la tradición, los recuerdos. Todavía estamos a tiempo. Antes de que mueran los que rellenaron de algodón los sujetadores de sus madres o hermanas para vestirse de féminas o las que, vestidas con anchos pantalones de pana y sombreros de fieltro marrón, sacaban los colores a los mocitos intentando tocar sus genitales o inventándose una historia de amor con ellos. Y los mocitos, intentando escapar, colorados y muertos de vergüenza.¡Eso sí que era CARNAVAL! ¿Hasta ese punto de desidia estamos ya llegando, azurronaos, en nuestros pueblos? Es verdad que hoy estamos hartos de espectáculos, de chistes malos, malísimos, de trajes de colores, antifaz de pedrería, capas de reyes magos etc., para resucitar ahora a otro muerto. Pero aquel era NUESTRO espectáculo más vivo. El de hoy es un espectáculo encargado y comprado. Como la película que proyectaban antaño los domingos.

Anónimo | lunes, febrero 25, 2019 3:41:00 p. m.

Estoy completamente de acuerdo con todo el texto pero con un matiz. Hay que saber diferenciar lo que es un concurso de agrupaciones carnavalescas (que sirve de antesala al carnaval) y lo que es el carnaval. En los días que vivimos el carnaval se puede disfrutar y vivir plenamente en libertad sin ninguna restricción, a diferencia de lo que era antes. El concurso de agrupaciones carnavalescas solo es eso, un concurso, que como otro cualquiera, tiene sus bases que las rigen para todos iguales. Si no existieran esas bases y las personas que las hacen cumplir, no se podría llamar concurso.

Anónimo | lunes, febrero 25, 2019 5:37:00 p. m.

El carnaval ya no tiene sentido en esos términos o con ese sentido que hemos conocido. Hoy en día cada cual dice lo que quiere y hasta ya es licito quemar fotos de reyes o príncipes como libre expresión, o decir lo que quieras en las redes sociales, o en television…. jeje eso es lo que nos creíamos. Habrá que volver a las máscaras, disfraces de curas y viejas con el pañuelo en la cabeza para decir lo que ya ni se puede, nos creíamos libres, sería una pena echar de menos los carnavales de los 50 como medio de expresión y libertad.

Anónimo | lunes, febrero 25, 2019 7:03:00 p. m.

Anónimo: lunes 25, 12:49 p.m. “Intentando coger los genitales de los mocitos”
¿Y este es el carnaval que desea resucitar? Además de soez y grotesco estas acciones podrían incurrir en acoso sexual. Que hemos progresado es evidente, de hecho ya no estamos tan “azurronaos” en nuestros pueblos.

Anónimo | lunes, febrero 25, 2019 9:59:00 p. m.

Acertadísimo comentario. Ya no hay nada como el antiguo carnaval de irreverencias y quebrantamientos o desobediencias a lo establecido.
¿Quién no recuerda esta murga de mi pueblo?
"A las diez de la mañana en la plaza la bellota, se pueden cazar conejos escondidos entre la ropa.
Ese animal tan bonito de pelo tan abundante, que tiene a los cazadores...locos por echarle el guante.
Transgresión, represión acumulada...en definitiva ganas de romper con cosas y con tod a diferencia de ahora que todo se tiene y todo se alcanza sin ningún tipo de esfuerzo. ¡Viva el carnaval de antes! Y ¡arriba el trapo! como gritábamos a los mascarones en busca de algún caramelo o divertimento.

Anónimo | martes, febrero 26, 2019 2:00:00 p. m.

Sí, intentando coger los genitales a los mocitos. Y digo intentando, que no cogiéndoselos. Aunque si a alguno se los hubieran tentado de refilón nadie te hubiera denunciado por acoso sexual. Eran otros tiempos, donde el gesto era ya suficiente, donde nadie acudía a las mujeres en manada. Y además del gesto de intentarlo ellas te decían: "Pero qué mocito más apañao y más guapo. Tú tienes que ser pa mí" Y tú corrías y escapabas de aquella tentación. Correr era una de las esencias de aquel Carnaval. Correr, recorrerte el pueblo en tres días hasta cansarte, hasta dolerte los pies de los zapatos con tacones que te habías puesto porque tú no eras mujer. Ahora tenemos la Gran Cabalgata, ordenada y con cada espacio señalado, casi una Semana Santa. Un gran espectáculo parecido al de un circo: fantasía, colores, música, movimiento. Pero, cuando la Cabalgata Grande termina, como si todos hubiesen estado encorsetados, los mismos y las mismas que antes danzaban como si fueran brasileñas, ahora se desparraman por las calles de la capital y se van a los barrios. Allí intentan recoger las cenizas del viejo Carnaval y mostrarlas a sus vecinos. Es lo que aun queda en nuestro subconsciente y todavía no ha muerto. Libertad para la sana diversión. Libertad para alborotar la calle. Libertad para ponerle música a las andanzas del barquero. Pero en la calle. Las mujeres en la calle organizándose en los patios de las casas, revolviendo los arcones buscando ropajes antiguos y divertidos. Comprometiendo a sus hermanos mayores para que salieran con ellas de máscaras y las defendieran en caso de tumulto. El Carnaval era de las mujeres y de unos cuantos hombres ingeniosos en las murgas. Y otros que, de tan borricos como se mostraban, te hacían gracia. Tres días tenía el año que brillaban como el sol: lunes de carnaval (lunes santo) martes de Carnaval (martes santo) y domingo de piñata (domingo de resurrección). Algo oscuro y negro había deambulado aquellos días por las calles del pueblo. Pero aquello se había acabado: miércoles de Ceniza. Domingo de Resurrección.
Algo "azurronaos" seguimos estando, paisano o paisana. Rememoremos nuestro viejo Carnaval, "el Carnaval se pasó, la fiesta de las mujeres, cantábamos, y quien no haya conseguido un novio, que espere al año que viene". No sé si el barniz nos ha hecho sacar un poco la cabeza del zurrón. Quizá más alegres que nunca aparentamos estar. Pero también más tristes.

Anónimo | martes, febrero 26, 2019 6:31:00 p. m.

Tal vez al desaparecer la Cuaresma el carnaval no tenga mucho sentido. O tal vez la Cuaresma no se haya ido y viene con otros ropajes...Y entonces si que tendría sentido una reivindicación del carnaval que antonio echaba de menos en su entrada.

Anónimo | martes, febrero 26, 2019 8:46:00 p. m.

Yo también me vestía con trapos viejos hace muchos años cuando era niño. Lo que no recuerdo es que nadie me quisiera coger los genitales. Si al caso los "guevos", pero de los genitales no lo recuerdo. También el lenguaje progresa.

Anónimo | miércoles, febrero 27, 2019 3:04:00 p. m.

Pero bueno, ¿tú sabes o no sabes lo que son los genitales? Porque si no lo sabes a lo mejor te los intentaron coger y ni te enteraste.

jarote en la diáspora | miércoles, febrero 27, 2019 4:47:00 p. m.

El carnaval popular se acabó cuando los Ayuntamientos de la Transición vieron que organizándolo y concediendo jugosos premios conseguían desactivar toda la crítica y protesta que conllevaba. Porque, ¿Quién iba a criticar al alcalde si eso implicaba quedarse fuera del reparto de premios? Al final lo que ha quedado es un baile de disfraces en la calle, con más medios y más lujos, pero el espíritu crítico y la mala leche contra el poder establecido, que es la esencia del carnaval se ha perdido totalmente, gracias a los politiquillos incapaces de soportar que los criticaran en la calle.




















Anónimo | miércoles, febrero 27, 2019 6:40:00 p. m.

Los últimos , unos comentarios muy instructivos : que sí genitales , huevos o cojones, uffff que nivel.no comprendo como gentes con este nivel leen este blog . Estarían mas entretenidos con tl-5.

Anónimo | miércoles, febrero 27, 2019 6:42:00 p. m.

El Premio solienses para éstos lumbreras....

Anónimo | miércoles, febrero 27, 2019 7:35:00 p. m.

Sólo basta con rascar un poquito u el espíritu carnavalesco sale. El problema es que en lo tocante al poder...

Anónimo | miércoles, febrero 27, 2019 10:15:00 p. m.

Ni cogernos los testículos ni los guevos. Lo que hacían y siguen haciendo es tocarnos los cojones pero bien. Ahora están todo el día tocándonos los cojones con Venezuela, los catalanes, la España una grande y libre, los españoles de bien y todos sus rollos. Pues son los mismos tocahuevos los de antes y los de ahora.

Anónimo | jueves, febrero 28, 2019 9:32:00 a. m.

Los Carnavales son lo que son ahora. Una fiesta subvencionada. Un escaparate social para proyectar cierto protagonismo algunos que no lo tienen a diario. Una creación de nuestros tiempos (más allá de la herencia...). Fuera, claro está, del contexto religioso tradicional. Fuera de los ámbitos de crítica social o política, o de ningún otro género. Algo prefabricado a la medida de nuestra sociedad, tan libre (que dicen algunos ingenuos), tan crítica (que dicen otros ingenuos), tan espontánea y creativa (que no se cree nadie). Nadie puede ahora vivir el Carnaval tradicional, obviamente, si acaso disfrutar de la fiesta actual con los ingredientes de nuestro tiempo: que te la pagan; que puedes tener el atavío que quieras; que te hacen la letra (esos creativos, cuasi profesionales); que te ponen escenario para lucir palmito y tener protagonismo por un día; en fin..., que con muchas dosis de ingenuidad te puedes creer que eres un continuador de la tradición. Ah...soñar...soñar.

Anónimo | viernes, marzo 01, 2019 12:12:00 p. m.

Del carnaval de los años 70 nos queda, para quien lo quiera rememorar, la comida típica. Albóndigas y de postre natillas.( Para los menos, o nada pudientes era una exquisitez). Y estás coplillas

Cómo los hombres son tan baratos, ciento cincuenta dan por un cuarto y las mujeres vaya por dios, una solita vale un millón.

Carnaval, carnaval tú te vienes tú te vas y nosotros nos iremos y no volveremos más.

Sí este carnaval no me sale novio no me pinto más ni me echo los polvos.

Ya se acabó el carnaval, la fiesta de las mujeres a la que no le salga novio que aguarde al año que viene.

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