Isabel J. Romero: "La llave de la ficción es automática y abre todas las puertas"
Entrevista a los candidatos al Premio Solienses 2022
Isabel J. Romero, el pasado jueves en Puertollano [Fotos: Solienses].
Me reúno con Isabel J. Romero para realizar esta entrevista en Puertollano (Ciudad Real), donde ella vive desde hace más de cuarenta años. En tanto tiempo, sin embargo, no ha perdido el contacto con su tierra, con su pueblo. "Y cuanta más edad vas teniendo, más ganas te dan de volver", afirma. Isabel es natural de Santa Eufemia, ese pueblo de Los Pedroches situado en el extremo más septentrional que padece en las últimas décadas un doloroso proceso de despoblación, pero que conserva uno de los patrimonios monumentales de carácter histórico más importantes de la comarca: su poderosa iglesia morisco-mudéjar de la Encarnación, sus recios torreones de la muralla medieval, su puerta de la villa, el castillo de Miramontes... Un entorno natural privilegiado que ha hecho a sus habitantes fuertes y tenaces, según Isabel, aferrados al trabajo y con una gran capacidad creativa y artística. La naturaleza que los envuelve tiene mucho que ver en ello, no se cansa de repetir.
Isabel Jiménez Romero se ha dedicado durante muchos años a la enseñanza y a la animación cultural, bregando en el cuerpo a cuerpo con los cuentos y la poesía en encuentros y talleres con niños. Ha publicado varios libros de relatos infantiles y dos obras para adultos: Morirse al sol (2018) y Todas las puertas (2021).
Quiero hablar con Isabel de su libro Todas las puertas, candidato al Premio Solienses 2022. Se trata de una colección de relatos: de 17 relatos, me hace notar la autora, tantos como los pueblos de Los Pedroches. Y no fue premeditado, pero ello prueba la conexión mágica que siempre nos rodea, señala Isabel. En Todas las puertas una inmigrante del norte de África trabaja en España como auxiliar de ayuda a domicilio y esto le permite entrar en muchas casas y contar las historias de lo que allí sucede. Lo que aprendemos es que las apariencias engañan y que puertas adentro se esconden realidades que no se sospecharían desde fuera. En muchos de los relatos late un trasfondo de cuento fantástico, donde no está muy claro el límite entre la realidad, el sueño o lo paranormal.
Respuesta. Yo creo que ningún libro es casual. Todos los libros tienen una connotación mágica y aparecen porque es necesario que aparezcan, tienen siempre una razón de ser. Siempre nos preguntamos qué hay detrás de una puerta, es algo misterioso, y precisamente ahora con la pandemia hemos visto la importancia que tiene nuestro espacio, nuestro propio universo. Cuando entramos a las casas nos desinhibimos y somos nosotros mismos. La chispa de este libro fue una visita que hice a la casa de una amiga, que es artista y escritora, y al entrar en su casa me sorprendió cómo vivía y la disposición de las cosas, cómo ella se desenvolvía en la casa, porque era otra persona distinta a la que yo conocía en el exterior. Y nada más llegar a casa escribí un relato sobre esta experiencia ("Galería de arte") y ese primer relato fue la chispa. Me dije, yo quiero seguir averiguando cómo viven otras personas. Es difícil entrar realmente en las casas para ver cómo vive la gente, pero la llave de la ficción es automática y abre todas las puertas.
P. Se trata de una colección de relatos muy variados unificados por la presencia de un personaje, Fátima, que estructura y da continuidad a la narración. ¿Lo pensaste así desde el principio o inicialmente proyectaste relatos independientes?
R. Yo quería saber lo que pasa dentro de las casas y un día en la piscina me encontré a una chica que trabaja precisamente en la ayuda a domicilio, cuidando de personas mayores, y que usaba el hiyab, y decidí convertirla en la narradora que contara las historias y la transformé en la llave que abría las puertas.
P. En una entrevista que me hicieron para la radio sobre el Premio Solienses definí tu libro como "un catálogo de soledades", porque me parece que todos los personajes que aparecen en él están solos en el fondo, incluso aunque vivan con otras personas. ¿Compartes esta visión?
R. Sí, es una galería de personajes que soportan todos una carga: soledad, frustración... Yo lo que quería, ya que tenía una protagonista del otro lado del mar, era poner en contacto ambas orillas, sacando a colación los vicios de nuestra sociedad y dejando ver el espacio intrincado del alma de los personajes, mostrando a veces el contraste entre ambos mundos.
"Con la pandemia hemos visto la importancia que tiene nuestro espacio, nuestro propio universo."
P. Fátima es un personaje esencial en la obra, porque unifica el relato, pero se nos cuenta poco de ella. Sabemos que es emigrante, que ha dejado a sus hijos al otro lado del mar, se insinúa incluso que ha sufrido algún tipo de violencia... ¿Por qué no has desarrollado más el personaje?
R. No me centré en Fátima, pues ella era como un narrador cámara que iba viendo las historias y no me interesaba mucho su propia vida. De hecho, una cuidadora va a las casas y no cuenta su historia. Me interesaban los personajes y, en todo caso, el contraste que Fátima observa entre su mundo y el nuestro. Por ejemplo, las casas que encuentra con espacios inmensos para solamente una persona ella los compara con su país, donde una familia numerosa desarrolla su vida en un pequeño habitáculo. Además, en el género del relato no puede faltar una coma ni sobrar, el relato es la punta de un iceberg a partir de la cual tienes que imaginar el resto. Si hubiera sido una novela quizás sí me hubiera metido más en la piel de Fátima, pero los relatos cuentan la historia de cada personaje y si quieres contar otra historia el relato se te va de las manos, se pierde.
P. En la novela no hay ninguna referencia explícita a un lugar determinado, ¿dónde sitúas la acción o es premeditada esta desubicación?
R. No me interesaba el espacio, el lugar, sino el alma de las personas.
P. ¿En cada relato pensabas en un tema determinado y luego desarrollabas la historia a su alrededor?
R. No, yo pensaba en el personaje, cada uno con su problemática.
Isabel Romero junto a la Fuente Agria, un emblema de Puertollano.
R. Es mi pueblo, aunque quise tener cuidado para que la gente no se dé por aludida, porque se corre el riesgo de tomar como realidad lo que es ficción. Incluso en mi propia familia, porque yo usé esporádicamente el nombre de mi abuelo, me decían, oye que el abuelo no ha hecho eso (risas).
P. Tú llevas muchos años viviendo en Puertollano, pero esa unión con el pueblo de origen no se pierde.
R. No, no, no. Incluso cuando vas cumpliendo años, queremos volver más a nuestra infancia. Es que el Valle de Los Pedroches es muy mágico, es una maravilla. Ese mar de encinas... Esa fuerza que te ha dado el pueblo cuando eras niño y vivías allí, eso no lo pierdes nunca. Somos lo que somos de acuerdo con lo que hemos sido en nuestra infancia y ahora a los niños se les está robando la infancia. Nosotros jugábamos en las calles, te subías a los cerros a jugar y qué experiencias, aunque te cayeras rodando. Se aprendía la vida en la calle, y las puertas abiertas. Y otra cosa que hay que rescatar del pasado es la relación con la naturaleza, porque mira lo que nos está pasando, por no tener ese vínculo.
"Hemos perdido mucho al abandonar los pueblos, muchísimo. Allí tienes una identidad, te conoce la gente."
P. Siempre he sentido curiosidad por saber cómo se observa a Los Pedroches desde Santa Eufemia, que es un pueblo un tanto aislado, en un extremo de la comarca.
R. Recuerdo cuando niña que mi madre me llevaba al oculista, a don Agustín, a Pozoblanco y eso era un viaje enorme, son viajes que no se me olvidan. La gente te preguntaba que si habías ido a Pozoblanco, porque eso era una suerte. La gente de Santa Eufemia cuando yo era pequeña tenía ganas de salir fuera, te asomabas a la muralla y te preguntabas qué hay ahí, porque tú veías a la gente que se iba y que volvían luego como superiores. Y todavía hoy se ve la comarca como algo así, como algo que está lejano.
P. ¿Os sentís más cordobeses o ciudadrealeños?
R. Hay mucho de La Mancha. Al estar tan aislados, mucha gente miró a Puertollano y se vino aquí a trabajar.
P. Santa Eufemia es uno de los pueblos de Los Pedroches que más está sufriendo el fenómeno de la despoblación. ¿Cómo se siente esto en el pueblo?
R. Con tristeza, se nota tristeza. Sin embargo las tradiciones siguen muy vivas, es como una forma de mantener vivo el espíritu de Santa Eufemia. En San Blas, por ejemplo, viene gente de fuera nada más que a celebrar el santo. Sigue siendo un pueblo muy acogedor, muy hospitalario y con una belleza paisajística impresionante. La gente, además, tiene una gran capacidad de trabajo y son muy creativos, quizás la naturaleza ha influido en la creatividad.
R. Escribo porque creo que con ello voy a cambiar algún tipo de actitud. Yo he sido siempre un poco rebelde, dentro de lo que la época permitía. Recuerdo que de niña mi madre me mandaba a llevarle un regalo a don tal y yo me rebelaba y le decía que no, que no iba, que por qué no se quedaba ella con él. Y había cosas de mi infancia sobre las que yo quería volver y hacer justicia, y ese era mi propósito, desde la ironía, en Morirse al sol.
P. ¿En qué nuevo proyecto te encuentras trabajando ahora?
R. El escenario va a ser mi pueblo, aunque no lo cite. Voy a poner en contacto a dos generaciones diferentes. Pienso en cómo ha cambiado la mentalidad de la gente en poco tiempo, nuestro contacto con la naturaleza, nuestros valores. Cuando vuelven los hijos de los emigrantes, nos preguntamos qué han traído después de tanto tiempo, muchas veces las manos vacías. Hemos tenido mucha calidad de vida, muchas relaciones humanas intensas en la capital, pero hemos perdido mucho al abandonar los pueblos, muchísimo. Tú allí tienes una identidad, te conoce la gente. Fíjate qué cosa más mágica y más bonita: tú puedes estar treinta años fuera y cuando llegas al pueblo sigues siendo "la Isabelita de la Socorro" y vuelves a hablar con la gente como si no hubieses faltado nunca del pueblo. De esto quería hablar en mi nueva obra, tratando de conectar el pueblo con la ciudad, la relación entre generaciones, el cambio experimentado. Tengo muchas historias que contar del pueblo, porque creo que todos los homenajes que se les hagan a nuestros padres y abuelos son insuficientes, porque han vivido con mucha dignidad, con mucho trabajo y los hijos hemos vivido mejor gracias a su sacrificio.
1 comentarios :
"La Isabelita de la Socorro", entrañable frase que lleva todo un trasfondo de querencia y paisanaje. No solo se alegra quien se siente así aludido, en este caso, aludida, sino el que la dice. Es como recuperar a alguien que se ha ausentado del pueblo y ahora vuelve. Y quien se quedó allí te recibe como si no hubieras faltado nunca.
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