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Pedro Tébar presenta en Córdoba 'La isla del gavilán'

Pedro Tébar y Antonio Merino, anoche en Córdoba [Fotos: Agustín Merino]

La tarde invitaba al recogimiento en el hogar, pero la cita con la literatura constituye un reclamo demasiado poderoso como para no escuchar sus cantos de sirena y dejarse vencer por ellos. Atraídos por la llamada de los libros o de los amigos, desafiando la lluvia y el viento, anoche se dieron cita un buen número de lectores en la sede de la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía en Córdoba para asistir a la presentación en la capital de la novela de Pedro Tébar La isla del gavilán (Editorial Renacimiento).

Allí estaba una buena representación de la cultura de Los Pedroches asentada en Córdoba. Acudieron dos flamantes recién premiados en sus respectivos ámbitos de creación: Alejandro López Andrada, que el día de antes había recibido el XIV Premio Internacional de Poesía 'Claudio Rodríguez', y Manuel Fernández, galardonado el mismo lunes con el Premio Córdoba de Periodismo. También quisieron acompañar a Pedro los ganadores del Premio Solienses Francisco Antonio Carrasco y María Pizarro, la poeta cordobesa Concha García o el presidente de los cronistas cordobeses Juan G. Nevado, entre otros. No acudió, en cambio, el delegado de Cultura Eduardo Lucena, pozoalbense, a pesar de celebrarse el acto en la sede de su delegación, lo que no deja de representar una cierta descortesía para la gente de su tierra que acude a Córdoba a presentar su trabajo.

Juana Castro, Pedro Tébar y Antonio Merino, anoche en el acto de presentación de 'La isla del gavilán'.

En la presentación del libro intervinimos Juana Castro, Pedro Tébar y Antonio Merino, junto con el también poeta Antonio Luis Ginés, que presentó el acto en nombre de la Delegación de Cultura. Tuve el privilegio de ser presentado por Juana, lo que marcó un inicio del acto difícilmente superable. Mi intervención (de la que próximamente ofreceré un extracto en vídeo) comenzó de esta manera:

En 1492 los Reyes Católicos se vieron obligados a dictar la llamada “Pragmática concedida a los que tienen cortijos, tierras o heredades, en Córdoba y su tierra sobre adehesar”, en la que precisamente se imponían límites al adehesamiento (que era reservar terrenos para pastar el ganado), porque esa realidad estaba suponiendo de hecho la reserva de grandes territorios para uso exclusivo de los señores. En ella se cita expresamente el territorio de Los Pedroches, “el Pedroche, en las limitaciones hiermas”, dice. Es decir, allí en la frontera del reino, donde nadie sabe qué ocurre, en aquel territorio pobre y desgraciado del que nadie sabe nada, al que nunca llegan los enviados reales, al que raramente acuden los caballeros veinticuatro, cuyas pendencias, si las hubiere, jamás se atienden en la corte y no habrá jueces pesquisidores que las investiguen. En las limitaciones hiermas. He consultado “hiermo” en el Diccionario de Autoridades, que nunca decepciona, y lo define como “Desierto, ò lugar solitario, y apartado del comercio de los hombres” (1739).

Así han estado siempre Los Pedroches y así los han descrito los que han pasado por allí, alimentando una imagen de aislamiento y lejanía que se convirtió en estereotipo del mismo modo que los viajeros románticos (Borrow, Ford, Gautier) crearon la imagen folklórica de Andalucía. Un territorio lejano y aislado, a pesar de que por allí pasaron durante siglos las comunicaciones entre la meseta y Andalucía, hasta que en el siglo XVIII se desviaron por Despeñaperros. Todavía en el siglo XX, los eruditos de la Córdoba capital subían a las fragosidades de lo que ellos llamaban “la sierra” para, como quien visita territorios inexplorados y sin civilizar, ejercitar luego en sus periódicos el estilo bucólico del explorador rural. Con estos brochazos de fantasía se fue modelando durante mucho tiempo una imagen irreal, que quizás seducía a los cordobeses de la capital tanto como hundía a los oriundos de las comarcas del norte, perdidos en su mundo de exotismo y retraso. Una imagen que, en parte, se mantiene todavía.

Por eso la gente de Los Pedroches tenemos que venir a Córdoba a explicarnos, a contar cómo somos y lo que hay allí, y esta tarea no podemos dejarla en manos de otros. 

Luego hablé de Los Pedroches como protagonistas de la novela, de los diferentes paisajes de la comarca y de las diferentes acciones de la novela que se sitúan en ellos, de la presencia del paisaje en la literatura de Los Pedroches, de los paisajes imaginarios inventados por los autores y de los paisajes reales que adquieren dimensión literaria gracias a la transformación que operan en ellos los escritores, y terminé refiriéndome al catálogo de mitología comarcal que contiene la obra de Pedro, distinguiendo entre la mitología de los orígenes y la mitología de las vivencias. Un poco en la línea de lo expuesto en la presentación de Villanueva de Córdoba, aunque añadí algunas cosas, quité otras y modifiqué las más. 

Luego, Pedro Tébar habló de sus motivaciones, de algunas claves narrativas y agradeció las fuentes y los estímulos. El azadón de los materos de La Concordia, fabricado expresamente por artesanos jarotes siguiendo las indicaciones de Juan Ocaña, presidió el acto.

Intervención de Pedro Tébar durante la presentación de su libro.

Alejandro López Andrada, Juana Castro y Antonio Merino, anoche.

2 comentarios :

Anónimo | miércoles, diciembre 14, 2022 5:58:00 p. m.

El señor delegado tendría cosas más importantes que hacer.

Anónimo | miércoles, diciembre 14, 2022 6:26:00 p. m.

¿Como ver el partido de los mundiales?

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