Esta mañana
Almerzo en El Chorrillo de Añora [Fotos: Solienses].Una preciosa mañana de sol y frío. Saliendo de Añora por el camino de El Viso se distinguen al fondo los montes de Santa Eufemia. Antes, la torre de la parroquia de la Asunción de Dos Torres se recorta en un horizonte de nubes lejanísimas. El sol lo inunda todo y resalta violento el verde de las sementeras que este otoño ha recibido la lluvia suficiente como para levantarse orgulloso sobre los terrones. Las ovejas de Juan Luis continuaban a lo suyo mientras un gallo canta a deshora. He bajado por el camino de El Chorrillo entre pedreras abandonadas por las que aún parecen escucharse los ecos de un martillo golpeando el duro granito. Es un paisaje remoto de mi memoria infantil, que anduvo por estos lugares durante aquellos años en los que uno era felizmente inconsciente de todo lo que estaba por venir. Hay cardos y malvalocas en los ribazos del camino y la nieve amarilla del jaramago lo inunda todo. Se me ha cruzado como por azar una mariposa violeta y me entristece pensar que solo vivirá un día. Aquí hubo viñas, cuyos últimos vestigios llegué a conocer, las mismas que ahora investiga Francisco Javier con voluntad arqueológica. Se oyen ladrar perros en la lejanía rompiendo así un silencio como de siglos. He pasado por la antigua viña de la abuela Antonia, donde se reconstruye una pared de piedra. Luego enfilo un camino presentado por grandes retamas y más adelante se alza el viejo almerzo sin hojas, donde en septiembre recogíamos aquellas bolitas negras de sabor y textura tan indescriptible. Me he desviado por los álamos de doña Rosa hacia la cerca de la tía Alejandra y la suerte del tío Antonio, terrenos que conservan nombres lejanos de personas que ya nadie conoce y que han sobrevivido mágicamente arrastrados por un reparto de herencias a través de generaciones. Por aquí y por allá revolotean pajarillos que no sé identificar y envidio ahora al amigo Alejandro, que sí lo sabría. En la huerta de Ocho Ovejas quedan restos de la antigua noria y de una higuera que se resisten a abandonar su lugar en la historia. Una junquera impide el paso a la diminuta casilla del hortelano, que en otro tiempo nos parecía tan grande. Durante el paseo sin rumbo por estos paisajes de ausencias me llega el susurro de las vidas que transcurrieron aquí y de las que ya apenas quedan huellas, vidas antiguas que alcancé a vivir siquiera someramente. El arroyuelo seco y el pozo lo saben, pero guardan el secreto.
5 comentarios :
Pero que bien escribe Vd., señor Merino. Da gusto leerte. Muchos, muchos almerzos me he comido yo de ese árbol hace ya más de 50 años. Y aunque son casi todo hueso, si que recuerdo su sabor dulzon y el rastro áspero que dejaban en la boca. Había tardes que hacíamos novillos en el cole para ir a coger almerzos. Esos, como los tuyos, son los años y los paisajes de mi niñez, aunque Vd., no hacía novillos.
Magnífica, lírica y detallada descripción por su parte de otro rincón mágico de nuestra Comarca, don Antonio. Cuando los recuerdos nos abordan sin llamarlos, y el pasado nos evoca imágenes o sensaciones tal vez olvidadas, todo se vuelve repentinamente insinuante y súbitamente reciente. Tal vez sea por un pasado o alguna de nuestras experiencias vividas con determinada ausencia o necesidad no cubierta. ¡A saber! Creo que solo el destino tiene la clave. Nuestra tierra tiene ese encanto, o quizás, lo que hemos vivido y lo que esperamos de ella en un futuro incierto, nos lleve a ese tipo de sensaciones. Abrazos y feliz año.
Tenga usted cuidado. Se empieza con arrebatos líricos y se acaba de locutor de cualquier...
Cuanta nostalgia he sentido leyendo este artículo. Yo también comi de esas bolitas negras que daba ese árbol, también jugué por ese arroyo donde estaban los álamos en el chorrillo , también conocí algunas viñas y a varias personas de las que nombras . Yo entonces corría y saltaba con la agilidad de los pocos años y ahora ....hasta andar cuesta. Gracias Antonio.
Tu alma de poeta reconforta el final de esta no tan dulce Navidad. Y aunque no nos señalemos, porque "todo el monte no es orégano", siempre es un placer leerte en tu estado más puro. José María Sánchez.
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