El "baratero" muestra las dos monedas antes de lanzarlas al aire, esta mañana [Todas las fotos: Solienses].
Las fiestas tradicionales populares, ya lo hemos dicho en otras ocasiones, son el ejemplo más clamoroso de cómo los rituales ancestrales de carácter pagano hubieron de revestirse de ropaje religioso para poder sobrevivir y no desaparecer víctimas de prohibiciones por parte de las jerarquías eclesiásticas y, muchas veces, también de las civiles. En Solienses hemos dado cuenta de algunas de estas prácticas atávicas, en su mayoría de origen agrícola y, en general, relacionadas con la exaltación y provisión de la naturaleza, como
el Jarramplas de Piornal (Cáceres) o las Octavas del Corpus de
Peñalsordo (Badajoz) y
Valverde de los Arroyos (Guadalajara), por citar algunas.Este año, en nuestro recorrido por las ceremonias más singulares de la Semana Santa española (véanse los
picaos de San Vicente de la Sonrierra, los
empalaos de Valverde de la Vera o las
capas pardas de Bercianos de Aliste) hemos llegado al juego de las caras en Calzada de Calatrava (Ciudad Real), donde el encubrimiento de un ceremonial pagano bajo una excusa religiosa para garantizar su supervivencia alcanza cotas excepcionales.
Uno de los corros del juego de las caras en la Plaza de España.
El juego de las caras, documentado desde el siglo XIX y declarado Fiesta de Interés Turístico Regional desde 1993, se celebra el Viernes Santo en las horas que van desde la finalización de la procesión de Jesús Nazareno hasta el comienzo de las funciones del Santo Entierro (entre las diez de la mañana y las cinco de la tarde, aproximadamente) y forma parte de la
Ruta de la Pasión Calatrava. Se trata de un juego de azar con dinero (con grandes sumas, en algunas partidas) desarrollado alrededor de unos círculos pintados en el suelo donde cualquiera de los asistentes puede apostar: el apostante deja en suelo la cantidad que quiera jugar y "la banca" la iguala. También se realizan apuestas particulares entre participantes. A continuación se tiran al aire dos monedas (según la tradición, de cobre de Alfonso XII): si salen caras, gana la banca, que se lleva todo el dinero que haya en el suelo; si son cruces, los apostantes, que ven doblada su apuesta; si sale cara y cruz, se vuelve a tirar. Se trata de un juego legal que solo está autorizado a realizarse en esta fecha.
La banca iguala las apuestas en el Casino de Calzada de Calatrava.
Los corros de juego más populares se encuentran en la plaza de España y han sido previamente subastados al mejor postor por el Ayuntamiento de la localidad (los adjudicatarios ostentarán "la banca"). Allí se reúnen cientos de personas en torno a las diferentes partidas con apuestas más bien modestas, entre 20 y 50 euros por lo general. Algunos establecimientos de ocio y restauración cuentan con su propio círculo para el juego en la calle de su local, que también debe ser solicitado al Ayuntamiento. Pero el gran espectáculo dinerario tiene lugar en el edificio del Círculo Agrícola, conocido en la localidad como el Casino. Allí, en dos salones diferentes, se constituyen dos partidas de caras donde las apuestas individuales se cuentan por cientos de euros. En cada partida pueden jugarse en total varios miles de euros. En general, no se observa fanatismo en el juego, ni siquiera cuando se apuestan grandes cantidades, sino que se vive en el pueblo realmente como una tradición identitaria, a pesar de sus evidentes riesgos. La población de la localidad (3.727 habitantes) se cuadruplica con tal motivo, por lo que es mejor acercarse a ella a primeras horas, cuando todavía no han llegado los forasteros y antes de que todo se convierta, como ocurre actualmente con todas las fiestas populares, en un inmenso botellón.
¿Y qué tiene todo esto que ver con la Semana Santa? Aquí es donde entra la habilidad y pericia de los vecinos en el mantenimiento de su herencia cultural de carácter pagano. Según la tradición, el juego simboliza el momento en el que los soldados romanos se juegan a los dados la túnica de Jesús por unas monedas antes de ser crucificado o bien se refiere a las treinta monedas por las que Judas vendió a Cristo. No me digan que no está la cosa bien hilada y, al mismo tiempo, no resulta absolutamente disparatada la argumentación justificativa para enmascarar un ritual a todas luces meramente lúdico y convertirlo poco menos que en un acto litúrgico. Pero el caso es que con esos alfileres evangélicos se ha mantenido el rito libre de prohibiciones incluso en épocas muy restrictivas y recientemente se le ha concedido el estatuto de "especial protección", al tiempo que se ha iniciado el expediente para su declaración como Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial.
La banca recoge el dinero del suelo tras ganar la apuesta.
Monedas lanzadas al aire en un corro de la Plaza de España.
Apuestas en el suelo en un corro del Casino.
2 comentarios :
Muy católico no parece, pero tiene su liturgia.
Gran fiesta. Un año fui y volveré con amigos para que la conozcan.
Publicar un comentario