Sillas: de Ai Weiwei a Bad Bunny pasando por Ismael y Juana Castro
Fairytale Chairs, de Ai Weiwei en Évora [Foto: Solienses].
La semana pasada pude ver en la entrada de la Fundaçao Eugenio de Almeida (Centro de Arte e Cultura) en Évora (Portugal) una instalación del artista y activista chino Ai Weiwei, al que profeso especial devoción. La obra se titula "Fairytale Chairs" (algo así como "sillas de cuento de hadas") y aparece descrita como "Diez sillas de madera de la dinastía Qing (1644-1911)". Se trata de un fragmento del proyecto socioconceptual que Ai Weiwei presentó en 2007 al Documenta 12 de Kassel (Alemania), consistente en la instalación de 1001 antiguas sillas de madera pertenecientes a la dinastía Qing acompañadas de otros tantos ciudadanos chinos, que viajaron expresamente para esta iniciativa a la ciudad alemana. Una parte del trabajo fue proporcionarles pasaportes y visados, lo cual resultó particularmente complejo en el contexto político de la China contemporánea. Toda la experiencia fue documentada por el artista y posteriormente difundida en un documental del mismo nombre. La pieza de Ai WeiWei forma parte de la exposición "Mapeando lo invisible", una muestra colectiva que invita al visitante a un viaje a través de los paisajes etéreos de la imaginación y la delicada línea que separa ficción y realidad, tomando como punto de partida las Ciudades invisibles de Italo Calvino.
En la exposición de Évora se muestran diez de estas históricas sillas, cuya presencia evoca "los movimientos de masas de personas y de objetos a través de fronteras y culturas". La cartela explicativa dice: "Estas sillas, que un día fueron objetos en hogares chinos, han sido recontextualizadas en la exposición como testigos silenciosos de la emigración, la memoria y la transformación. Sus superficies erosionadas y sus formas únicas llevan las huellas de innumerables vidas, mientras que su muestra en esta exhibición invita al visitante a reflexionar sobre la ausencia, la presencia y las historias incorporadas a la cultura material. Al reunir y recolocar estas sillas, Ai Weiwei llama la atención sobre las complejidades de la identidad, el desplazamiento y el diálogo continuo entre tradición y experiencia contemporánea". Y concluye: "Cada silla es un testimonio de lo individual dentro de lo colectivo y un recordatorio del poder del arte para conectar historias, geografías y personas por encima de las divisiones".
El poder evocador de las sillas, que tiene una gran presencia como elemento simbólico en el arte contemporáneo (de Van Gogh a Joseph Kosuth y David Hockney), ha sido recientemente reivindicado en la cultura musical pop por el cantante y compositor Bad Bunny en la portada de su último disco Debí tirar más fotos, una propuesta de alto contenido político centrada en los sonidos tradicionales de Puerto Rico, donde aparece una fotografía de Robinson Florian que representa dos sillas monobloques de plástico colocadas sobre un césped y frente a matas de banano, como homenaje a los abuelos del artista y a las costumbres ancestrales de la isla frente a la gentrificación y la invasión criptocolonizadora estadounidense que sufre en la actualidad.
Ese poder de evocación de las sillas, traído a Los Pedroches, lo encontramos en un poema de Juana Castro perteneciente a su obra El extranjero (2000) y titulado precisamente "Dos sillas". El texto presenta a un sujeto poético observando dos sillas (una pequeña y otra grande) y describe los sentimientos que le produce su contemplación. Los objetos son presentados como receptores de una tradición definida en su propia existencia ("la entrega/ indiferente y fiel a la costumbre") y su identidad se construye a partir del propio espacio que ocupan (el hueco/ que al espacio acotáis"). He aquí unos versos:
Semejan dos ancianas
a punto de zarpar y nunca iguales.
Compañeras de todo, en la distancia
de su mirada ciega se contemplan.
Y no conversan, saben
que están puestas ahí guardando un tiempo
desmemoriado y frágil, en la terca
sucesión de los ecos y las cosas.
Pero en el imaginario iconográfico comarcal, la imagen de las sillas como elemento simbólico de la tradición centrada en la convivencia ciudadana y en la transmisión de conocimientos generacionales está identificada con una imagen clásica del fotógrafo Ismael tomada en Añora en los años 70 del siglo XX. Un grupo de mujeres juega a las cartas (a la brisca) en una calle de la localidad, donde la costumbre se ha mantenido hasta hace pocos años. Las sillas desempeñan en la imagen un papel principal como elemento definitorio de la identidad de cada una de sus propietarias y como pieza estructural de la composición. Se trata de sillas "erosionadas y con huellas de innumerables vidas", como las Ai Weiwei, porque se heredaban de madres a hijas y cada una llevaba consigo el relato de existencias individuales y de vivencias compartidas. "Un testimonio de lo individual dentro de lo colectivo", como en la obra del artista chino. Porque las sillas de las mujeres de Añora, que sostienen sus cuerpos sufridores y envejecidos, se transforman también aquí en símbolos de resistencia, en espacios de libertad y en sustentadoras de una presencia física, como las sillas de Juana Castro. Y es entonces cuando el arte y la realidad se convierten en una misma cosa y todo se comprende de forma mucho más sencilla.
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