Turismo rural
Hace algunos años, por encargo del Diario Córdoba, escribí un artículo sobre Añora en el que negaba que existieran en ella monumentos de interés que pudieran atraer al turismo, pero que sin embargo poseía una serie de cualidades, digamos invisibles, o como ahora se dice, no tangibles (tradiciones y costumbres desaparecidas ya hace tiempo en muchos otros lugares, una forma de vivir más tranquila y relajada, otra manera de entender las realidades), que sí podían resultar atractivas para visitantes foráneos. Algunos convecinos, que quizás nunca han salido del pueblo, me echaron en cara de forma poco amable que diera esa visión negativa –a su entender- de la localidad, convencidos quizás de que nuestra iglesia de San Sebastián no tiene nada que envidiar a la catedral de Burgos ni nuestro puente de la dehesa al del Alamillo de Sevilla.Se impone, sin embargo, a la hora de proponer alternativas de turismo rural para nuestros pueblos, partir de una visión real de la situación. La comarca, en general, salvo casos muy concretos, no destaca por su monumentalidad, y, por tanto, no debe ser esto lo que se oferte principalmente, sino que será necesario resaltar otros aspectos que pueden resultar incluso más interesantes para cierto turismo rural que quizás no busca sólo “ver” sino también, y principalmente, “sentir”. Para ello es necesario que la Mancomunidad de Municipios de Los Pedroches no se gaste un dineral en la señalización de monumentos que nunca podrán competir con los de otras regiones, sino que procure, por ejemplo, que las fiestas populares no se adulteren a base de mimetismos con fiestas ajenas, que haya lugares donde se pueda degustar la tan publicitada gastronomía comarcal, que, en fin, nuestros pueblos conserven la fisonomía que les es propia y se facilite el mantenimiento de usos y costumbres ancestrales. En estos campos, pienso, Los Pedroches aventajan a muchos otros lugares de España.