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Ensayo

Hoy un poco de autobombo (también llamado publicidad), que nunca viene mal. En varias ocasiones algunas personas se han dirigido a mí para interesarse por la forma en que podían adquirir mi libro Ensayo sobre fiestas populares de Los Pedroches, que editó la Mancomunidad de Municipios de Los Pedroches en 1997. Yo les remitía a la Diputación de Córdoba o a Cajasur, entidades que colaboraron en la edición, pues me consta que la Mancomunidad ha agotado sus ejemplares. Ahora disponemos todos de una forma más cómoda de conseguir algún ejemplar, aquí, desde casa, sin movernos de la silla. En la página de Cajasur se informa del distribuidor de su servicio de publicaciones, que es Egartorre, a través del cual yo mismo he adquirido algunos ejemplares del Ensayo (sí, yo mismo he comprado ejemplares de mi libro: ya no disponía de ninguno y a veces son necesarios para atender algunos compromisos -ya saben, do ut des-). Se venden por el módico precio de 3,01 € y la única pega es que en la ficha de publicación del catálogo de Cajasur (se puede encontrar en la sección Obra Social y Cultural) se atribuye la autoría a un tal Juan Carlos Galiano García. El servicio es rápido y en la distribuidora son muy amables. Se recibe por correo y se paga contra reembolso.

Hoy mismo he encontrado que también se venden ejemplares del Ensayo en la página de Servilibros, que distribuye desde Barcelona. El precio es el mismo, aunque desconozco cómo funciona su servicio de distribución.

Para los preocupados porque voy a hacerme rico a través de Internet, un aviso: no llevo ninguna comisión en las hipotéticas ventas, tan sólo el placer de ser leído. Así que, si aún no dispone de él, ponga un Ensayo sobre fiestas populares de Los Pedroches en su vida y enfréntese a una atrevida teoría sobre el origen de las fiestas de la comarca.
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Mística

O algo así ha sido la experiencia de esta tarde. Siempre me han seducido los cincuenta kilómetros entre Pozoblanco y Cardeña. Pero esta tarde el paisaje tenía un atractivo espectral superior. La lluvia sobre un inexistente atardecer convocaba el escenario, pero la fuerza llegó de los tangos de Aníbal Troilo que salían de una vieja cinta de cassette, que durante mucho tiempo creí perdida y ahora está felizmente recuperada. Recuerdo que la compré en uno de esos saldos de los grandes almacenes, que amontonan en un todo a veinte duros la novena de Beethoven con las rumbas de Camela. Antes me gustaba escarbar por ahí dando oportunidades al azar para encontrar alguna joya perdida, y de vez en cuando ocurría el milagro. Así ocurrió con esta vieja cinta de tangos, que reproduce una grabación de 1941 y que es probablemente el disco que más veces he escuchado en mi vida. Tras varios años de ausencia, hoy he vuelto a vibrar de nuevo, y díganme cómo no, con letras como esta de Miguel Buccino:

Vieja,
una duda cruel me aqueja
y es más fuerte que la reja
que me sirve de prision;
no es que me duela
lo fulero de mi encierro
y el estar mismo que un perro
arrumbado en un rincon.
Quiero
que me diga con franqueza
si es verdad que de mi pieza
se hizo dueño otro varon.
Quiero madre, si es cierto que la infame
abusando de mi cana me ha engañao...
Y si es cierto que al purrete lo han dejao
en la casa de los pibes sin hogar...
Si así fuera... amalaya con la perra!
algun día he de salir, y entonces vieja,
se lo juro por la cruz que hice en la reja...
que esta deuda con mi daga he de cobrar!


¿Cabe más historia en menos versos?. Pues a ello, sumen la nostalgia del bandoneon, una carretera desierta y la tristeza de un bosque de encinas bajo la lluvia de marzo y entenderán que cuando, ya a la altura de Azuel, el policía me detuvo sólo pudiera acertar a decirle con la letra de R. Olivieri :

Tabernero que idiotizas
con tus brebajes de fuego,
sigue llenando la copa
con tu maldito veneno.
Hasta verme como un loco
revoleandome en el suelo,
sigue llenando mi copa
buen amigo tabernero...
Cuando me veas borracho,
canturreando un tango obsceno
entre blasfemias y risas
armar camorra a los ebrios,
no me arrojes a la calle,
buen amigo tabernero,
ten en cuenta que me embriago
con tu maldito veneno.


Cualquier juez me absolvería.
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Sede de la Mancomunidad

La prensa provincial (El día de Córdoba y ABC) informa hoy del cambio de sede de la Mancomunidad de Municipios de Los Pedroches de Añora a Alcaracejos. No creo que sea una buena noticia. Se demuestra, una vez más, la primacía de los criterios partidistas (y nótese que no digo criterios políticos, que son otra cosa) sobre los intereses comarcales, pues, aun cuando en este caso coincidieran, no han sido suficientemente explicados. No puede tomarse en serio la declaración de Antonio Ruiz, portavoz del PSOE, cuando afirma que "tenemos que decantarnos por una opción que se encuentre situada a una distancia uniforme del resto de municipios, circunstancia que Alcaracejos cumple mejor que Añora". Por otro lado, no se entiende que si "según nuestros estatutos, la sede de la Mancomunidad debería estar en el municipio de la persona que ostenta la presidencia", la cuestión haya de someterse a votación: si así fuera, tan sólo habría que aplicar de forma administrativamente automática el artículo correspondiente y ya está, sin necesidad de abrir plazos para admitir solicitudes de sedes.

La decisión, estimo, abre un peligroso precedente de inestabilidad para el futuro, si cada vez que cambién las mayorías (o, peor aún, cada vez que cambie el presidente) hay que cambiar la sede, con los perjuicios de administración e imagen que ello puede llevar consigo. La cuestión, además, plantea otros interrogantes: ¿el resto de las instituciones mancomunadas tienen su sede garantizada o también están sujetas a revisión periódica?.
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Identidades

A través de una noticia publicada en Natuweb conocí la existencia del proyecto Identidades. Se trata de una iniciativa emprendida por once grupos de desarrollo rural de seis comunidades autónomas para colaborar en la recuperación de la cultura y las tradiciones de los pueblos. Entre esos grupos se encuentra el grupo para el desarrollo rural de Los Pedroches ADROCHES. El objetivo principal de Identidades es la recuperación de los valores tradicionales asentados en los distintos territorios rurales. La música ha sido la primera actuación de este proyecto de cooperación, que continuará con un estudio sobre la arquitectura tradicional o vernácula de las comarcas implicadas.

Fruto de este trabajo ha sido la edición de un disco compacto con 18 piezas de música tradicional a cargo de los grupos Cuadrilla de Ánimas de Vélez Rubio (Almería), Beñesmen de Lanzarote, Bestaberriarena de Navarra, Muyeres de Asturias, Parranda de la Aldea de Gran Canaria, Manuel Luna y la cuadrilla Maquilera de Murcia, Biella Nuey de Aragón y Aliara de Pozoblanco. Aliara interpreta los temas "Romance de Clara" y "El pañuelito". El grupo para el desarrollo rural de Los Pedroches ADROCHES ha tenido la gentileza de enviarme un ejemplar de este disco, que incluye un libreto de 70 páginas donde se explica la naturaleza y objetivos del proyecto Identidades, se hacen unas consideraciones sobre el patrimonio cultural y se describen los grupos de desarrollo rural que comparten el proyecto y los grupos de música tradicional que participan en el disco.
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Belalcázar



Ayer anduvimos de turismo por la comarca, enseñando nuestros méritos a los forasteros. Fue un placer, en un día tan espléndido, recorrer la dehesa. El desencanto llegó en Belalcázar. El pueblo que más patrimonio monumental puede ofrecer resultó una decepción para todos. En primer lugar, la imposibilidad, ya comprobada en otros lugares, como en la Catedral de la Sierra de Hinojosa, de acceder al interior de los edificios: todos cerrados a cal y canto. Pero lo más desolador fue el estado de conservación en el que se encuentran la mayoría de ellos. En primer lugar, el soberbio castillo de los Sotomayor, en un lamentabilísimo estado de abandono y amenazante ruina, al que se accede a través del tan descuidado entorno de la Fuente del Pilar y su abrevadero. Pero qué decir del convento de San Francisco de los Mártires, al que puedes entrar desenroscando un alambre que ata su puerta: el interior está entregado a la desidia más incomprensible. Y lo que más me ha decepcionado ha sido la hermosísima casa del escritor Corpus Barga (del que en tantas ocasiones he hablado en esta bitácora), que se muestra con unos puntales que difícilmente van a poder sujetar el derrumbe inminente que se avecina. Causa dolor a la sensibilidad histórica este abandono, esta falta de consideración con tan tremendos testimonios de nuestro pasado. Contemplando esto, me pregunto si las autoridades han comprendido realmente en qué consiste el turismo rural y qué pretenden encontrar los viajeros cuando llegan a un lugar. Y sobre todo, me pregunto por el futuro, que sin estos documentos de nuestro pasado se presenta necesariamente plano y sin sentido.

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Un paseo

Cerro del Cuerno/14

En 1855 el Ayuntamiento y los vecinos de Añora envían un escrito a las Cortes Constituyentes solicitando que la dehesa de la Vera, que formaba parte de los propios de la localidad, fuera excluida de la desamortización que se avecinaba, “para que siga siendo la nave conductora de estos moradores, la admiración de los transeúntes, que como un nido se ve colocada en medio de terrenos desprovistos de todos montes, vivificando sus circunferencias, siendo por lo tanto vigilada y esmero cultivo por estos laboriosos habitantes, a la par que evitará su destrucción y el abandonar su pueblo natal, donde veneran los restos de sus padres...”. Me gusta citar este texto de tan confusa sintaxis porque veo en él la máxima expresión de identificación del hombre con su tierra y con el medio natural que le acoge, al entablar un vínculo vital entre el mantenimiento de la dehesa y la permanencia de sus moradores como comunidad. Ya los testimonios escritos más antiguos que hablan de la comarca se refieren al encinar como elemento fundamental en la configuración de su personalidad humana y cultural. La dehesa ha sido a lo largo de los siglos la base primordial del desarrollo económico de nuestros pueblos y muchas de sus fiestas están relacionadas con un culto a la encina subyacente. Su protección, en el sentido amoroso que manifiestan los documentos decimonónicos, debe ser tarea prioritaria.

Paseando por nuestros campos, en los que de nuevo despierta gozosamente la primavera, hete aquí que hoy me encuentro con una moderna amenaza, poco relevante quizás, pero enojosa. En los Jarales de Añora, pero supongo que también en los montes de otros pueblos, es frecuente que un tranquilo paseo se vea sorprendido por la violenta sacudida de motoristas practicando cross o eso que llaman enduro. Las motos, con su fuerza atronadora, destrozan los caminos, tanto públicos como privados, contaminan acústicamente el entorno y molestan a la fauna del lugar. No sé si es un mal necesario para respetar otros derechos, pero incomoda su altivez y su extemporánea presencia en lugares donde más propiamente esperarías encontrar el silencio milenario de las encinas. Considero que no benefician el equilibrio de la dehesa y los ayuntamientos no deberían acudir al concurso de su promoción, organizando competiciones que acaso difundan una afición todavía incipiente pero que quizás llegue a ser fastidiosa. Hoy, paseando entre encinares, huyendo del mundo, se me ha ocurrido esto, mientras deseaba que la dehesa siga siendo, en tiempos de incertidumbre, “la nave conductora de estos moradores”.
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Angustia

Pasan los días, pero no la angustia. Reconozco que, como afirma Fernando Savater, la diferencia entre este atentado y otros a los que ya estábamos acostumbrados es sólo cuantitativa, y no cualitativa. El número de muertos no cambia la esencia de la maldad. Pero,yo por mi parte, he sentido esta vez especialmente la cercanía espeluznante del terror, la fragilidad del ser, el peso poderoso del azar en nuestras vidas. Será porque he subido a esos trenes, porque he bajado en esas estaciones, porque podría haber estado ahí y en otros lugares donde antes explotó el horror no. Pero sobre todo porque, al sentir la endeble base sobre la que se sustenta nuestra sociedad, he entrevisto las tinieblas del desastre, y porque siempre causa horror darse de bruces con la verdad perecedera de nuestras existencias.

Cada día leo entre lágrimas las historias de los muertos y heridos que, en un intento tan humano de poner rostro al anonimato de las cifras, publica El País, y no puedo evitar el estremecimiento. Los números son fríos: 202. En cambio, conocer las historias particulares araña el estómago. En medio del desconsuelo general, me parecen especialmente tristes los testimonios de los inmigrantes afectados. Me imagino la absoluta soledad que deben sentir en tan tremendas circunstancias, en un medio que no puede ser sino hostil, lejos del hogar, quizás de sus padres, de sus hijos. Ayer venía una fotografía impresionante, que retrata, como de ninguna otra forma se pudiera, la constante tragedia del ser humano: es el interior de un avión militar que devuelve a Bucarest los cuerpos de diez rumanos muertos en el atentado; en una fila central se alinean los ataudes; a ambos lados, sobre las paredes del avión, aparecen sentados los familiares, unos frente a otros, separados por la inmensa muralla de la muerte. Aquí están todas las historias: el amor, la muerte, la soledad, el odio, el silencio, la rabia... el regreso al hogar.

Alrededor de este abismo se arrastra ahora con vileza la actividad política en nuestro país, tan noble a veces, tan ruin con frecuencia. Tanta indignidad frente a tanto dolor no puede producir más que vergüenza. La vergüenza de ser hombre.
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Ya es primavera...

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Miedo

El viernes doce de marzo tenía que acudir a Madrid para asistir a la segunda sesión presencial de un curso de doctorado. No fui. Por miedo. Suelo viajar a la capital con las lanzaderas del Ave que tienen destino en la estación de Atocha y creí no poder soportar la presencia tan cercana del horror, la amenaza latente de un nuevo desastre. Ahora que han pasado los días veo que fue un acto de cobardía, que nada hubiera pasado y que con mi presencia hubiera contribuido, siquiera mínimamente, a la normalización de la rutina cotidiana, pero también entiendo que cualquier análisis de este tipo a toro pasado carece de validez. ¿Y si...?.

El día once a mediodía telefoneé a un amigo de Madrid, cuya familia vive en Santa Eugenia. El contestador en este caso no fue inocente, sino motivo de inquietud. Ese día, cualquier ausencia provocó los más terribles presagios: los de no saber, los que dan pie a la imaginación, siempre perversa. Por la noche volví a llamarle y ya encontré la placentera indolencia de quien no concibe una preocupación injustificada. Todo estaba bien en su familia, pero la implacable ley de los seis pasos me puso en contacto con una víctima: una amiga de una compañera de trabajo suya había fallecido en uno de los trenes. Siempre todo tan cerca, tan lejos.

Durante estos días no he podido escribir ni una palabra. Ni pensar. Sólo sentir. Y lo más que he sentido ha sido miedo.
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Dolor

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Cruces



Hay en el Ayuntamiento de Añora una tradición (que hermana ya al menos a los tres últimos alcaldes, pero que hunde sus raíces como poco en los años 60 del siglo pasado) de que lo viejo hay que sustituirlo por lo nuevo si se puede y, si no, sencillamente hay que desprenderse de ello. Este principio, aceptable cuando se trata de ideas con telarañas o modos de actuación acartonados, sorprende cuando se refiere al patrimonio histórico monumental, en unos tiempos en los que quiere hacerse de él elemento fundamental de promoción del turismo rural.

Andan últimamente en mudanza las cruces de granito que jalonan las calles de Añora y que alcanzan tanto esplendor en los primeros días de cada mayo. Sin que se sepa muy bien atendiendo a qué criterios histórico-artísticos, ha dado el Ayuntamiento en sustituir las monumentales cruces por otras nuevas, procediendo de paso a cambiar su ubicación. La cosa representa tal disparate desde el punto de vista histórico y monumental que no necesita en sí mayor comentario. Una vez más, la ignorancia produce monstruos. Los artífices del cambio pensarán que su cruz recién pulida es mucho más bonita que la anterior, con su granito carcomido. El nuevo lugar de emplazamiento será más cómodo para el tráfico, estará más resguardado de los vientos, estorbará menos: qué importa que la primitiva ubicación respondiera a antiguos criterios de alineación astral, señalara puntos estratégicos de significado mágico o tuviera la autoridad de la tradición. Para qué molestarse en pedir opiniones a expertos si lo que interesa es gastar de algún modo esa subvención condedida para sabe dios qué. Así son las cosas y así van los tiempos.

[La primera foto muestra el estado actual de la Plaza de San Pedro de Añora, en la que se ha desmontado la cruz de granito para solar la plaza (¿por qué no se habrá desmontado también la ermita?). La segunda muestra la plaza como era antes, con su antigua cruz de granito, que presenta una moldura que también fue "limpiada" por un anterior alcalde].
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Lo andaluz

Cerro del Cuerno/13

En un artículo publicado hace algunos años en un suplemento periodístico con motivo del día de Andalucía, José Manuel Caballero Bonald mostraba sus dudas sobre la existencia real de una auténtica cultura andaluza, decantándose finalmente por considerar “lo andaluz” como una "poliédrica combinación de atributos", la fusión de muchos rasgos y muchos caracteres culturales de diversa procedencia que han conformado a lo largo de los siglos una personalidad compleja difícilmente reductible a la unidad. En esa misma publicación, Francisco Ayala consideraba rotundo que lo andaluz es "una invención, una creación, como todo en cultura" y se felicitaba porque la característica común a muchos intelectuales andaluces consista precisamente en negar la esencia del andalucismo. Sólo estando de acuerdo con estas premisas de dos andaluces universales podríamos mantener que Los Pedroches son un territorio andaluz.

En efecto, faltan en Los Pedroches muchos de los rasgos tópicos con los que suele caracterizarse festivamente al andaluz. A todos nosotros nos han dicho alguna vez, cuando salimos de nuestra región, que no parecemos andaluces, porque no tenemos “acento”. Tampoco, hasta hace algunos años, sabíamos bailar sevillanas e incluso la pasión generalizada por el flamenco es reciente. Y qué decir de la Semana Santa castellana de nuestros pueblos, de nuestras matanzas extremeñas, de nuestras jotas manchegas y tantas otras cosas venidas del norte, del este y del oeste. Porque hasta en lo geográfico Los Pedroches parecen un añadido, una moldura que rompe la línea recta que separa a Andalucía. Esa Andalucía a la que hasta hace poco se accedía por Despeñaperros, límite totémico a decir de muchos entre lo bético y lo castellano, olvidando cuantas otras sendas de penetración ha habido a lo largo de la historia.

Los atributos de esta comarca, que vivió con frecuencia de espaldas a Andalucía y sufrió cierto abandono institucional, fueron tomados de todas las tierras con las que ha estado en contacto, absorbidos de aquellas gentes que pasaron por aquí a lo largo de los siglos para ir a otro lugar o para quedarse. La multiplicidad ha dado lugar a una entidad rica y hermosa, compleja y diversa, pero desconocida, sin definir. En buena parte olvidada, y de ahí la necesidad de rescatar ese olvido, ese desconocimiento de las cosas que solemos tener de lo más cercano. Urge, no para crear ninguna individualidad artificiosa, sino para sabernos y reconocernos más fuertes y seguros ante el futuro, ante ese futuro que ya sin remedio se vislumbra amplio, abierto y sin fronteras.
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Cuaresma, comienza el espectáculo

La frase, en el diario Córdoba de hoy, no tiene desperdicio: "La actividad más importante de la Cuaresma en Pozoblanco será este año el espectáculo que pondrán en escena Cantores de Híspalis el viernes 13, a partir de las 22.00 horas, en la Caseta Municipal". Hasta qué punto de degradación del sentido de las cosas hemos podido llegar para que alguien pueda escribir sin rubor algo así. Hay que darle la razón, pues, al comunicante anónimo del Foro de Pozoblanco que denuncia el espectáculo -en el peor sentido de la palabra- en que ha llegado a convertirse la Semana Santa en algunos pueblos.

En la mayoría de los pueblos de Los Pedroches, donde han alcanzado un mayor desarrollo las fiestas populares relacionadas con la exaltación de la naturaleza y la fecundidad de la tierra, la Semana Santa no ha constituído tradicionalmente en su manifestación externa una celebración destacable dentro del ciclo festivo. La sencillez y la sobriedad castellana eran las notas más sobresalientes de sus rituales, como corresponde a una comarca donde la expresividad estética del barroco dominante en la Semana Santa andaluza no ha conseguido imponerse en ninguno de sus ámbitos. Sólo desde hace unos pocos años, debido a influencias foráneas que tienden a una estandarización no sólo de los usos y costumbres sino también de los modos de exteriorizar los sentimientos, incluidos los religiosos, la actividad externa de la Semana Santa ha iniciado un nuevo desarrollo, con la creación de nuevas hermandades o la revitalización de las ya existentes y, sobre todo, con la adopción de las formas externas propias de una Semana Santa andaluza que aquí sólo había empezado a ser mayoritariamente conocida gracias a la televisión.

Con ello, se ha dotado a la Semana Santa de una dimensión de espectáculo muy poco acorde ni con la sensibilidad religiosa de la comarca ni con las formas estéticas propias de nuestros pueblos. Una vez más, lo autóctono ha sido vencido por lo foráneo. Esos vítores, esos aplausos, esos bailes por las calles de Pozoblanco y otros pueblos de Los Pedroches producen vergüenza en muchos de quienes los contemplan, por sentir que asisten a algo impuesto por la moda, que no surge de sentimientos sinceros ni de una tradición arraigada, sino que viene de la mano de un comportamiento imitativo superficial y frágil.