No es lo mismo la frase "
ante un ordenador, jamás he visto a un alumno hacer otra cosa que perder el tiempo" que "
jamás he visto a un adolescente, delante de un ordenador, que no esté perdiendo el tiempo". Y, siendo numerosas las diferencias entre ambas, la principal es que una está escrita para provocar y la otra para justificar.
Hace veinte años Los Pedroches estaban tan desgañitados de gritar y de aislamiento que hasta sus alcaldes se encerraron para que los asfaltos, las curvas y las cunetas de sus carreteras alcanzasen el mínimo de dignidad exigida. Por fin, cuando Paquirri descansaba en un mausoleo de mármol y se convirtió en leyenda de la España cañí, el Hospital Valle de los Pedroches inauguró sus estancias para enfermos, parturientas y accidentados de la zona en Pozoblanco. Desde entonces, quien más quien menos, ha hecho familiares unos espacios en los que la amistad, la compañía, la resignación, el gesto caritativo, la esperanza o la desesperación han ido dejando escritas por las paredes la historia reciente de un hospital que clamaba toda una comarca. ("Un hospital en el norte", por Manuel Fernández (Córdoba, 8-10-2005). Leer artículo completo
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