Tensión en la Red entre los autores de la "España vacía"

Tensión en la Red entre los autores de la "España vacía"

Este verano, retirado como estaba del mundanal ruido para calmar cuerpo y mente, decidí entregarme a la lectura de varios libros sobre un tema de moda en la literatura actual, el de la despoblación del mundo rural. Comencé por el ensayo de Sergio del Molino La España vacía. Viaje por un país que nunca fue, publicado en 2016 y creador de un término que ha hecho fortuna. Se trata de un libro deslumbrante, imposible negarlo. En siestas veraniegas de calor sofocante y olor a pasto seco, devoré aquellos capítulos que tratan de desgranar la formación de los tópicos y mitos en torno al mundo rural que han compuesto la mentalidad española durante el último siglo, desde la película sobre Las Hurdes de Buñuel al Pijoaparte de Juan Marsé, pasando por la contribución del carlismo al imaginario tradicionalista, la construcción mítica del paisaje impulsada por los románticos o el mal de Maritornes que nos lleva siempre a fijarnos (y a creer) en lo peor. Es un libro que derrocha cultura y conocimiento y que hace disfrutar en su pleno sentido a cualquier lector interesado por el tema. Particularmente, me desagradó tan solo la que parece ser conclusión del autor, pues, tras el elogio final de la vida en la ciudad, pareciera como si en España ya no hubiera pueblos y que el mundo rural pervive tan solo en la mente reivindicativa de los nietos de aquellos emigrantes que abandonaron sus pueblos en los años 50-60 del siglo pasado. El libro, después de todo, es una visión de la España vacía compuesta desde la ciudad. De hecho, en la visión de Sergio del Molino la ciudad acaba adueñándose de la España rural, como si esta ya no existiera más allá de los barrios periféricos en los que se asentaron los emigrantes de los sesenta y setenta, como si la única auténtica memoria rural pudiera ser ya la suya, y no la de los que se quedaron en el pueblo.



A continuación leí Los últimos. Voces de la Laponia española, de Paco Cerdá, publicado en 2017. Es el que más me ha gustado de esta pequeña selección. Se trata, en realidad, de un libro de viajes por un territorio tan remoto como la Serranía Celtibérica, un territorio montañoso y frío con 1.355 pueblos en pleno centro de la península que ofrece una densidad de población de ocho habitantes por kilómetro cuadrado, la menor en toda Europa. Paco viaja por los pueblos de cada provincia ofreciendo un paisaje desolador, una imagen melancólica y triste de un mundo que agoniza sin que parezca encontrar ninguna esperanza a la que aferrarse. El autor habla con los últimos habitantes de los pueblos de Teruel, de Cuenca o de Guadalajara, de Burgos, Zaragoza y Castellón, y las palabras de los entrevistados rezuman una verdad y sabiduría arrancadas de una profunda desesperanza.

Por fin, abordé Tierra de mujeres. Una mirada íntima y familiar al mundo rural, de la cordobesa María Sánchez, publicado este mismo año. Es un libro que me ha defraudado hasta cierto punto, quizás por las expectativas. Pretende introducir un enfoque feminista en el tema del mundo rural, del que la autora dice ser bien conocedora, pero lo cierto es que a mí, personalmente, me cuesta identificarme con muchas de las imágenes que plantea. Describe una vida en el pueblo, bucólica e idealizada, que, a mi parecer, no responde a la realidad de hoy ni seguramente tampoco a la de ayer. No acabo de captar del todo la fusión entre el discurso ruralista, que reproduce muchos de los temas ya expuestos en las obras antes citadas, y el feminista, donde podría residir la originalidad del planteamiento. La genealogía (por no llamarla tradición) aplicada al mundo rural viene siendo abordada con mayor acierto por algunas de las poetas españolas del último medio siglo, y para qué ir más lejos, teniendo aquí mismo a nuestra Juana Castro, la de Fisterra, Del color de los ríos o Antes que el tiempo fuera, por citar algunos títulos.

He de decir que quizás partía con una cierta predisposición inconscientemente negativa hacia el libro de María (al que seguramente tendré que volver para mejor apreciarlo) debido a una entrevista que había leído algunos meses antes en Córdópolis. Allí la autora (Córdoba, 1989) insistía en esa imagen idealizada de los pueblos ("Mi abuela y mi madre lo dicen mucho. Nosotras no pasábamos hambre. Y estaban en posguerra, y era una familia muy humilde. A mi madre la quitaron con 14 años para coger aceituna. Y mi madre y mi abuela me lo dicen: “Nosotras teníamos que trabajar, éramos una familia muy humilde pero jamás pasábamos hambre”. ¿Por qué? Porque tenían un huertecito. Tenían su cochino, que lo mataban una vez al año. Los vecinos se ayudaban, se intercambiaban… Había un grupo de comunidad. Esa comunidad que ahora tanto estamos buscando en las ciudades. Eso ya está inventado. Eso se llaman nuestros pueblos. Eso son los pueblos donde están todas las puertas abiertas, los zaguanes encendidos, esas mujeres que por las noches se sientan y toman el fresco, comparten y cuidan las unas de las otras…") contra la que muchas veces he escrito.


La escritora cordobesa María Sánchez [Foto: Madero Cubero en Cordópolis].

El pasado mes de junio María Sánchez (autora también del poemario Cuaderno de Campo, editado en 2017) participó en Valladolid en una mesa redonda titulada "De vuelta al campo", en la que intervinieron también el periodista Emilio Gancedo y el poeta Fermín Herrero (puede verse aquí el vídeo completo de la mesa redonda). En el transcurso del coloquio, María discrepó abiertamente de algunas afirmaciones de Fermín, quien, por ejemplo, habló de "lodazal" para referirse al debate feminista, afirmó que política y literatura son dos mundos distintos y llegó a concluir que "la literatura no es opinable". Fermín Herrero se declaró "políticamente incorrecto", aunque en realidad no hacía sino mantener el discurso dominante, especialmente en lo referido a la literatura escrita por mujeres ("todas las escritoras del 27 sobrevenidas no tienen el nivel literario de la nómina, ni incluso de los que no figuran en ella"). A Fermín no le gustó que María le afease el hecho de que todos los escritores que había citado referidos al mundo rural fueran hombres. "¿Qué escritoras consideras tú que están a la altura de estos que te he nombrado?", le preguntó Fermín. María citó a Olga Novo y Luz Pichel. "Bueno, pero Olga Novo es joven", replicó Fermín, como si ahí estuviera toda la explicación. Olga Novo tiene 44 años. María Sánchez salió muy disgustada y decepcionada de aquel acto, según reflejó luego en su perfil de Twitter: "Os recomiendo que no conozcáis a los escritores que admiráis", escribió.

El culmen de esta cadena de desencuentros ha llegado esta misma mañana, cuando María ha escrito en su perfil de Twitter graves acusaciones contra otro de los autores representativos de la literatura rural, nuestro paisano Alejandro López Andrada. Reproduciendo un texto de Alejandro escrito en Facebook (en el que este afirma que le molesta que escriban sobre la vida rural "quienes vinieron al mundo hace apenas treinta años"), María comenta: "Otro dardito de señoro edición décima. Le encantaba todo lo que hacía y no dejaba de invitarme a cosas hasta que me negué a hacerle un trabajo gratis de antología “rural” donde solo salen señores". "Ya que estoy un poco harta de este señor, os diré que no dejaba de intentar quedar conmigo todas las semanas para tomar café conmigo y proponerme cosas, gratis, claro. Como me negué y ayer encima salí a doble página en su periódico, está que hierve", añade en otro tuit. La cosa se va calentando con los comentarios de los seguidores. "¿Os acordáis del encuentro que tuve con Fermín Herrero en Valladolid en la feria del libro que para mí fue muy violento? Pues de este señor viene la cosa. Entre ellos se calientan y "arreglan" el mundo desde sus sillones", sentencia. Son palabras duras que han podido leer los más de 20.000 seguidores que María tiene en Twitter.

No sé qué recorrido tendrá este episodio, en la línea de enfrentamientos de escritores afines que jalonan la historia de nuestra literatura, pero quizás ya no estamos acostumbrados a esta plasmación tan abierta de la discrepancia. El tópico literario del mundo rural parece haberse convertido en una gran tarta de la que muchos desean sacar provecho (lícito, e incluso necesario), pero quizás no haya porciones para todos. Becquer, desde su exilio terapéutico en Veruela, encontró el modo de seguir presente en la corte madrileña, a la que ansiaba volver, publicando en El Contemporáneo sus crónicas bucólicas sobre el paisaje zaragozano. Según Sergio del Molino, Bécquer diseñó desde aquel remoto pueblo a los pies del Moncayo la primera cartografía romántica de la España vacía. Una mera creación literaria ajena a la realidad, construida con la intención de obtener un beneficio particular. Mucha de la poesía actual de temática rural pretende responder a este mismo principio. La renovación del tópico del beatus ille aprovechando la moda de la España vacía parece muchas veces buscar sobre todo el aplauso del lector de la capital, hacerse un nombre en el mundillo de la ciudad, donde están las editoriales. No sé si este enfrentamiento entre María y Alejandro deriva de esta motivación o hay detrás algo más. Preferiría que todo respondiera a rivalidades literarias.