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San Benito


Tertulia vespertina en San Benito.

Tenía ganas de visitar San Benito desde que Alejandro me comentó que el cementerio de El libro de las aguas estaba inspirado, a propuesta suya, en el de aquella aldea ciudadrealeña. Así que hoy mismo, aprovechando una tarde rebosante de nostalgias, di un volantazo a la izquierda al pasar por Torrecampo y recorrí los doce kilómetros que nos separan de este pueblo olvidado tan cercano y tan desconocido. Un kilómetro antes de la población se halla el camposanto, del que resulta difícil ahora mismo tomar una imagen atractiva, dado que está sufriendo un proceso de remodelación que acabará definitivamente con su encanto primitivo.


Entrada al cementerio.

San Benito resultó ser, como tantos otros manchegos, un pueblo "feo". Un pueblo que, como ya hemos comentado de otros de Los Pedroches, ha desaprovechado sus posibilidades de convertirse en un lugar de gran atractivo turistico, fundamentalmente porque su arquitectura autóctona, si alguna vez la hubo, fue salvajemente sustituida por eso que hace unas décadas se consideraba moderno y que hoy alcanza unas cotas de decrepitud alarmantes. En sus calles sólo se ven personas mayores, ancianos, y un niño con una bicicleta que me sigue durante todo mi recorrido por el pueblo. La plaza de la Iglesia se llama de la Constitución y cerca de allí hay calles dedicadas a Pablo Neruda y García Lorca.

Como ocurre con frecuencia, lo mejor de la aldea se descubre al salir de ella. Los 18 kilómetros que la separan de Alamillo, a través de una carretera en la que uno no desearía que le sorprendiera la noche, recorren un paisaje espectacular, que ganará mucho en invierno y primavera. Se trata de uno de esos paraísos escondidos, que tenemos tan cerca sin saberlo. Refugio de buitres y águilas, los contornos de San Benito rompen la cadencia de los tiempos y constituyen el destino más recomendado para quienes deseen comprender bruscamente lo que significa la palabra soledad.


Colores cálidos en la Iglesia Parroquial.


Esquina de la calle Fuente, a la salida del pueblo.


Indicador a la entrada de la aldea.


Contrastes de colores típicamente manchegos.

1 comentarios :

Anónimo | miércoles, septiembre 17, 2008 1:30:00 a. m.

Antonio, ¿con qué cámara echas esas fotos, que parecen cuadros? ¿O es que estás experimentando el HDR?

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