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La Fragua y el mundo que no volverá



La residencia de artistas La Fragua durante uno de sus actos.

Digámoslo claro: el mundo tal como lo conocíamos hasta ahora se ha ido a la mierda en tres días y no sabemos aún cómo será el que está llegando. No he podido dejar de acordarme en estas circunstancias de la Trilogía de Occidente de Juan Bosco Castilla, que retrata ese mundo futuro al que nos dirigimos en medio de la incertidumbre distópica (los tres libros pueden comprarse en Amazon o descargarse gratuitamente en la web del autor). Resulta conmovedora hoy, casi despierta ternura, la preocupación por lo de cada día, cuando todo ha volado ya por los aires y nada realmente importa al modo en que importaban antes las cosas.

En medio del silencio de tanto aislamiento, han llegado, como de otro tiempo, las palabras dolorosas de los creadores de la residencia de artistas La Fragua, a propósito de lo acaecido en torno al convento de Santa Clara de Belalcázar y en torno al porqué de todo lo que está sucediendo ahora en el mundo. De lo particular a lo general.
"Lo advertimos con nuestra presencia: los espacios para el cambio están llenos de cambios mínimos. Una década después de la apertura en el Convento (diciembre de 2010) nada queda. Allí potenciamos la biodiversidad del espacio natural, flotamos junto a ella seres de todos los continentes, nos mezclamos con la comunidad apreciando sus saberes populares, participamos de sus economías, llegamos incluso a entender que existen espiritualidades igualmente válidas y a veces no tan lejanas al pensamiento contemporáneo. Un aparato de “poder” mezquino nos hizo la zancadilla hasta que un día perdimos la ilusión. Pero esta crisis está desenterrando los sentimientos positivos más profundos y vamos a seguir luchando para que de una vez se entienda que los trabajadores de la cultura estamos aquí para “mover” los árboles de la consciencia, hoy tremendamente subyugada".
La Fragua se fue de Belalcázar calladamente, sin decir una palabra. Era un final predecible, hasta yo lo adiviné:
Algún día empezaremos a darnos cuenta del fecundo estímulo (cultural, económico, territorial) que supone la actividad impagable -todavía silenciosa y silenciada- de los artistas rebosantes de fiebre creadora que desfilan por la residencia. Quizás cuando las administraciones -tardas siempre en reaccionar- quieran darse cuenta sea ya demasiado tarde, pues la experiencia nos demuestra que las ilusiones no son eternas, que llega un día, finalmente, en que el entusiasmo cesa y se apaga o se traslada a otras emociones, en otros lugares.
Meses después, cuando advertí que La Fragua no volvía de sus vacaciones invernales, les escribí para una oferta de explicaciones sobre causas y motivos, pero el correo debió perderse entre los mil recovecos de la ingeniería digital. La herencia que nos dejó la residencia de artistas fue tan grande, tan indescriptiblemente intensa, tan inolvidable, tan de otro lugar que no era el nuestro, que duele -a pesar de haberlo previsto- que todo se fuera en nada, como un soplo, como una lágrima. Leer de nuevo sus palabras, en las que se percibe el orgullo de lo realizado y el desconsuelo por el daño recibido, ha aflorado recuerdos sobre un proyecto inmenso que nunca fue suficientemente valorado por quienes pudieron disfrutarlo más de lo que lo hicieron y, sobre todo, por quienes pudieron mantenerlo y no quisieron.

En estos momentos de encierro nos embarga la melancolía, aunque no debemos dejarnos vencer por la tristeza. Otros días vendrán que nos harán felices. Pero el zapateado de Israel Galván sobre el entarimado del patio de la huerta del convento de Santa Clara, como el mundo que conocíamos hasta ahora, esos no volverán.

5 comentarios :

Anónimo | martes, marzo 17, 2020 8:51:00 p. m.

La cerrazón, la paletería que nos invade y lo cortos de vista y de olfato de los que "pudieron mantenerlo y no quisieron", como bien dices. Imaginad la mezcla tan brillante que habría sido el Convento, el Castillo y un grupo de artistas reconocido internacionalmente que habrían puesto en el mapa a Belalcázar , pero...sólo vemos lo que alcanza el límite de nuestros pueblos y sólo tenemos luces para organizar ferias repetitivas o romerías-botellones.

Anónimo | martes, marzo 17, 2020 10:16:00 p. m.

Cada uno/a tiene todo el derecho a la melancolía incluso a ser "apocalíptico" faltaría más.
Incluso a todo lo contrario.
Sea compartida o no,lo sea en todo o sólo en parte lo cuál me reservo,me ha parecido una gran publicación.
Gracias.

Anónimo | martes, marzo 17, 2020 11:37:00 p. m.

Como ya se ha dicho una y otra vez, Belalcázar tiene una riqueza monumental única que puede suponer su impulso económico y el de la comarca. Pero a ver si somos capaces de gestionarlo, de una vez. Llevamos 50 años de retraso. La Fragua también fue un proyecto cultural único, extraordinario, que tuvimos la fortuna de disfrutar en Belalcázar. Un proyecto que nos dio una proyección internacional. El castillo, el Convento, la Fragua. Tan difícil es ponernos de acuerdo para gestionar nuestros recursos ? En el caso de la Fragua, una pena que se fueran. Pero ellos, en parte, también fueron responsables.

Anónimo | viernes, marzo 20, 2020 9:38:00 p. m.

Tu artículo Amigo Antonio denota cierta amargura y posiblemente no te falten motivos. Noto cierta desazón en tus palabras al afirmar que el mundo tal como lo conocemos se va a la mierda.
Y efectivamente, posiblemente esta crisis marque un punto de inflexión en las relaciones humanas. Nadie, absolutamente nadie en este mundo, ni ricos ni pobres, ni humildes ni poderosos han vivido una situación de esta envergadura, una situación de la cual aún desconocemos sus posibles consecuencias. Estoy seguro que cuando se supere esta crisis los valores que ahora tenemos se van a ponderar en muchos sentidos lo que puede significar que empecemos a entender que las cosas no son como siempre nos han contado.
Con esto quiero decir que a pesar del dolor tan inmenso que está causando y causará esta epidemia, al final de la misma salgamos hacia un mundo mejor y más justo. Debemos reconocer que el mundo que ahora se va a la mierda tampoco es tan glorioso y magnífico. Es un mundo tan irreal que hemos sido capaces de dotarnos de una tecnología increíble, casi de ciencia ficción y que ante un ataque vírico casi lo único que podemos ofrecer para su defensa es lo mismo que se ofrecía hace 100 años para otro ataque vírico de la gripe española (confinamiento e higiene).
Por eso debemos intentar mirar hacia el futuro con esperanza y pensar que lo que viene después de esta terrible experiencia puede ser mejor que lo que tenemos actualmente.
Mucha salud para toda/os

Anónimo | sábado, marzo 21, 2020 1:06:00 p. m.

Sr. Merino, aprovechando que hace usted referencia a la "Trilogía de Occidente" (magnífica por cierto) de Juan Bosco Castilla, yo recomendaría seguir estos días el blog de este autor ("Tratado de lo que ignoro"), pues allí está dejando diariamente unas reflexiones que a mí por lo menos me parecen más que interesantes.

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