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Hormigas rojas


En el universo de Araceli los cerdos caminan sobre tacones, el viento es amarillo y las trenzas son dos espigas crecidas en la cima de un sol. La niña ansía crecer para dejar de serlo y entonces, desde la altura, donde los espacios se superponen, mira lo que fue e imagina lo que hubiera podido ser. En su recién publicado poemario Hormigas rojas (Editorial La Fuente Vieja) hay un regreso a la infancia y la tradición que está en la base temática de buena parte de la poesía escrita por mujeres desde el último tercio del siglo XX. En la necesaria reconstrucción de la genealogía femenina se retorna a las madres y abuelas del mundo rural con la naturalidad de lo vivido, sin ese subrayado artificioso que en la actualidad ha convertido en moda cierta literatura. Luego, pagada esta deuda, la materia se diversifica, desde la reflexión metapoética a la confesión más íntima, y por aquí y por allá, la ausencia siempre presente del padre. 


Hormigas rojas es un libro heterogéneo, con verso y prosa. Y en esta, con poemas en prosa y con prosa poética, si es que son dos cosas distintas y no la misma. En mi elemental juicio consideraría poema en prosa el texto titulado "Hoy el día", donde prima el deseo de transmitir sentimientos y emociones, mientras que me atrevería a clasificar como microrrelatos aquellos, como el titulado "Manuela", donde se impone la intención narrativa. 


En las páginas de este libro he encontrado a Baudelaire dialogando con Dalí y don Quijote, viajando del cortijo de la Jara hasta el Atacama. El segundo poemario de Araceli Fernández León (Villanueva de Córdoba, 1972) es todavía un libro de tanteo, inseguro, pero que -amparado en la "belleza gótica" de la encina- apunta en buena dirección.


Hoy el día


Hoy el día trae la garganta seca y bebe de todas partes.

Bebe de las nubes, de los charcos y hasta de los hombres bebe. En la frente, lleva escrita la palabra "duele", y ya apenas puede andar. Ahora cruza los campos cojeando, y está tan pálido y es tan, tan liviano, que solo alcanzo a verle los huesos. A su paso, cada segundo es un sacrificio y cada minuto un logro. Hoy no nos cobijarán sus brazos.


[Del libro Hormigas rojas de Araceli Fernández León]

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