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José Manuel Blanco: "Ojalá en la vida real todo fuera tan idílico como he contado en este pueblo"

Entrevista a los candidatos al Premio Solienses 2022



José Manuel Blanco, el pasado sábado en Torrecampo. [Fotos: Solienses].

De la entrevista con José Manuel Blanco he aprendido que hay que planificar mejor las cosas. Una entrevista hay que realizarla tranquilamente, sentados ambos frente a frente, atento uno a la respuesta del otro para dirigir mejor la pregunta. En esta ocasión, por una conjunción de circunstancias adversas, alguna de ellas muy dolorosa, no pude llevar a cabo la entrevista que el entrevistado se merecía, ni en el lugar que le corresponde ni con la atención que su figura requería. El proceso rozó en momentos lo esperpéntico, siempre por culpas achacables a mí, y queda en mi memoria como una peripecia que no se debe repetir. Te pido disculpas, José Manuel. El resultado, sin embargo, ha merecido la pena.

José Manuel Blanco (Torrecampo, 1989) es periodista y escritor. Pueblo chico, infierno grande, la obra con la que opta al Premio Solienses 2022, es su segunda novela, tras Dónuts, barbas y mancuernas (2020) y su cuarto libro, después de la colección de relatos Revolución en la Red (2018) y el libro de viajes Río 21 grados (2019), publicados todos ellos en Amazon. Es divulgador en redes sociales de literatura y cine sobre temática LGTBI.

Pueblo chico, infierno grande puede considerarse, por un lado, una comedia romántica de temática gay y, por otro, una novela feelgood, ese subgénero reciente que persigue una literatura cargada de connotaciones positivas, que busca entretener haciendo que el lector se sienta bien. Es una historia amorosa entre hombres que se desarrolla en cualquiera de nuestros pueblos con una naturalidad que pasma y que quizás sin pretenderlo abre un horizonte inesperado en la literatura rural de la despoblación.


Pregunta. ¿Cuál fue tu intención al escribir esta novela? ¿Buscabas meramente entretener al lector o persigues algún objetivo reivindicativo?


Respuesta. Mi intención era entretener. Después de conocer la anécdota de ese abogado extranjero que fue a Torrecampo buscando los herederos de un cliente empecé a imaginar algo divertido con eso, una persona que se metiera en un ambiente totalmente opuesto al suyo y a partir de ahí generar comedia, el pez fuera del agua. Construí la novela con el objetivo de que quien la leyera se divirtiera, que fuera una novela agradable, feel good. Y yo también pasé un buen rato escribiéndola.


P. Sin embargo, este asunto de la búsqueda del heredero, que inicialmente parece el leit-motiv de la novela, finalmente queda algo desdibujado, porque te centras más en la historia amorosa, a pesar de que aquel tema proporcionaba una cierta intriga a la narración.


R. Sí, ese era el tema de partida para hablar de una persona que quiere cambiar de aires o cambiar de vida. De hecho, inicialmente tenía pensado un final más parecido al real, es decir, que el abogado regresa a Madrid, pero con un cambio de vida, puesto que él se había transformado. No había conseguido el objetivo laboral, pero personalmente había cambiado. Por tanto, ese era el punto de partida para que el personaje se transformara. Pero luego el tema herederos se convirtió como en el macguffin de las películas de Hitchcook, un elemento que activa el que le pasen otras cosas al protagonista y se realice su transformación.  Pero la novela no va sobre la vida rural o sobre algunos herederos, sino que los temas son el pasado, el perdonarse a sí mismo, etc. 


"Construí la novela con el objetivo de que quien la leyera se divirtiera, que fuera una novela agradable, feel good".


P. Tu novela plantea, entre otros dilemas, el enfrentamiento entre la vida en el pueblo y la vida en la ciudad. Tú mismo conoces las diferencias entre ambos ámbitos. ¿Qué ventajas e inconvenientes ves en cada sitio?


R. En la ciudad tienes una mayor diversidad cultural, laboral, de ocio, para conocer gente, y luego en el pueblo tienes la tranquilidad, el aire puro. En mi novela, el protagonista, Beltrán, vive en el pueblo ese cambio, el salir de una vida que le ahoga y poco a poco, a pesar de que le horroriza la idea al comienzo, le va atrayendo incluso hasta para quedarse a vivir allí.


P. ¿Hay en tu novela una reivindicación de la vida en el pueblo?


R. Yo creo que no era mi intención inicial, no era tanto una defensa como sí sacar lo bonito o lo que a mí más me gusta del pueblo, pero finalmente sí que puede ser que haya una defensa sin haberlo pretendido, hasta el punto de que el protagonista se enamora de eso. 


P. De hecho aunque en la novela se plantea el choque entre los comportamientos de los urbanitas y los naturales del lugar, se percibe sin embargo una mayor simpatía hacia las cosas del pueblo, tanto hacia los personajes como hacia la forma de vivir.


R. Ahí sí que había como más cariño. Por ejemplo, el personaje de Jacobo es como más caricatura, cuando a él le da tanta repulsa el pueblo yo miraba para que siempre ganara lo local y Beltrán, al irse enamorando poco a poco y aceptar las cosas del pueblo, también se convierte en un personaje al que cogerle más cariño.


P. ¿Podemos decir que tu novela es literatura rural?


R. Pues si literatura rural es la literatura ambientada en un entorno rural, supongo que sí. Había desde luego una intención de reivindicar ciertas comidas, ciertos olores, ciertos sabores, es decir, cosas que a mí me gustaban de donde vengo. No tanto reivindicar la vida rural como ciertas cosas aisladas de la cultura popular.


"En esa expresión libre de la sexualidad hay también espacio para meditar sobre cómo nos relacionamos con otras personas."


P. Cuando leemos tu novela, aunque le has puesto un nombre ficticio, reconocemos tu pueblo o cualquier otro de Los Pedroches. ¿Por qué no has conservado los nombres originales?


R. Me gustaba más presentar un pueblo ficticio, porque además no es solo Torrecampo. Por ejemplo, cuando escribía sobre la plaza del ayuntamiento tenía en la mente la de Dos Torres y luego los apellidos son típicos de Torrecampo, pero también de otros pueblos de la comarca, y la "manta de viaje" es típica de Pedroche. Quería hacer un pueblo anónimo, que no se identificara con una localidad en concreto, sino que englobara a todos. Aun así, hay algunos guiños específicos para Torrecampo, como el nombre del personaje Sebas, que se llama como el patrón de la localidad, y el hecho de que los personajes coman tales cosas o que haya tal olor era una forma de homenajear, o apreciar, o estimar, o valorar eso que forma parte de mí.


En una calle de Torrecampo, con el campanario de la iglesia al fondo.


P. Hay algunos pasajes que a los que conocemos la vida en el pueblo nos parecen un tanto inverosímiles, como la figura del alcalde gay, vaquero de profesión y con esa casa tan de loft madrileño. Tú conoces la vida en el pueblo, por lo que deduzco que esta aparente incongruencia es voluntaria, buscada.


R. Exacto. Es una situación buscada, forzada a propósito. Se trataba de construir un entorno superidílico, que no es la vida real. Se trata de una ficción en la que pretendo crear un ambiente muy amable. Lo del loft ya te digo que sí es posible, incluso yo en mi pueblo he visto desde la calle alguna casa que se le parece bastante, pero en todo momento he sido consciente de que en la vida real probablemente tal situación no existiría, que no lo tenemos aún en Los Pedroches, pero podría pasar. 


P. En la novela hay una aceptación natural de la orientación sexual de los personajes, incluso por parte de los tipos que podríamos considerar más reaccionarios. De algún modo has convertido el pueblo en un paraíso gay. Sin embargo, todo se expresa con naturalidad, sin subrayados artificiosos, de modo que, si te metes en la trampa que la novela plantea, todo resulta natural y congruente. ¿Has querido con tu novela reflejar más bien un deseo antes que una realidad?


R. Claro, no se trata de un novela realista. Se trataba de construir un mundo idílico, en el que todo es perfecto, a pesar de que los personajes obviamente tienen sus conflictos. En todo momento buscaba crear un mundo maravilloso para leerlo y disfrutarlo, no pretendía hacer un reportaje ni una no ficción que podría presentar una realidad más cruda. A partir de esa idealización, de querer construir una novela feelgood, de sentirse bien y pasar un rato agradable, un género muy relacionado con la comedia romántica, y a partir de ese entorno idílico, superficticio, me propuse desarrollar otros temas, y que el personaje principal tuviera ese cambio. En realidad he comprobado que en casi todos mis escritos el tema principal es el pasado, me obsesiona en la vida real ese saldar cuentas con el pasado y poner paz, y este es un libro sobre uno mismo y sobre cómo poner paz en uno mismo.


P. Porque sabemos bien que el mundo rural es todavía un ámbito donde no está del todo normalizada la aceptación de la orientación sexual o la identidad de género que no sea heterosexual. ¿Crees sin embargo que se ha avanzado en este sentido o que aún hay mucho camino por recorrer?


R. Todavía hay muchísimo que hacer, aunque se ha avanzado bastante. Con el ascenso de ciertos tipos de discurso de odio todavía hay mucho que hacer, sin duda.


P. ¿Hay en tu novela algún componente reivindicativo en este sentido?


R. Creo de alguna manera que al presentar este pueblo tan idílico se podría pensar: ojalá todos los ambientes rurales fueran así, porque no es lo mismo poder desenvolver tu orientación sexual en una ciudad que en un ambiente rural, lógicamente. Por tanto, podríamos plantear que ojalá que en la vida real fuera todo tan idílico como he contado en este pueblo, por lo que de algún modo ahí está ese componente reivindicativo.


P. Tu anterior novela también tenía un protagonista gay y tú mismo eres un divulgador de la literatura LGTBI en redes sociales. ¿Estamos ante un subgénero narrativo en la literatura actual? ¿Hay un público lector que busca específicamente estos temas?


R. Hay un debate en torno a las etiquetas, pero la veo adecuada para clasificar el género, porque te permite, si eres una persona del colectivo, encontrar esas lecturas con las que identificarte, o sobre tu historia o las personas que te antecedieron y gracias a las cuales estamos aquí. Y hay un público que busca estos temas, hay librerías especializadas, como la Berkana en Madrid, donde siempre te encuentras gente, bien miembros del colectivo o personas que quieren saber más sobre este tipo de libros.


P. ¿Crees que, como ocurre con la literatura rural, hay un componente de moda?


R. Yo no creo que haya un componente de moda, la librería Berkana va a cumplir treinta años ahora. Yo creo que la sociedad cada vez es más abierta y el público busca cada vez más esos libros, aparte de que hay editoriales que apuestan por esos textos.


José Manuel y el editor de Solienses en Torrecampo.

P. ¿Qué libro recomendarías de esta temática que pudiera interesar al público en general?


R. A mí me gusta mucho recomendar, porque cuando en Solienses hablaste de mi libro dijiste que era una "novela frívola", a mí me gusta mucho recomendar otra novela frívola que se llama Nueva York de un plumazo, de Mateo Sancho. El autor es periodista y profesor de universidad, ahora vive en Nueva York y cuando se mudó allí para trabajar como corresponsal de la agencia EFE su vida dio un giro porque comenzó a disfrutar más de su sexualidad o a disfrutarla de otra manera. En ese libro, que es de autoficción, él cuenta la historia de otro periodista y todas las ventajas que Nueva York ofrece para el hombre gay, blanco, de cierta posición social, pero también habla de las frustraciones o de la homosexualidad en la vejez. Es un libro que se lee muy bien y se disfruta con él, pero a la vez te sirve para reflexionar, porque en esa frivolidad, en esa expresión libre de la sexualidad hay también espacio para meditar sobre cómo nos relacionamos con otras personas.


P. Lo de frívolo yo lo dije como un valor de la novela, en el sentido de que presenta unos personajes gay pero sin insistir demasiado en ello, ahí se lanzan, son así, y ahora que defiendan ellos como puedan su conflicto amoroso en un medio hostil.


R. Sí, sí, si yo estoy de acuerdo en lo de frívolo y desacomplejado. Lo mismo pasa en Dónuts, barbas y mancuernas, mi anterior novela. No son novelas de iniciación, de personas que descubren su sexualidad, sino que ya hemos salido del armario, tenemos equis vida, nuestros conflictos ahora son otros, que nos podemos enamorar de una persona que no nos haga caso, ese conflicto de amor-desamor, que es el mismo que puede tener una persona hetero.


P. En todos los años del Premio Solienses, y llevamos ya trece ediciones con esta, es la primera vez que aparecen personajes LGTBI en los libros candidatos (salvando algunos poemas  de Verónica Moreno). ¿Puede ser esto un reflejo de que el tema de la homosexualidad no está tan normalizado como a veces tendemos a creer?


R. O por lo menos no tan normalizado entre los autores y las autoras de Los Pedroches, habría que preguntar a ellos. Sin embargo, en términos generales, cada vez hay más literatura con personajes LGTBI, hay librerías especializadas, hay editoriales especializadas, aunque quizás en nuestro ámbito tan reducido no está tan normalizado. Ojalá poco a poco se vaya corrigiendo.

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