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La casa por el tejado



Hace un par de semanas supimos que parte del tejado de la ermita de San Antonio de Pozoblanco se había desplomado y que el resto amenazaba ruina, habiendo sido necesario cerrar el edificio al público y trasladar los enseres valiosos a un lugar más seguro en previsión de posibles nuevos desprendimientos. Dicha ermita era hasta hace poco quizás la última muestra de patrimonio arquitectónico tradicional pozoalbense conservada en un entorno no contaminado por eso que llamamos progreso, pero hoy ya ha sido engullida también por el desarrollo descontrolado que en el aspecto urbanístico están sufriendo a pasos agigantados todos nuestros pueblos.

Dice la noticia que el proyecto redactado por los servicios técnicos del Ayuntamiento estima su reparación en unos 250.000 euros y que ahora comenzarán a tantearse subvenciones para ver si de aquí a la próxima primavera pudieran quizás acometerse las obras. Dado el invierno que estamos viviendo, es fácil adivinar qué puede haber ocurrido de aquí a marzo si antes no se ponen otros remedios más urgentes.

Y paseando hace unos días por los alrededores de la ermita pude, como haría cualquier otra persona con un mínimo (ni siquiera mucha: basta un mínimo) de sensibilidad, horrorizarme ante lo que está aconteciendo en estos parajes. Es el paisaje de la España del dos mil, que amenza con invadirlo todo, con no dejar un metro cuadrado de suelo virgen, aunque sólo sea desde el que respirar los olores ancestrales de la tradición. Decenas de bloques de pisos crecen o están proyectados en el entorno de la ermita, sin duda necesarios, si así lo han decidido las mentes prospectivas que nos gobiernan. Cuando veo este paisaje insólito de grúas y cemento, no puedo dejar de pensar en el bombardeo diario de noticias sobre la corrupción en el mundo de la construcción, sobre las bolsas de basura llenas de dinero, sobre los poceros y los alcaldes de Telde y Ciempozuelos.

Y entonces me pregunto: ¿qué son 250.000 euros para estos magnates del ladrillo?. Poco más de cuarenta millones de pesetas, que se obtendrán tan sólo con el dinero negro en la venta de media docena de pisos. ¿No habría por esos mundos de Dios de la construcción alguna alma generosa que decidiera devolver a la sociedad lo que cada día le sustrae, alimentando de su bolsillo, que es el nuestro, la cuenta para la restauración de la ermita?. Pongamos por caso, y sin que la hipótesis implique las premisas anteriores: ¿Cuánto le costaría a ese constructor que edifica sobre la zona de gracia de la ermita, a pocos metros de su puerta de entrada, hacerse cargo de tal reparación lastimosa, que a la vez que cure las heridas de nuestro patrimonio envejecido le prepare a él mismo un camino más mullido para cualquiera de los círculos del Más Allá tenebroso?. Echen cuentas. Quizás habría que empezar a pedir compensaciones por el daño causado.

1 comentarios :

Anónimo | viernes, noviembre 17, 2006 8:36:00 a. m.

Esta tremenda invasion del entorno de la ermita, ya fue denunciada desde la publicacion "La alacena", hace algo asi como un par de años

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