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Memorial de la desolación

Alejandro López Andrada. Los ángulos del cielo. Ediciones Valparaíso. Granada, 2014. Prólogo de José Manuel Caballero Bonald.


La visión metafísica del paisaje se convierte en emoción poética cuando la estampa serena del arco iris se raja con el cuchillo airado del hombre que sufre. La presencia constante de la naturaleza como elemento esencial en la obra de Alejandro López Andrada ha devenido en tópico que pudiera llegar a nublar la cabal comprensión de nuevas direcciones expresivas en su evolución lírica. Así le ha ocurrido, al menos en esta ocasión, a Caballero Bonald, que no ha leído o no ha entendido la obra que prologa. Porque el paisaje de Alejandro en Los ángulos del cielo no es ya, si es que alguna vez lo fue, el de Juan Ramón Jiménez o Machado, sino el ámbito desarraigado por la angustia existencial del Cernuda tardío, cuando sus campos dejan de ser un arcádico remanso de idilios para mostrar la otra cara del espejismo, la que se da de bruces con una realidad no imaginada, la del desarraigo brutal por la pérdida del paraíso y el descenso amargo al espacio insomne de la soledad y el olvido.

Los ángulos del cielo nace de una profunda crisis anímica o vital que provoca en el poeta un recorrido desolado por los límites emocionales de un territorio nunca suficientemente comprendido. En sus versos se deshoja la melancolía de otro tiempo ("la bondad del verano"), la añoranza de lo pasado ("¿A quién le contaré que fui feliz"), la incomprensión del presente ("mi vida está sentada en una piedra") y una mirada a contraluz sobre el borde del abismo que lleva al otro lado ("la claridad, la luz que ha de venir"). El poeta se siente extraviado, perdido, al reconocer el incumplimiento de sus expectativas personales, el fracaso de sus ideales. Un hombre habitado por el vacío oscuro que deja la decepción deambula en busca de su identidad, que creía firme y de la que ahora duda, componiendo en este laberinto de ausencias algunos de los versos más sinceros y emocionantes de toda su producción.

Con la tristeza del desterrado, el poeta se despide "de esas colinas que nunca más veré" como el sevillano vaticinaba para sí: "Quizá mis lentos ojos no verán más el sur". El poeta, en su desamparo, busca romper las raíces que lo atan a su tierra buscando exilio en la ciudad: "para ocultarme/ y, luego, diluirme, sin esperar ya nada,/ como el humo/ en medio de una muchedumbre ciega". Pero Alejandro, porque sabemos que la voz lírica es aquí la del propio poeta, no puede huir del todo, y en ese ir y venir sin rumbo por fríos ferrocarriles, divisa a veces una brizna de alivio: "Siento en mis ojos/ mientras me aproximo al Sur/ la espina de una azul felicidad". Porque en la ciudad solo aguarda más tristeza.

En Los ángulos del cielo el verso se vuelve fieramente humano para dibujar el perfil rasgado de la desolación íntima. La expresión formal es la reconocible de López Andrada, sin los floridos excesos retóricos de otras obras y más inclinada a la sobriedad expresiva de sus últimos poemarios, cuajado este, no obstante, de imágenes muy conseguidas que trazan con acierto el mapa sensorial de la tristeza. Se trata de una de las obras de Alejandro más comprometidas con su propio yo poético, donde la experiencia personal se sobrepone a cualquier artificio literario y el alma se desnuda al caminante que observa desde la linde. La pesadumbre del desconsuelo acecha en cada renglón a un lector que habrá de reponerse con el anhelo impreciso de una esperanza recobrada para el poeta en un improbable universo borgiano: "mi tierra, mi memoria, esa orfandad/ de espacio/ donde escribo lo que soy,/ lo que seré mañana y lo que he sido"

1 comentarios :

Anónimo | lunes, diciembre 01, 2014 9:39:00 a. m.

La poesía de Alejandro Lopez Andrada, con quien me une una gran amistad desde hace años, hunde siempre sus raíces en nuestros paisajes pedrocheños, y aflora con más fuerza si cabe cada año, inundando todos los rincones del alma, en un dialogo desigual con la acción implacable del tiempo. Es cierto que, en sus palabras, Los ángulos del cielo es su libro más elaborado, al que más tiempo ha dedicado, y eso se nota en la exquisita y cuidada elaboración de los poemas en curso que quedan estancados en su páginas, salvados del discurrir de los ríos para ser perpetuados en la sensibilidad de la memoria. De poeta a poeta : enhorabuena, Alejandro, por tus versos, de gran calidad estética y formal, siempre hondos e intimistas, con profusión de limpias metáforas, una poesía muy personal y característica de ti, muy distinta en fondo y forma a la mía, pero es innegable que en ambos sale propulsada directamente de las cuencas mineras del ser, aferrado al mundo difícil que le rodea. Feliciano Casillas Sánchez. Poeta y cronista de Belalcázar.

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