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Recuerdos del cura cronista


Manuel Moreno Valero. [Foto: A. J. González]

La anécdota me parece representativa de su carácter. Hace algunos años, durante varios días consecutivos estuve acudiendo al Archivo del Obispado de Córdoba para consultar documentos de cara a una investigación. Manuel Moreno Valero me proporcionó todo tipo de facilidades, hasta el punto de que me trajo los legajos a su despacho en la torre norte del palacio episcopal, con unas impresionantes vistas sobre la fachada occidental de la Mezquita, y allí pude estudiarlos cómodamente. A don Manuel, a Manolo, le gustaba la conversación, y en cuanto sus quehaceres se lo permitían me interrumpía para preguntarme cosas sobre Los Pedroches, sobre Solienses (del que era un gran seguidor), sobre mi madre (a cuya memoria recurrió en varias ocasiones como fuente de la tradición oral) y sobre mí mismo. Y en uno de esos momentos me contó este caso.

Unos novios de Pozoblanco habían acudido a él pidiendo autorización para celebrar su boda en la ermita de la Virgen de Luna. Le entregaron un documento frío de solicitud, con apenas sus datos y su intención. Pero él quiso saber más. Les preguntó que por qué querían casarse allí. Ellos le explicaron que se habían conocido años atrás en una romería de la patrona y que les parecía un gesto de agradecimiento a la Virgen celebrar allí su enlace. Manuel Moreno les obligó a redactar de nuevo su solicitud incluyendo este dato en la exposición de motivos, "porque algún día vendrán historiadores estudiando estos casos y hay que dejarles información por escrito para que sepan, para que descubran". Así era él, amante de la escritura, de dejar señales para el futuro, las claves que faciliten a los que vengan el sentido de nuestras propias vivencias de hoy.

A Manuel Moreno Valero, Cronista Oficial de Pozoblanco, le gustaba escribir, era su pasión. No solo libros, sino también cartas. De hecho, era una de las pocas personas que conozco que seguía escribiendo cartas, a máquina, a mano, en ordenador, pero en formato físico, para que quedara constancia en el futuro, desconfiado quizás (y no sin razón) de la perdurabilidad de los textos digitales. Su archivo personal debe ser impresionante, pues, aunque no lo he visto, me lo imagino lleno de documentos de todo tipo que el estudioso ha ido guardando amorosamente a lo largo de toda su vida. En cierta ocasión me habló de su intención de hacer un legado al Ayuntamiento de Pozoblanco y de las dificultades que había encontrado. Ignoro cómo quedó finalmente la gestión.


Libros de Manuel Moreno Valero.

El primer libro suyo que leí fue Olivar de Los Pedroches (Tradiciones y folclore) (1987), que él mismo me regaló con una dedicatoria en la que me nombraba "paladín de la cultura en Los Pedroches". Escribí una reseña en la revista de información comarcal Los Pedroches, que por entonces editaba la Diputación de Córdoba, y desde entonces no dejó de enviarme ninguno de los libros que ha ido publicando, que son muchos y algunos de ellos reseñados también en Solienses: Historia de la prensa en Pozoblanco, Ermita de San Antonio de Pozoblanco, Combates por Los Pedroches (cuyo original inédito me dejó leer y admitió algunas sugerencias), Pozoblanco y Marcos Redondo, Judíos y limpieza de sangre en Pozoblanco, El obispo Pozuelo y Herrero, Recuerdos de mi infancia. Testimonio de una época).

De su mano y de la de Esteban Márquez Triguero, cronista de Torrecampo, llegué en 1988 al mundo de los cronistas, en una compañía que en su momento no valoré lo suficiente y que hoy me parece inmensa. Ambos se parecían en muchas cosas, pero fundamentalmente en una: en su amor por Los Pedroches. Y en otra: en su dedicación a la investigación sobre la historia y la cultura de esta tierra. Esa enseñanza me la legaron ambos, fueron grandes maestros de los que aprender. Recuerdo las primeras reuniones de cronistas a las que asistí, en las que, por mi edad, me sentía un tanto intimidado. Pero estando a su lado, todo era más fácil. La locuacidad sin prejuicios de Esteban y la cordialidad extrema de Manolo convertían todo encuentro en un momento sumamente placentero en el que siempre, siempre, se hablaba de Los Pedroches y solo de Los Pedroches. En aquellas primeras reuniones también estaba Rafael Gómez Muñoz, cronista de Villaralto, con el que tuve menos relación, pero al que todos envidiábamos porque era el único al que su Ayuntamiento le pagaba el taxi para acudir a estos encuentros anuales. Los tres, cada uno con sus particularidades distintivas, se han caracterizado por su profunda dedicación al estudio de nuestra comarca, con metodologías poco académicas en muchas ocasiones, pero imbuidos por la pasión que proporciona el cariño a su tierra y sus gentes.

Manuel Moreno Valero ocupó importantes cargos en la jerarquía eclesiástica, pero pienso que siempre le gustó ser "cura". Memoria de un cura de aldea tituló el volumen sobre su estancia como párroco en la aldea de Azuel. También recordaba con orgullo la creación de la parroquia de Nuestra Señora de Araceli en Córdoba, levantada por él con el apoyo del vecindario, y su trabajo social con las prostitutas de Cercadilla en los años más duros de la droga y la marginación.

Manuel Moreno Valero acaba de fallecer y es una de esas noticias que uno no alcanza a asimilar. Hace poco me envió un correo electrónico avisándome de que había sido sometido a una intervención quirúrgica y algunos días después me llegó, puntual como siempre, su último libro publicado, Pasado textil de Pozoblanco. En estos momentos es cuando uno se siente desvalido e inútil, cuando piensa que debió hacer más de lo que hizo, dedicarle mayor atención, atender con más solicitud sus peticiones, concluir aquella conversación siempre aplazada. Haberle querido más. Porque cuando la gente se va, es cuando más nos sentimos deudores de su cariño y su afecto, que nunca vemos suficientemente recompensado. Manuel Moreno Valero, sacerdote y cronista, amante de Los Pedroches, pertenece ya a la memoria de los que tuvimos el privilegio de conocerle. Su fama permanecerá en su trabajo religioso y en su impresionante obra investigadora. Y el recuerdo en nosotros, para siempre.

1 comentarios :

Anónimo | viernes, septiembre 23, 2016 12:36:00 a. m.

Antonio un dia tuve la suerte de hablar con D.Manuel Moreno Valero en CORDOBA y charlando dije que era de AÑORA y rapido me hablo de ti. Te admiraba. Te puso por las nubes. Yo senti un gran orgullo de que el pensara asi de mi paisano Antonio.

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