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El secreto de la sierra

Paisaje quemado en las proximidades del Puerto Calatraveño [Fotos: Solienses].

Creo representar a la mayoría de la comarca cuando manifiesto mi gran desconocimiento sobre la sierra de Los Pedroches. Para muchos, ese ámbito de olivos y barrancos pertenece a otro territorio de la ucronía que pudo existir, pero no existe. Por mi parte, me imagino a los que habitan la sierra como poseedores de un enigma de religión que no quieren compartir, porque ellos conocen el secreto y los demás no, y es mejor que no se sepa. La sierra desconcierta porque no cuadra con la imagen que uno tiene de su realidad, en la que ha crecido y la que le enseñaron sus mayores, y solo los privilegiados que desde niños visitaron la Loma de Buenavista y la Gargantilla ampliaron lo suficiente su horizonte como para gozar ahora de un territorio favorecido por la naturaleza sintiéndolo como propio, porque lo es, pero no todos lo sabíamos.


Acudí a visitar el escenario del incendio y, siendo un viaje al infierno, hubiera necesitado un Virgilio que me guiara. La escultura de Aurelio Teno en el Puerto Calatraveño señala la puerta de entrada y, desde allí, los restos de un horror que no cuesta imaginar. La ceniza lo cubre todo y por todo el espacio se levantan los esqueletos de unos árboles que no resistieron el fuego. Aquí hubo encinas, allí un pinar, más al lado los olivos y, por doquier, jaras, retamas, lentisco. Tiemblo al suponer el fuego llegando a la puerta de las casas diseminadas por las laderas y veo las llamas circulando por las vaguadas antes de ascender por la vertiente. Los cortijos con sus perros, sus caballos, sus cerdos. Las cabras triscando en el peñascal. Hay campos verdes de olivos que han resistido, otros que no, y convendría preguntarse por qué. Trepo una ladera para conseguir el encuadre y mis zapatillas se hunden en una masa de polvo negro suave como el atardecer, que ayer quizás era la fronda de un madroño. Se oye un ladrar cansino a lo lejos, todavía con la ansiedad del que no quiso estar allí aquel día, pero estaba.


En un punto del recorrido, frente a la mina Guillermín, me encuentro un panel turístico que me informa de la situación. En un contexto de explotaciones mineras de barita y plata ya abandonadas, hoy se busca el reclamo de los peregrinos del camino mozárabe a Santiago, que dista 946 kilómetros de aquí. Se invita a subir a un montículo cercano, desde donde imaginar las penosas labores de la extracción del mineral, allí por el arroyo Lorito -que parece marcar ahora la frontera del incendio-  y el Alcanfor. Las montañas de residuos -avisa el cartel- constituyen un espacio pleno de biodiversidad. Allí se establecieron colonias de conejos y depredadores como el zorro o el tejón y en los castilletes y edificios abandonados nidifican cernícalos primilla, aviones comunes, golondrinas dáuricas y rapaces nocturnas como el búho real o la lechuza común. En las balsas mineras solían habitar también aves acuáticas y distintos anfibios, como la salamandra y el tritón. ¿Qué habrá sido de todos ellos?


Es difícil definir las dimensiones del desastre y pienso que no debería especularse con ello. Más que una solución grandiosa de aluvión, que a saber cómo terminaría, convendría un trabajo constante de recuperación y puesta al día mantenido en el tiempo. La sierra requiere alguna intervención pero solo hasta cierto punto, hasta allí donde no contribuya a desvirtuar unos valores esenciales que la justifican. Mejores carreteras, arreglo de caminos, limpieza, algunas infraestructuras básicas. El restablecimiento natural de lo destruido en la medida que se pueda. La ayuda económica a los afectados por las pérdidas. Recordemos que el medio natural tiene sus propios mecanismos de regeneración, a los que hay que ayudar, pero no controlar ni dominar. La sierra tiene un secreto y debe mantenerlo. Los que allí habitan lo saben, se ve en sus caras, se adivina entre las líneas de sus escritos, en el tono de su voz. De pronto, un día, nacerá una brizna verde en la inmensa negrura que ahora lo cubre todo y ese será el inicio de una nueva esperanza, a la que deben principalmente encomendarse los habitantes de la sierra. Porque el progreso está lleno de amenazas para ese territorio y muchas veces la destrucción del fuego es tan solo la primera de ellas, la puerta que abre todas las demás.






La escultura de Aurelio Teno en el Puerto Calatraveño.


Manchas verdes en medio de las cenizas.

A lo  lejos, se ve la sierra que se ha salvado del incendio.

El camino mozárabe a Santiago se ha visto afectado por el incendio en un tramo.

El fuego ha llegado hasta la misma puerta de algunas casas.

4 comentarios :

Anónimo | domingo, agosto 22, 2021 2:33:00 p. m.

Cuántas veces se habrán quemado las sierras, los campos, las catedrales, siempre duele, sobre todo si la mano del hombre está detrás. Es verdad que en Los Pedroches solo miramos la dehesa, con sus problemas y nos olvidamos de la Sierra, pero está ahí y somos conscientes cuando se quema, el silencio, la soledad del entorno quemado entristece y piensas que puedes hacer.

Anónimo | lunes, agosto 23, 2021 2:39:00 p. m.

Conozco a gente de Córdoba que se refiere a los pueblos de los pedroches como los de la Sierra, será que desde el valle del Guadalquivir hasta llegar a Los Pedroches nos paras de subir

Anónimo | martes, agosto 24, 2021 12:05:00 a. m.

Los Pedroches son una de las unidades de las que se compone la Sierra Morena Cordobesa. Así que es cierto, no se equivocan, todos Los pueblos del norte de Córdoba somos los de la Sierra.

Anónimo | martes, agosto 24, 2021 7:17:00 p. m.

Los recortes de la Junta de Andalucía en materia de control y extinción de incendios puede ser también una de las causas de la magnitud de estos incendios.

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